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sábado, 25 de septiembre de 2021

XXVI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO




OJALÁ FUERAS PROFETA. La  Iglesia, desde su inicio, siente el empeño sinodal. El Vaticano II lo recuperó para los obispos, y abrió la puerta al pueblo de Dios. Francisco está decidido a abrir esa puerta a toda la Iglesia. ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta! Moisés ayuda a entender el pueblo de bautizados adultos que es la Iglesia. Este camino sinodal no debe ni puede volver atrás. El pueblo de Dios sinodal, o bien participa con fe, inteligencia y gracia recibida, asentado en la Palabra, el servicio y la oración; o, bien, tristemente, se hundirá en esta revuelta historia del siglo XXI. Números 11: "Señor mío, Moisés, prohíbeselo. Moisés le respondió: ¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!" El pueblo cristiano ha recibido el don del Espíritu. El bautismo, sacramento primero y esencial, hace a los creyentes hijos amados, discípulos y comunidad fraterna, y les da el don de servir en favor del bien común. El pueblo profético ofrece la Palabra de Dios al que espera con anhelo. La Iglesia es un pueblo responsable, solidario, hermanado, creyente y entregado a los trabajos del Evangelio. Es hora de abandonar el clericalismo, que anula la participación del pueblo; y el papanatismo y el pasotismo del pueblo, que anula la vida y la alegría de la fe.

REINÍCIATE Y PRESÉRVATE. Se parte del pueblo sinodal. Francisco lanza un gran Sínodo para el 2023. A partir de octubre, todo bautizado participará con sus aportaciones. Y para eso, reiníciate con el cambio de vida, ya seas bautizado o ministro de comunión, haz penitencia y pide una sana conversión de vida. Que ni anules, ni te anulen. Salmo 18: "Absuélveme de lo que se me oculta. Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine". Ni vida oculta, sin transparencia, ni vida arrogante o peligrosa cargada de violencia y acoso. Presérvate. La Iglesia, en un mundo fatigado de tanto chocar contra sí, requiere vidas nuevas, saludables, transparentes, alegres, serviciales, y centradas en el misterio de Cristo, en el amor mutuo y en el amor a los pobres y excluidos, que sepan de soledad y la tengan poblada.

LA BASE DE LA SINODALIDAD. Ándate atento y sensible ante todo abuso y todo abusador. Eres, con la Iglesia un Cuerpo de hermanos. La base de la sinodalidad. Agua la fiesta a los posibles manipuladores y abusadores económicos, políticos, eclesiales y sociales que interfieran. Ellos necesitan una ardua conversión. Pueden cambiar. Sino, serán una rémora, la negación del amor mutuo, la negación de una Iglesia madre y servidora. Tú no defraudes al pueblo amado. Espera y permanece en su cuidado. Favorece su participación. Santiago 5: "El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza." No te ciegue la ambición o la codicia de los poderosos. No pongas carita de bueno, y luego des malos frutos. No engañes a los buenos trabajadores de la mies. Dios oye los gritos desgarradores de los que ven como muere la Iglesia por falta de sensibilidad, abusos, malos tratos, desidia, ambiciones o indebidos usos del poder del bien. La sinodalidad te cambia y convierte. Abandona las poses del poder. No te contamines con lo peor de este mundo.

CORTA, SACA, LIMA. Marcos 9: "No se lo impidáis. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, el que os dé a beber un vaso de agua, no se quedará sin recompensa. Si tu mano te hace caer, córtatela. Si tu pie te hace caer, córtatelo. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo". Jesús ayuda a comprender lo que en verdad necesita la Iglesia. "El que no está contra nosotros, está a favor nuestro". Cambia tu modo de escuchar. Saca de ti los prejuicios. Limpia tus ojos. Ponte en el lugar del otro. Humanízate para vivir con Él, servirle a Él, ser como Él. Algo nuevo te va a pasar. Figuradamente corta cabezas, manos, pies, ojos, olfato, oídos para entrar en las vías de la comprensión, de la mirada limpia, del don recuperado, de la comunión con tus hermanos. Aprende a ser parte de una Iglesia sinodal y participativa. Cuando todos huyen del encuentro con los otros, tú cultiva el amor mutuo con ellos, participa, colabora, aporta, da lo mejor, razona, tiende puentes, comprende, y sobre todo, ama. Deja a un lado lo que no es, lo que escandaliza; límate con alegría y buen humor, para que los demás vivan y se sepan parte de una comunidad de hermanos. Ella es una bendición para el mundo.

Antonio García Rubio.