Hoy es un día remozado por la belleza del Viento y el Fuego. La presencia del Espíritu Santo en la comunidad de los discípulos desvela y hace renacer una nueva vida, fundamentada en el amor y la participación de todos a través del bautismo; y, con esa vida nueva, llegan infinitas posibilidades de cambio y de transformación en cada comunidad y en cada cristiano. Juan 20: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo'".
¿Qué acontece antes y qué sucede con Pentecostés?
1. ANTES: PREPARA UN NUEVO NACIMIENTO.
Antes de la Resurrección y Pentecostés, Jesús advirtió a Nicodemo sobre la necesidad de nacer de nuevo, de dar visibilidad al hombre eterno que se esconde en su ser. Pero, la pregunta de Nicodemo sigue viva. ¿Cómo nacer del agua y del Espíritu? No podemos solos. Y por nuestra impotencia, Jesús envía su Espíritu. "Conviene que yo me vaya", les dijo. Por eso la Iglesia está en permanente estado de oración. La Secuencia de Pentecostés, que tanto don y gracia ofrece al discípulo, lo prueba. Rézala sin pudor, deja volar tu corazón, y deja que te queme. Sus quemaduras son un reclamo para el alma, que ya no sabe vivir, sino de modo joven, volandero y eternamente herido de amor: "Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento". Riqueza o vacío. Si entra, enriquece, enciende la conciencia, dignifica; si se va, se aposenta el abismo, la soledad, la tristeza. Es preciso que te prepares antes de la irrupción del Espíritu. Prepara el nacimiento de un hombre nuevo, que supere miedos, apegos, querencias, frustraciones y heridas, parálisis y condicionamientos. Nace de nuevo. Confía en esa transformación. Adelgaza, empequeñécete, para que así, como un eterno y confiado niño, nazca Él en ti. Volver a nacer. Y cuando estés recién nacido por pura gracia, el Espíritu Santo te dirá lo que has de hacer, para poner su templo en ti y en tus hermanos, para poner la vida nueva a fecundar la historia.
2. DESPUÉS: RECONÓCETE EN EL CUERPO DE CRISTO.
1 Corintios 12: "Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común". No huyas de tu nuevo ser, de tu renacer. Eso es cobardía disfrazada. Te dolerá el alma durante el proceso de conversión, y la quemazón te provocará un nuevo ser. El Espíritu romperá tu individualismo, tu pecado personal e institucional, tu ambición y vanidad, tu ansia de poder o dominio sobre los otros, tu obsesión por tener y acumular, y tu ignorancia e insensibilidad, que te hace colaborar en la esclavitud o el hambre de tus compañeros de camino. No te apartes del Cuerpo de Cristo; formas parte de ese cuerpo nuevo, común, comunitario, Cuerpo Resucitado, Cuerpo sinodal, eclesial, fraterno. Reconócete en la Iglesia espiritual, y en la corporal. Afina tu identidad con la nueva dignidad que da el Espíritu Santo. “Ya no soy yo, es Cristo que vive en mí”, dice San Pablo. Hechos, 2: "Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería". Llénate de Espíritu Santo. Vacíate ti mismo, y adquiere el ser, el vivir, la identidad del Espíritu de Cristo. Comparte con Él tu identidad de bautizado. Reconócete en Cristo, en tus hermanos. Identifícate con Cristo en el pobre, el hambriento, el desnudo, el enfermo, el encarcelado, el sin techo. Eres un hombre nuevo en un cuerpo nuevo. Comienzas nueva vida y nueva identidad.
AL FINAL, LA TIERRA ENTERA LLENA DE TUS CRIATURAS.
Acaba con el Salmo 113: "Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas". Pentecostés marca un antes y un después, y también un modo de ser y andar por la vida con Cristo, que es todo en todos, en todas sus criaturas. Este andar, bendecido y bendiciendo, gozoso de vivir en esta Tierra maravillosa, lo vivirás en la fragilidad y la humilde pequeñez del pecado. Te llegará por gracia la unidad, y la comunión. El Espíritu te colma con todas sus criaturas, no sólo con los hombres. Ni en eso ni en nada, has de ser protagonista. Sólo Cristo es todo en todos. Prepárate con tus hermanos, con tu comunidad cristiana para ser un pueblo sinodal. Con motivo de Pentecostés recibes con todo el pueblo de Dios, una llamada apremiante del Papa. Te ofrece la posibilidad de emprender un nuevo modo de ser Iglesia: participativo, y respetuoso con todos, con cada diferente. Reconoce que cada uno es único y diferente. Adquiere el don de protagonizar como Cuerpo unido y en Comunión. Pentecostés es la gran fiesta de la Comunión. Vive vida nueva, festiva, gozosa, y bien enlazada, con lazos de viento de servicio y de fuego de amor. Y así, atrae a todos a Cristo Jesús.
Antonio García Rubio.