“La represalia no lleva nunca a la solución de los conflictos”
Llamado de Francisco por el fin de la violencia en el Congo: «que cada corazón endurecido por el odio se convierta a la paz». Un pensamiento especial para Paquistán, «golpeado por crueles actos terroristas»
GIACOMO GALEAZZI
D 19 F 2017
D 19 F 2017
«Solo con el bien se rompe la cadena del mal: la misericordia es la realización superior de la justicia». Esta es la «revolución cristiana» según Papa Francisco: «También el enemigo es una persona humana, creada como tal a imagen de Dios, aunque en el presente esta imagen esté ofuscada por una conducta indigna», dijo el Pontífice a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro para el Ángelus. Comentando el Evangelio del día, el Papa reflexionó sobre los conflictos que ensangrientan el mundo de hoy. Reflexiones que encierran la «geopolítica de la misericordia» que caracteriza la acción de la Santa Sede en el tablero internacional.
«La represalia no lleva jamás a la solución de los conflictos. Que cada corazón endurecido por el odio se convierta a la paz, según la voluntad de Dios», afirmó Francisco después de la oración mariana, al llamar la atención de la comunidad internacional sobre la situación que vive la República Democrática del Congo, nación africana azotada por la violencia debido a un «impasse» político que ha provocado agitación en todo el país, que es uno de los más pobres e inestables del planeta-
«Lamentablemente siguen llegando noticias de enfrentamientos violentos y brutales en la región de Kasai Central, de la República Democrática del Congo. Siento —afirmó el Papa— profundo dolor por las víctimas, en especial por tantos niños arrebatados de sus familias y de la escuela para ser usados como soldados. ¡Ésta es una tragedia: niños soldados!». El Pontífice aseguró su cercanía y oración «también para el personal religioso y humanitario que trabaja en esa difíciles región», y renovó su fuerte llamado «a la conciencia y a la responsabilidad de las autoridades nacionales y de la comunidad internacional, con el fin de que tomen pronto decisiones adecuadas para socorrer a estos nuestros hermanos y hermanas».
El Papa también recordó a otras poblaciones en África y en el mundo, que «sufren a causa de la violencia y de la guerra». En particular, Bergoglio se refirió a «los queridos pueblos de Paquistán e Irak, golpeados por crueles actos terroristas en días pasados».
Partiendo del Evangelio de este domingo, Mateo 5, 38-48, el Papa dijo que se trataba de «una de esas páginas que mejor expresan la “revolución cristiana”», o sea«decir no a la violencia y reaccionar con el bien en lugar de llevar a cabo represalias», porque «nuestro deber es buscar justicia, no vengarnos». «Lo que Jesús nos quiere enseñar es la neta distinción que debemos hacer entre justicia y venganza. Se nos consiente pedir justicia; es nuestro deber practicar la justicia. En cambio, nos es prohibido vengarnos o fomentar de cualquier modo la venganza, en cuanto es expresión del odio y de la violencia».
Jesús, añadió Papa Francisco, «muestra la vía de la verdadera justicia mediante la ley del amor que supera aquella de la ley del talión, que predicaba: “ojo por ojo y diente por diente”. Esta antigua regla imponía aplicar a los transgresores penas equivalentes a los daños causados: la muerte a quién había asesinado, la amputación a quién había herido a alguien, y cosas así». Jesús «no pide a sus discípulos que padezcan el mal, al contrario, pide reaccionar, pero no con otro mal, sino con el bien». Sólo de esta manera, dijo el Papa, se rompe la cadena del mal, y cambian verdaderamente las cosas: «El mal, de hecho, es un “vacío”, un vacío de bien —explicó—, y un vacío no se puede llenar con otro vacío, sino sólo con un “pleno”, es decir, con el bien. La represalia no lleva jamás a la solución de los conflictos. “Tú me lo has hecho, yo te lo haré”, esto jamás resuelve un conflicto, ni siquiera es cristiano».
Según Jesús, prosiguió Francisco, «el rechazo de la violencia puede comportar también la renuncia a un legítimo derecho; y pone algunos ejemplos: poner la otra mejilla, dar el propio vestuario o el propio dinero, aceptar otros sacrificios». Pero esta renuncia, aclaró, «no quiere decir que las exigencias de la justicia sean ignoradas o rebatidas; no, al contrario, el amor cristiano, que se manifiesta de modo especial en la misericordia, representa una realización superior de la justicia».
De hecho, «Jesús no quiere proponer un nuevo orden civil, sino en cambio, el mandamiento del amor al prójimo, que comprende también el amor a los enemigos: “Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores”». Estas palabras, aclaró Francisco, no deben ser entendidas como «aprobación del mal realizado por el enemigo, sino como invitación a una perspectiva superior, a una perspectiva magnánima, semejante a aquella del Padre celestial, quien – dice Jesús – “hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”». Entonces, «cuando hablemos sobre enemigos no debemos pensar en quién sabe cuáles personas diferentes y alejadas de nosotros; hablamos también sobre nosotros mismos, que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares. ¡Cuántas enemistades en las familias, cuántas!», exclamó.
Enemigos, dijo Francisco, «son también aquellos que hablan mal de nosotros, que nos calumnian y nos hacen daño. Y no es fácil digerir esto. A todos aquellos estamos llamados a responder con el bien, que también esto tiene sus estrategias, inspiradas en el amor». Al final, la invocación del Pontífice a la Virgen María: «que nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que de verdad exalta la dignidad humana y nos hace vivir como hijos de nuestro Padre que está en los cielos. Que nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a así ser artesanos de comunión, artesanos de fraternidad en nuestra vida cotidiana, sobre todo en nuestra familia».