El domingo de Ramos, rodeada de los gritos sordos y callados de los hermanos esclavos de la droga, la comunidad parroquial de Santo Domingo de la Calzada, en el basurero de la Cañada Real, escuchó a un joven sacerdote, hablar de la que él consideraba la octava palabra de Cristo en la cruz, su grito en la agonía. El grito final que ponía fin a su aventura humana. Un grito desgarrador que despertó de su muerte a los que esperaban el día del triunfo definitivo en las cloacas del olvido infernal. Un grito que rasgó el velo del Templo, anunciando su fin como único lugar de encuentro con Dios. Un grito que abría las puertas del Paraíso y conmovía las entrañas del universo, dejando a todos tocados de amor. Un grito que anunció el fin de un dominio del mal y el inicio de una nueva conciencia. Un grito que pedía la colaboración del hombre en la liberación de los indefensos, siguiendo su ejemplo irreprochable en favor del bien de los abandonados y perseguidos. Un grito que era más que una palabra. Era la puerta de una vida nueva que se desvelaría humilde y discretamente, al tercer día, en la mañana del que sería el día del Señor Resucitado.
Jesús, según Hechos 10, "pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos", y marcó a sus discípulos el auténtico proyecto de vida a seguir. Y así somos testigos de que "la piedra desechada se ha convertido en la piedra angular." Y hoy celebramos su Resurrección. Pero huyamos de las palabras grandes y huecas, de los aleluyas estirados, y de euforias que ofendan. Colaboremos a una nueva comprensión de la resurrección del Hijo a través de pequeños detalles de la vida de este complejo siglo XXI, que valen más que mil palabras.
1. Un primer detalle de resurrección. Tomado de El Mundo el 24 de marzo. Las manos del científico Óscar Millet, científico del CIC bioGUNE, junto a Fide Mirón, aquejada de porfiria eritropoyética congénita, una enfermedad considerada muy rara. La historia de un timonel y una náufraga. Un científico halla un fármaco aprobado por la Agencia Europea de Medicamentos y una persona hará de conejillo de indias. Una preciosa historia de amistad. “Óscar es mi escudero contra el dragón que me va comiendo. Y no puedo negarme a que prueben el medicamento conmigo. No me permitiría paralizar lo que ya se ha logrado, me parecería de cobardes, yo lo tengo muy asumido: mis lesiones son muy graves, yo no me beneficiaré de la cura, pero lo hago por los que vienen detrás, por abrir camino. Mis dolores y heridas deben ser para algo, mi paso por la vida tiene que tener sentido. Y esto se lo da”.
2. Un segundo detalle, precedido por Colosenses 3: "Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra." En la Cañada Real un grupo de religiosas, con la colaboración de Cáritas, levantan cada día a los más hundidos. Mujeres que realizan un ejercicio diario de resurrección, sin mirar las diferencias. Comparten la mirada de Jesús, la acogida mutua, el abrazo y las habilidades puestas en común. Los muertos resucitan.
3. Tercer detalle: Un compañero de la Unidad Pastoral de San Blas, que pelea como miles de personas contra el cáncer y las quimioterapias que descomponen la salud, nos aparece cada día como un espejo de sosiego, de pasión por el bien, de no-protagonismo, de alegre servicio, de humilde colaboración en su fragilidad, de acción de gracias, de no-quejas. Impresiona y toca a fondo nuestra alma cansina. Nos hace resucitar. Es Vida que brota en la vida. Resurrección.
Son ejemplos que desvelan al Resucitado siempre presente en ambientes y personas. Somos testigos del Resucitado que renace por doquier. Cruz y resurrección que caminan unidas. Se necesitan. Si escapas de la cruz, te alejas de la resurrección. La cruz nos enseña a amar. El que ama vive, aquí y ahora, con el Resucitado y resucitando. "Sabemos por tu gracia que estás resucitado." Juan 20: "María Magdalena fue al sepulcro al amanecer”. Amanece y acércate con ella, con corazón y ojos de enamorado, hasta el sepulcro de Cristo y hasta los sepulcros de nuestra sociedad. Abájate y no temas allegarte hasta los infiernos de tantas vidas destrozadas. Y ahí, entra, y permanece quieto, mirando, escuchando y comprendiendo, viendo y creyendo, como un nuevo discípulo amado de Jesús. “Entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. " Ahora sí, estás en un tiempo nuevo. ¡Vive! Y canta gozoso con el pueblo de Dios el ¡Aleluya!
Antonio García Rubio.
