El capitalismo produce descartes que después quiere ocultar”
El Papa a los empresarios de la economía de comunión, promovida por los Focolares: cuando las empresas de armas paguen las curas de los niños mutilados por las bombas, el sistema estará en el culmen
Domenico agasso Jr.
D 05 F 2017
El «día en el que las empresas de armes financien hospitales para curar a los niños mutilados por sus bombas, el sistema habrá alcanzado su culmen». Es una verdadera denuncia en contra del sistema capitalista la que expresó hoy, 4 de febrero de 2917, Papa Francisco en el aula Pablo VI durante la audiencia a quienes participaron en el encuentro «Economía y comunión», promovido por el Movimiento de los Focolares. Según el Pontífice, el capitalismo «produce deshechos que después quiere ocultar»
En la Sala Nervi había alrededor de 1100 personas: se trata de una red de empresarios de todos los continentes, que nació en 1991 de una intuición de Clara Lubich, fundadora de los Focolares, que quedó sorprendida (durante un viaje a Brasil) por los grandes contrastes económicos en el país. Es una experiencia de economía alternativa, basada en la fraternidad y en compartir ganancias y experiencias. Los empresarios, los dirigentes y también los expertos y estudiosos que estuvieron presentes provenían de alrededor de 50 países del mundo.
Antes que nada, el Pontífice hizo un homenaje público a la intuición de Lubich de crear entre los pobres del mundo una «Economía de comunión», cientos de empresas que respondan a una lógica alternativa a la de las ganancias. «Un proyecto en el que desde hace tiempo estoy sinceramente interesado», explicó Francisco al recibir a los representantes de más de 850 de estas empresas.
«Economía y comunión —observó— son dos palabras que la cultura actual mantiene bien separadas y a menudo las considera opuestas. Dos palabras que ustedes, por el contrario, han unido aceptando la invitación que hace 25 años les dirigió Lubich, en Brasil, cuando frente al escándalo de la desigualdad en la ciudad de San Paolo, le pidió a los empresarios que se convirtieran en agentes de comunión».
Siguiendo las intuiciones de Lubich, cuya causa de beatificación ya está siguiendo su curso, hay que considerar «al empresario —afirmó el Pontífice— como agente de comunión». Y esto provoca «un profundo cambio en la manera de vivir y de ver la empresa», que «no solo no puede destruir la comunión entre las personas, sino que puede construirla y promoverla». Con «su vida, ustedes demuestran que la economía y la comunión se hacen más bellas cuando están una al lado de la otra».
Por el contrario, cuando «el capitalismo convierte la búsqueda de las ganancias en su único objetivo —advirtió el Papa— corre el riesgo de convertirse en una estructura idólatra, una forma de culto. La diosa fortuna es cada vez más la nueva divinidad de ciertas finanzas y de todo ese sistema del azar que está destruyendo a millones de familias del mundo».
El capitalismo «sigue produciendo los descartes que después quisiera curar», fue su denuncia. El principal problema «ético de este capitalismo es la creación de descartes para después tratar de ocultarlos o curarlos con tal de que no se les vea. Una grave forma de pobreza de una civilización es ya no lograr ver a sus pobres, que primero son descartados y después ocultados».
Y de esta manera se dan paradojas absurdas: los aviones «contaminan la atmósfera, pero con una pequeña parte del boleto plantarán árboles, para compensar parte del daño creado. Las sociedades del azar financian campañas para curar a los apostadores patológicos que ellas mismas crean». Y el «día en el que las empresas de armas financien hospitales para curar a niños mutilados por sus bombas, el sistema habrá alcanzado su culmen».
«El capitalismo —subrayó— conoce bien la filantropía, no la comunión. Es simple donar una parte de las ganancias, sin abrazar ni tocar a las personas que reciben estas migajas». Por el contrario, incluso cinco panes y dos pescados pueden alimentar a las multitudes si se trata de compartir toda nuestra vida: «en la lógica del Evangelio —explicó Francisco—, si no se dona todo, nunca se da lo suficiente». Estas «cosas ustedes las hacen ya. Pero podrán compartir más las ganancias para combatir la idolatría, cambiar las estructuras para prevenir la creación de las víctimas y de los descartes; donar más su levadura para que leude el pan de muchos. Que el “no” a una economía que mata se convierta en el “sí” a una economía que hace vivir, porque comparte, incluye a los pobres, usa las ganancias para crear comunión».
Papa Bergoglio volvió a hablar de dinero: «El dinero es importante, sobre todo cuando no hay y depende de él la comida, la escuela, el futuro de los hijos. Pero se vuelve en un ídolo cuando se convierte en el fin». Y la avaricia, vicio capital, es «pecado de idolatría porque la acumulación de dinero para sí se vuelve un fin».
Este culto «idólatra —sostuvo Bergoglio— es un sustituto de la vida eterna. Los productos (los autos, los teléfonos) envejecen y se consumen, pero si tengo el dinero o el crédito puedo comprar inmediatamente otros, haciéndome la ilusión de vencer a la muerte».
Se comprende, entonces, «el valor ético y espiritual de su decisión de hacer comunes las ganancias. La mejor manera y más concreta para no convertir al dinero en un ídolo es compartirlo con los demás, sobre todo con los pobres, o para que estudien y trabajen los jóvenes, venciendo la tentación de la idolatría con la comunión».
Cuando se comparten y se donan las ganancias, se está llevando a cabo «un acto de alta espiritualidad, diciendo con los hechos al dinero: “Tú no eres Dios”».
Francisco también reflexionó sobre el tema del pago de los impuestos: hoy «hemos inventado maneras para curar, alimentar, instruir a los pobres, y algunas de las semillas de la Biblia han florecido en instituciones más eficaces que las de la antigüedad. La razón de los impuestos también está en esta solidaridad, que es negada por la evasión fiscal, que antes de ser acto ilegal es un acto que niega la ley básica de la vida: el socorro recíproco».
Para Francisco, se necesita, pues, «apostar por cambiar las reglas del juego del sistema económico-social»: «imitar al buen samaritano del Evangelio no es suficiente —explicó. Claro, cuando el empresario o cualquier persona se encuentran con una víctima, están llamados a cuidarla y, acaso, como el buen samaritano, involucrar también al mercado (el hotelero) a su acción de fraternidad. Sé que ustedes tratan de hacerlo desde hace 25 años», pero hay que «actuar sobre todo antes de que el hombre se encuentre con los bribones, combatiendo las estructuras de pecado que producen bribones y víctimas. Un empresario que es solo un buen samaritano hace solo la mitad de su deber: cuida a la víctima de hoy, pero no reduce las de mañana».