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viernes, 17 de julio de 2020

XVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO


Es gran belleza que te sepas vida, naturaleza, cosmos; belleza esparcida como gracia que bulle, se mueve, y precisa ojos para ser vista, y conocimiento para ser conciencia espiritual. Se necesita el hombre para verla, percibirla, admirarse ante ella, y contemplar lo sublime que esconde. La belleza busca como imán tus ojos humanos y quiere adentrarse y posesionarse de ti. No siempre estarás a la altura de tanta donación. No seas con ella como un elefante en una cacharrería. Espera con conciencia atenta, mística y solidaria. Desvela la llamada a ser y a vivir humanizado por la belleza y su ternura, y mantener, cuidar y recrear la biosfera. Sólo el hombre contempla, admira y se penetra de la belleza; y la reconvierte en energía humanizada, liberada y constitutiva de sí. Las lágrimas del hombre, contemplando una puesta de sol o un amanecer, lo dicen todo sobre la atracción primigenia entre el hombre y la belleza.

Sabiduría 12: "Enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento". Incluso el pecado que nos ayuda a renovarnos, pasa a formar parte de la belleza. La conciencia percibe la unidad que liga lo creado, lo diverso, y lo experimenta como unidad, comunión y belleza. El arrepentimiento, del que habla el Libro de la Sabiduría, está ligado al reconocimiento del pecado y la aceptación de la gracia que bien tras él. Salmo 85: "Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, mírame, ten compasión de mí." La mirada compasiva del Padre crea la belleza, la inteligencia y la espiritualidad. Romanos 8: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Intercede por nosotros con gemidos inefables". Apasionan los gemidos inefables del Espíritu. El alcalde de Madrid, Tierno Galván, decía que los agnósticos, al contemplar la belleza de la naturaleza, experimentan lo inefable, lo imposible de describir con palabras. Nosotros buscamos caminos de encuentro en el silencio inefable, sin palabras, en el que percibimos el misterio que esconde lo creado, sin o con nombre: La Fuente, el Padre, el Dios creador del amor y la belleza. El Espíritu permite captar la belleza, el puro don trascendente; transmite sus gemidos inefables, que son más ciertos que las palabras; intercede y hace llegar al corazón de Dios los anhelos de una humanidad nacida para la libertad, la plenitud, y la fraternidad solidaria.

Mateo 13: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega".

Dos puntos finales.

1. La percepción. ¿Qué está pasando ahora mismo ante tus ojos? ¿Qué le sucede al árbol, a la flor, al valle, al arroyo, a la mar, a la nube? ¿Qué le ocurre al gorrión, a la garza, al tiburón, a la sardina, a la cabra, al becerro? ¿Qué le acontece al universitario, al obrero, al autista, al depresivo, al boticario, al payaso? ¿Qué tristeza o exaltación te acompaña, qué ambición o envidia te corroe, qué deslumbre o pensamiento te eleva? ¿Te das cuenta de lo que vives? ¿Tienes conciencia de existir? ¿Percibes tu trigo o tu cizaña? ¿Sabes que puedes soñar y cambiar el mundo? ¿Te experimentas amado y con impulso para amar? ¿Te paras a mirar las hormigas, el deambular de los ciudadanos, la miseria de los pobres de la calle, las arrugas del anciano, los ojos de ansiedad del dependiente, la respiración fatigada del perro acalorado? Párate. Aquiétate. Afina la mirada. Abandona prisas y prejuicios. Desvela el camino del bien y mira cómo se esfuman los males. Haz ejercicios para contemplar la vida y vivir con conciencia, sin juicios, sin lamentos. Despierta a la alegría de vivir, de ser, de saltar, de moverte, de rezar, de mirar con ternura, de investigar los secretos y el saber, de compartir el pan, de llorar y reír con los que lo hacen, y de percibir la secreta comunión, con lazos de amor invisible, con el Amado y con tus hermanos. Hazlo. Percibe. No te pierdas la vida y con ella lo presente, lo sublime, lo bello y lo eterno.

2. La aceptación. El pan es pan y es mendrugo duro. El vino es vino y es una 'kurda enconá’. El hogar lo es y es infierno. El calor del café con los amigos lo es y en soledad es aroma dañino. La tristeza es tristeza y preludio de alegría desbordante. La opresión lo es, y es también feliz camino de liberación. La noche es noche, y antesala de la mañana creadora. El despertar lo es y también constatación del mal que nos acecha. El trigo lo es y se mezcla con la cizaña. El aceite sana y quema a la vez. La contradicción desquicia la sensibilidad sin luz del ser humano. Y, sin embargo, la misma sensibilidad presupone la fe más deslumbrante... No te desquites. La contradicción está creada para tu crecimiento. Aprende a aceptar lo que es, cuándo es, cómo es. No le pongas adjetivos a los aconteceres de la vida, no destruyas con tu mente dolorida o con tu impulso impositivo lo que sólo pretende enseñarte, desvelarte el secreto, hacerte crecer. Acepta con paz, sin miedos, sin prejuicios, sin violencias, sin hipocresías. Acepta con serenidad y sosiego. Mira todo con la luz del amor. Aférrate al Crucificado. Espera al final, y sin deseos de venganza, la desaparición en humo de la cizaña. Véncete a ti mismo. Vence a la mala fe en el poder de la acción del mal. No te mezcles con él, aunque te toque. No le temas. Nunca podrá herirte el alma. Mantén la mirada fija en el Padre y en tus hermanos, que necesitan de tu coherencia, de tu luz, de tu amistad, de tu paso junto al suyo. Es muy hermoso vencer a las fuerzas del mal en secreto y sin protagonismos, agarrado a la sola mirada del Padre. Algún día, tu sola mirada, unida a Cristo, fulminará esas fuerzas efímeras con la sola fuerza del amor, de la bondad, de la verdad, de la belleza. Eres la belleza nacida de las manos de Dios. Vencerás.

Antonio García Rubio.