"La naturaleza está llena de sonidos: el viento sopla en los oídos, los pájaros trinan, las ramas del bosque crujen al pisarlas... Escuchamos en ellos el silencio, porque no son ruido: son sonidos sin ego. No te reclaman." Me apasionó esta cita de Xavier Melloni. Lo que se llama 'ruido', y que se conoce como tal hasta en el universo, es un fruto estentóreo y arbitrario, muchas veces inconsciente, de nuestro ego. Y no existen otros 'ruidos'. Los sonidos de la naturaleza, que carecen de ego, y por lo tanto no nos reclaman ni coaccionan en nada, no son ruido; por el contrario, nos invitan a permanecer en el silencio de la naturaleza, en el espeso silencio de la energía viva del universo. El mejor camino para gozar de ese silencio que alimenta el alma y la vida misma, es el de la mística. No hablo de ‘bobaliconerías', ni de escapismos, ni de rancias espiritualidades. Hablo de vida nueva, de conciencia, de iluminación, de fecundidad, de despertar, de saber o no-saber, de noche y de heridas que sanan, hablo de experiencias de amor sin barreras ni prejuicios, de apertura a una fraternidad en la diferencia convertida, en la presencia de Dios, en riqueza inigualable. Hablo de respirar, mirar, concentrar, contemplar. Hablo de la más íntima y dulce relación de amistad conocida.
Contamos con algunos místicos españoles que nos manifiestan e iluminan con sus palabras sobre la cercana y escondida hermosura del Misterio de Dios. Con ellos se nos hace cercano el don del que nos habla hoy el profeta Malaquías 3: "A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas." Y lo vemos porque la mística es el camino más preciso para reencontrar la salud espiritual que cure nuestras heridas. Es la mística la que nos abre el alma para poder afrontar desde el centro, y desde dentro, la sublime llamada a renovar el cristianismo, a su ‘aggiornamento’, que decía San Juan XXXIII, en este llamado "siglo místico", el siglo XXI. La mística es vivida por mujeres y hombres significativos como Aleixandre, Schlüter, Melloni, D’Ors, Martín Velasco o el mismo Pániker, por citar algunos ejemplos, que nos muestran una vitalidad y una fortaleza creativa y espiritual, bien anclada en la gran tradición mística de los Padres de la Iglesia, de los padres del Desierto, y, muy especialmente de nuestros místicos: Teresa y Juan de la Cruz. Muchos tenemos la convicción espiritual de que el catolicismo español está necesitado de mujeres y hombres bautizados, laicos, que reorienten sus vidas por el camino de la mística y de la sabiduría que nace en Cristo y en su santo Evangelio.
Acércate al Señor. El Salmo 97 te sitúa ante el asombro de la presencia de Dios. El místico, que tú estás llamado a ser, se queda absorto y embebido ante la presencia del Misterio insondable de Dios, que te sorprende por cientos de detalles y caminos. Y el corazón se convierte en ti en un aplauso contenido junto a la naturaleza y los seres vivos: “Aplaudan los ríos, aclamen los montes, al Señor que llega para regir la tierra.” ‘El viento que sopla, los pájaros que trinan, las ramas que crujen’.
La mística cristiana está aquí para ser vivida por el pueblo llano, por los humildes buscadores de la verdad, por los pobres y por los que no se conforman con la comida basura de los mercados pseudo-religiosos. Es una mística verdadera. Y si no sirve para que la vivan los laicos, los obreros, los ancianos, las mujeres trabajadoras, los minus, los jóvenes inquietos y sin trabajo estable, la gente de la calle, o el personal de limpieza o de los servicios, no sirve para nada. La mística es para los trabajadores, los servidores y los que se entregan. 2 Tesalonicenses 3: "Algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les digo y les recomiendo, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan."
Cuánto desearíamos un aprendizaje en los caminos de la mística para toda la gente sencilla, no para los estudiosos que se forman en Salamanca, y abren caminos, sino la mística es para la gente sencilla. El Padre lo ha querido así: “Ha revelado estas cosas a la gente sencilla.” Si la mística fuera sólo para una élite y no para los sencillos, no sería de Dios. Por lo tanto, la mística es para ti, hermano que rezas cada día con la Palabra. Y, si te acercas a los caminos de la mística, acabarás encontrando tu propio camino. Cada hombre tiene su propia vía, conducida por el Espíritu, que acaba asombrándose por la amistad ofrecida por el Padre Dios en Cristo Jesús. Sólo necesitarás perseverancia. En ella se encuentra tu sanación, tu santa libertad, tu luz, tu estabilidad, tu transformación, el despertar de tu don. Él te conoce tanto, y te cuida tanto, que te asombrarás de su amor por ti. Lucas 21: "Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas."
Estos son los 10 pasos de la mística, vivida como un camino para los sencillos:
1. Pide ayuda, que para eso existe la Iglesia.
2. Encuentra un rincón, tu cueva. Y acomódate en ella también en la vida comunitaria y en la Eucaristía.
3. Observa el espíritu que aletea y nace de la Palabra-Evangelio.
4. Respira serena y lentamente.
5. Entrégate en las manos de Dios. Confía.
6. Déjate mirar por su ternura, y aprende de ella.
7. Deja que su suavidad y el calor del Espíritu curen tus heridas.
8. Contempla, escucha, y acepta. Descansa.
9. Da gracias. Reza por tus hermanos.
10. Abre rutas de compromiso y servicio al lado de los pobres. Hoy celebramos la III Jornada Mundial de los Pobres. "Hemos de devolverles la esperanza perdida", Papa Francisco.