En 1947, Juan Carlos de Borbón tenía nueve años y vivía en Estoril desde hacía un año. Su padre, don Juan, había trasladado el año anterior a su familia desde Roma, lugar en el que estaban exiliados desde que estalló la Guerra Civil. Don Juan era un marinero de vocación; en su piel lucían incluso los clásicos tatuajes que distinguen a la gente de mar. Un empresario de Bilbao le regaló el Sirimiri, de la clase tumlaren, un pequeño barco de regatas que parecía perfecto para que su hijo empezara a ejercer como patrón. Dicho y hecho. ¿Quién habría imaginado en aquél momento que la saga del Bribón comenzaría con aquella semilla?.
Un regalo de comunión que fue decisivo