Sólo los ojos del amor son capaces de ver amigos y hermanos en cualquier ser humano. Da lo mismo la raza, nación, color, lengua o religión que sean. El que ama con la luz en sus ojos no ve sólo ciudadanos, colegas, miembros del propio clan o de la misma tribu. Ni ve tampoco meros contrincantes o enemigos.
Los que desarrollan ojos de amor, lo hacen desde lo más auténtico y profundo de su vocación cristiana, desde Cristo, por Él, con Él y en Él. Renacen luminosos tras sumergirse en el Misterio del amor del Dios Trinitario que les hace partícipes de nueva vida. Así se saben herederos y artífices del Mandamiento del Señor. Viven para hacerlo posible, ahora y en cada uno de los instantes y de los alientos de sus vidas. Mateo 22: "'Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?' Él le dijo: 'Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.' Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo.' Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas."
Los cristianos, bautizados en Cristo Jesús y en el Nombre de la Trinidad, escuchamos este Mandamiento en el silencio de nuestra oración personal. También lo hacemos en el silencio de la escucha de su Palabra, en la Mesa y la Misa dominical. Y vemos como todo cambia. El don de Dios se allega a nosotros, acampa en nuestra intimidad, se asienta en nuestra mente. Se expande por todo nuestro cuerpo y se trasluce y concreta en nuestros ojos, en nuestras manos, en nuestros pies, en nuestro corazón. De esta manera se hace posible que el amor llegue a todos los hijos de Dios, como les llega el sol, la lluvia y el viento.
El amor es con mucho lo mejor de lo mejor. Lo es en una sociedad tan aplastante como esta; en unos barrios tan opresivos; en unas relaciones tan deshumanizadas. Es mejor que el mejor de los platos de la cocina más popular; que el mejor de los vinos de la Meseta; que el mejor de los aceites de los campos andaluces. El amor es lo más noble. Nada se le puede comparar. Friedrich Hölderling decía que el amor todo lo ilumina. Y decía verdad. No hay más que observar los ojos de un hombre o una mujer enamorados. No hay más que ver el fruto en las tierras y en los hombres donde ejercen su ministerio los misioneros enamorados. No hay más que ver lo que nace de la inteligencia de los científicos enamorados, de las manos de los obreros enamorados, de la pluma de los poetas enamorados, de la pericia y del saber de los cirujanos enamorados, o del celo de los cuidadores y auxiliares enamorados.
Hemos de convertir nuestra vida en un canto permanente al amor; en una alabanza al Artífice del amor. Salmo 17: "Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador." El amor recibido del Padre, al que sabemos roca, y ofrecido desde el Padre, que es fortaleza, se transforma en una donación acertada y feliz para los receptores diarios de ese amor. Y lo hacemos los bautizados mediante el sacrificio de la vida, ofrecido voluntaria, libre y alegremente en favor de la transformación del dolor y el sufrimiento humano. Es el cambio fraterno que convierte el dolor en pan, en casas, en medicamentos, en libertad, en fiesta, en fraternidad, en justicia, en sonrisa y en paz.
Nos lo recuerda Éxodo 22: "Así dice el Señor: 'No oprimirás ni vejarás al forastero. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo. Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.'" Estamos llamados a intentar un mundo nuevo fundamentado en la honradez, en la integridad, en la sinceridad del corazón, en la justicia, en la entrega de las vidas, en la defensa de los pobres, en la verdad que denuncia y profetiza. No oprimir, no vejar, no explotar, no ejercer la usura, so cargar de intereses, no negar a nadie lo esencial para la vida.
Esa es la ofrenda diaria de los que están enamorados. La aportación de los que llevan en sus ojos la luz del único y verdadero Dios. 1 Tesalonicenses 1: "Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús." A través de tu ejemplo y de tu testimonio has de certificar que el Amor de Dios sigue actuando en el mundo, y sigue humanizando la destrozada vida de millones de hombres. La fe y la entrega de tu Comunidad Cristiana es su exponente. La Iglesia, esta fascinante comunidad de amor que actúa en lo secreto de un corazón universal, compuesto de vidas ejemplares, te necesita. No te escondas, no te escaquees, no te hagas el ‘longuis’. Los desheredados, los olvidados, las buenas gentes que pueblan la faz de la tierra y que están ninguneadas por poderes corruptos, necesitan de tus manos, de tu corazón, de tu mente. Para hacer así posible la esperanza en nuestros ambientes, y para instaurar un Reino de justicia y de amor. Déjate ganar por la luz y el sano y santo poder del Amor. Despierta hoy tus ojos de enamorado.
Antonio García Rubio. Vicario parroquial de San Blas. Madrid.