Imagina una incongruencia como ésta: Participó en una manifestación por el cuidado de la tierra. Gritó con vehemencia en favor del cambio climático. Volvió cansado, preparó un aperitivo con pajitas, vasos y platos de plástico, abrió plásticos con frutos secos, queso y jamón; recogió el plástico y lo echó en la única bolsa de la basura de casa. Mateo 18: Su señor le había perdonado una gran deuda, pero encontró un compañero que le debía cuatro reales, “y agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: ‘Págame lo que me debes’. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré’. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía”. Eclesiástico 27: ¿"Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor”? La incoherencia, como la peste, huye del hombre ante su limpieza y su resolución. La pandemia te habla del covi19, y también del virus de tus incoherencias e inhumanidad, de tu incapacidad para amar tu tierra, pues la vives como saqueador egoísta, y fundamentas tus relaciones en sistemas de leyes injustas, depredadoras, provocadoras de odio, carentes de perdón y de reconciliación. Detente a mirar la relación entre la pandemia y tu incoherencia. Desvela qué es lo que te mantiene unido a esta generación egoísta que piensa en sí, que ha expulsado a Dios para creerse dueña y señora, y que acaba provocando odio, saqueo de la tierra, eliminación de especies, y maltrato a las mayorías débiles y sin poder. Cuánta incongruencia.
Al hombre se le conoce bien por sus pequeños detalles. Reconoce los tuyos: uso del dinero, sentido ético, sacrificios solidarios, cuidado de lo común, trato con amigos, entrega familiar, sensibilidad con excluidos, amor a tu comunidad, silencio y oración, hondura de tus lecturas, tiempo perdido, diversiones, juergas. Mírate por dentro y por fuera, solo o con gente, tensionado o relajado. Mira lo auténtico y el postureo, lo natural y lo artificioso, lo curativo y lo enfermizo. Y cuida lo pequeño. Sé sincero contigo, con los otros, con Dios. Así y ahí encontrarás tu fiabilidad y coherencia. Y permanecerá como don contigo y con los tuyos.
Romanos 14: "Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor". ¿Qué te caracteriza como persona de fe? Primero, estar bien asentado en Jesús. Luego la coherencia de tu obediencia y entrega, tu capacidad de servir a los empobrecidos y tu alabanza que arde en tu oración. Y que tu oración crezca en el Cuerpo que somos como Iglesia, y como oración del Espíritu. El perdón es la máxima expresión de la calidad espiritual y humana de una persona de fe. Te llegará como don por la gracia de la Cruz, del Crucificado. En Él, la vida y la muerte se hicieron una, y en Él, se te ofreció la reconciliación definitiva. Ya no más muerte, ni luto, ni llanto, ni la incoherencia del odio, ni la venganza, ni la maldad mantenida contra otros seres humanos o contra la misma Tierra. ¿Existe algún modo de que esta incoherencia cambie?
La propuesta es sencilla: vive una fraternidad humana responsable; recupera con humildad el ser de criatura; renuncia a cometer abusos sobre el planeta y sus habitantes; despierta el anhelo del perdón mutuo de un pasado infeliz; anima a compartir vidas y haciendas; predisponte a vivir sirviendo en la verdad, sin prejuicios ni condicionamientos; impulsa a orar y bendecir y dar gracias por estar vivos con el Salmo 102: "Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios".
Antonio García Rubio.