Comienzo hoy con la perícopa de Mateo 13: "Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó." Voy en el Cercanías a un encuentro, y el tren atraviesa terrenos pedregosos, secarrales a los que ni las tormentas han logrado cambiar su faz desértica. Apenas algunos hierbajos secos, aunque me ha sorprendido un ramillete de florecillas.
A los bautizados nos ocupa esta amada Iglesia con no pocas dificultades para hacer crecer a sus hijos en la hondura de su espiritualidad y para cultivarlos en la práctica del Evangelio y de la caridad. Muchos somos bautizados con escasas raíces y excesiva actividad y superficialidad. Y nos hemos acostumbrado a siglos de división. la Iglesia, sin embargo, es una comunidad llamada a ser sal, luz, misericordia, acogida, portavoz de buenas noticias, testimonio vivo del Cristo humilde, entrañable y camino a la Fuente, senda de luz para este mundo. Una comunidad adulta que aspira a estar bien formada, llena de creatividad y de valores, y alejada de miedos y desvaríos.
Sabemos que esta Iglesia y la evangelización que la hace vibrar han de estar a la altura de lo que Dios, la historia, la humanidad y los descartados esperan de ella. La Iglesia se encuentra, como nunca ha sucedido antes, con una sociedad civil que, a pesar de sus mil miserias, está compuesta por mujeres y hombres bien formados, que pretenden ser adultos, emancipados, libres, desenvueltos en sí mismos y autónomos. Y en muchos nos encontramos con nulas o escasas referencias explícitas a Dios.
No deseamos que la Iglesia se quede anacrónica, fuera del tiempo, abocada a su extinción en muchos lugares y siglos. Una Iglesia que se enclaustra, que no conoce al ser humano actual y sus búsquedas sinceras, que da muestras de prepotencia o de condenas que culturalmente rayan en lo ingenuo, se anula y condena a sí misma. Somos conscientes del gran esfuerzo, llevado por el Espíritu, que hay en su seno para andar caminos de autenticidad, verdad y paz, junto al hombre y su futuro.
No es bueno para la Iglesia que haya cristianos que se conviertan en estatuas de sal por mirar al pasado, o en sal mojada que sólo sirve para ser pisada por la gente. No es bueno ni que nos sintamos víctimas ni que anhelemos una primacía católica decimonónica que ya no es. La Iglesia, cada mañana, ha de buscar la conexión con la hermosura, con la sabiduría y con la contemplación sincera de Dios. Está llamada a abrir de par en par las puertas de la salvación, de la misericordia, de la cercanía de Cristo. Y a mantener abiertos los brazos siempre acogedores del Padre.
No nos empeñemos en sembrar en un pedregal. Antes hemos de preparar la tierra que nos ha sido confiada, para no acabar convirtiéndonos nosotros y aquellos a los que pretendemos evangelizar en un secarral sin vida y sin crecimiento. Esta es la hora en la que hemos de aprender a amarnos y a amar al hombre real, al que habita, lleno de contradicciones en nuestras ciudades y pueblos. Aprendamos, porque de un aprendizaje se trata la fe, a respetar con todas las consecuencias al hijo de Dios, al ser humano. Y cuidemos en verdad nuestro ser cristiano y su testimonio, que no nace en corralitos o charcas, sino en la Fuente Universal y en la unidad de los corazones creyentes, en la COMUNIÓN en Cristo Jesús.
Así nacerá un pequeño ramillete de florecillas y de esperanza, como la que vi en el pedregal, y se hará realidad la profecía de Isaías 55: "Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo."
Esta preciosa Iglesia trabajará sin desmayo, consciente de su ser en Cristo, y de su sufriente y testimonial misión, que no es volver a una cristiandad anacrónica, sino acompañar con misericordia a un pueblo roto, desvencijado y amado de Dios, hasta ver, como el Salmo 64 predice, que "las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan." Nuestra vida esperanzada ha de ser la vida del pueblo y su felicidad, es decir, nuestra salvación, pues “hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo."
Antonio García Rubio. Es párroco de Nuestra Señora del Pilar en Madrid
SUNDAY XV ORDINARY TIME
I begin today with the pericope of Matthew 13: "Another fell on stony ground, where there was scarcely any earth, and as the earth was not deep, it sprang forth at once, but as soon as the sun rose, it burned and for lack of root Dried. " I go in the Cercanías to an encounter, and the train crosses stony, dry lands that neither the storms have managed to change its desert face. Just a few dry weeds, although I was surprised by a bouquet of flowers.
The beloved Church occupies this beloved Church with many difficulties to grow her children in the depths of her spirituality and to cultivate them in the practice of the Gospel and of charity. Many of us are baptized with scarce roots and excessive activity and superficiality. And we have become accustomed to centuries of division. The Church, however, is a community called to be salt, light, mercy, welcome, spokesman of good news, living testimony of the humble Christ, dear and way to the Source, path of light for this world. An adult community that aspires to be well formed, full of creativity and values, and away from fears and ravings.
We know that this Church and the evangelization that makes it vibrate must live up to what God, history, humanity and the discarded expect from it. The Church finds itself, as never before, with a civil society that, despite its thousand miseries, is composed of well-formed women and men, who pretend to be adults, emancipated, free, self-developed and autonomous. And in many we find null or very few explicit references to God.
We do not want the Church to remain anachronistic, out of time, bound to its extinction in many places and centuries. A Church that is cloistered, that does not know the human being today and its sincere searches, that shows signs of arrogance or condemnations that culturally streak in the naive, annul and condemn itself. We are aware of the great effort, carried by the Spirit, that is in his bosom to walk paths of authenticity, truth and peace, together with man and his future.
It is not good for the Church that there be Christians who become statues of salt by looking at the past, or in wet salt that only serves to be trodden by the people. It is not good or that we feel victims or that we crave a nineteenth-century Catholic primacy that is no longer. The Church, every morning, must seek the connection with the beauty, with the wisdom and with the sincere contemplation of God. It is called to open wide the doors of salvation, mercy, the closeness of Christ. And to keep open the ever welcoming arms of the Father.
Let us not endeavor to sow on a stony ground. Before we have to prepare the land that has been entrusted to us, in order not to end up becoming us and those to whom we seek to evangelize in a secarral without life and without growth. This is the hour when we must learn to love and love the real man, the one who lives, full of contradictions in our cities and towns. Let us learn, because learning is about faith, to respect with all consequences the son of God, the human being. And let us truly care for our Christian being and his witness, not born in corralitos or ponds, but in the Universal Source and in the unity of believing hearts, in the COMMUNION in Christ Jesus.
Thus a small bouquet of flowers and hope, like the one I saw on the rock, will be born, and the prophecy of Isaiah 55 will come true: "As rain and snow come down from heaven, and they do not return there except after soaking the earth , To fertilize it and to make it germinate, so that it yields seed to the sower and bread to the one who eats, so will my word, which comes out of my mouth: it will not return to me empty, but it will do my will and fulfill my task "
This precious Church will work without fainting, conscious of her being in Christ, and of her suffering and testimonial mission, which is not to return to an anachronistic Christianity, but to accompany with mercy a broken, broken and beloved people of God, until Psalm 64 predicts, that "the meadows are covered with flocks, and the valleys are clothed with harvest, and they acclaim and sing." Our hopeful life must be the life of the people and their happiness, that is, our salvation, for "to this day the whole creation is groaning all of it with pains of childbirth. And not only that; We also, who possess the firstfruits of the Spirit, groan within ourselves, waiting for the hour of being children of God, the redemption of our body. "
Antonio García Rubio. He is parish priest of Our Lady of Pilar in Madrid