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sábado, 10 de abril de 2021

II DOMINGO DE PASCUA

 


El camino a seguir por cuantos hemos aceptado el don y la misión de ser discípulos y seguidores del Resucitado, has de concentrarla en la recuperación de la vida comunitaria, y en la entrega al servicio desinteresado a cuantos sufren las innumerables pobrezas y dolores que afligen a la humanidad. Los textos fundacionales de la vida de los discípulos de Jesús, en esa vuelta a Galilea de la primera comunidad, hablan de la necesidad de la vida comunitaria. Gracias a ella, la Iglesia se ha mantenido en pie a lo largo de los siglos. Salmo 117: "Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación". La Iglesia conoce bien esa energía y esa fortaleza para no sucumbir. Mira hoy los Hechos de los Apóstoles 2: "Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los após­toles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Vivían to­dos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno". Aquí se te dan las claves y los caminos a desarrollar de nuevo en esta grave crisis como bautizado en Cristo:

1.       LA CONSTANCIA EN LA PREDICACIÓN Y EN LA ESCUCHA.

La Iglesia y tú vivís para la misión de evangelizar. Y, para poder evangelizar, primero has de escuchar. Cada día, y sin dejar de hacerlo un solo día. Sin perder el estado de gracia que te da la escucha de la Palabra. Cuando la Palabra se escucha desde la gracia, el discípulo vive de lleno para la Palabra y para la predicación de la misma. Ese es el fundamento en torno al cual has de articular tu existencia. Escuchar y predicar.

2.       LA VIDA COMUNITARIA: LA FRATERNIDAD. LA EUCARISTÍA (LA FRACCIÓN DEL PAN).

La Iglesia ha sabido mantener viva la Eucaristía a lo largo de los siglos. Pero no podemos decir lo mismo de la vida comunitaria. El empeño misionero de crear una red de comunidades vivas a lo largo de los primeros siglos se contuvo, se apagó o se derivó hacia lo que hoy llamamos la vida consagrada, en gran medida, a partir de la conversión del cristianismo en religión del estado. Hoy, en este momento tan significativo de la humanidad, es necesario que recuperemos el tejido comunitario. La comunidad cristiana como lugar de encuentro con Dios, con su Palabra; como espacio de relación humana, de crecimiento en la vida y en la fe, de oración y silencio; como hogar de amistad y fraternidad, de nuevas relaciones; como ámbito de formación en lo esencial de la fe cristiana, de creación de hábitos positivos y saludables para la vida, de aprendizaje para el servicio, la sanación del individualismo; como campo para el cultivo de la belleza, el arte, la música; comunidad para mostrar el corazón de Dios que, abierto a todos, acoge y cuida toda pobreza y fragilidad, respeta y ama toda diversidad y diferencia, y protege y fomenta la comunión y la unidad: “Un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo, un sólo Dios y Padre”. Juan 20: "los otros discípulos decían a Tomás: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo". La vida comunitaria, con Jesús en medio, trae de nuevo a la fe a los que dudan, se apartan o la niegan. La vida comunitaria es y será el imán que atraiga de nuevo a los hijos de Dios dispersos.

3.       DESPRENDIMIENTO Y VIDA AUSTERA PARA COMPARTIR CON LOS POBRES Y SERVIR.

Veinte siglos después siguen vivas la denuncia de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, y la del discurso sobre el Juicio Final de Mateo 25, 31-46. El Papa Francisco, consciente de lo que hoy se juega la Iglesia, invita a volver la mirada a los pobres, y a volcar las manos y las vidas con los hijos de Dios más abandonados, siendo su voz, su hospital de campaña, su hogar de descanso, su amistad y su ayuda ante sus múltiples dolores y dificultades. Como cristiano estás invitado por el Señor a vivir desprendido, con una vida austera que no ofenda, y fomentando en la sociedad el amor, el servicio mutuo y la entrega. Ahí está la felicidad que mostró el Resucitado como camino de salida para una humanidad que quiera vivir con serenidad, con relaciones fraternas, con una vida humana equilibrada y en paz.

DOMINGO DE LA MISERICORDIA

La Misericordia, que se celebra este II domingo de Pascua, la explicita bien 1 Pedro 1: "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una he­rencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo". Nacer de nuevo. Eso es. Prepara con tus hermanos y hermanas el ambiente comunitario para que se produzca el nuevo nacimiento, en ese nido singular y precioso de la misericordia, dentro de tu pequeña comunidad cristiana. Cuida y da vida con el resto de tus amigos bautizados al pequeño tejido comunitario, en tu parroquia o movimiento, que hará renacer en misericordia a los nuevos cristianos y a cuantos vuelvan cansados de buscar la vida.

Antonio García Rubio.