En Adviento Isaías 40 es un asidero. Todo hombre ha vivido y ejercido lo que Dios es y pide. ¿Quién no ha consolado alguna vez a otro ser humano? El más abominable ha secado alguna lágrima. Eso nos asegura la participación en la misión de Cristo. Los bautizados somos llamados a la súplica del Padre: "Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón."
Entre los indígenas de la Amazonía he notado el consuelo de la presencia de Dios en sus complejas y calurosas soledades. Es un susurro imperceptible entre la brisa cálida y el descanso de la floresta; es la vida balbuciente entre millares de seres vivos que mantienen viva la vida creada y a su primer amante, Dios; es el oxígeno de las plantas que se renueva, y retorna como el aliento del Creador; es el discurrir de las aguas que colman ríos increíbles y otros aereos por el planeta; es la presencia de generaciones de indígenas, que mantienen vidas coherentes, acordes con la armonía, la fraternidad comunitaria y la unidad con la creación. En la Amazonía se percibe un Dios vivo y misericordioso, consuelo permanente de sus criaturas.
La sabiduría de Israel, nos ayuda a contactar con ese susurro. Lo proclama el Salmo 84: "La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo." Conjunción perfecta. Armonía completa en la naturalidad. Solo lo natural nos permite percibir el balbuceo amoroso de Dios. Quizá nuestra sociedad occidental, rebuscada, artificial y decadente en su confusión, ve vedado el accedo a esta presencia audaz, misteriosa e inteligente. Sin embargo en la Amazonía, desconocida para el profeta, aún se escucha el susurro de la voz que grita a Isaías: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale."
Contemplad y dejáos consolar pora hermosa verdad que nos ofrece 2 Pedro 3: "No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor tiene mucha paciencia y no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan." ¡Cómo se percibe la serenidad de este mensaje en el estar atento de la Amazonía! Quizá para eso vine hasta aquí.
Estamos invitados a vivir la naturalidad de la presencia de Dios en la vida cotidiana. Paciencia de Dios y paciencia expectante del hombre han de tratarse, trabarse y unirse; hasta percibir el encuentro, la puerta de entrada, e presente eterno de su amor. Mil años son un instante de luz. La Amazonía aún intocable, que no toda lo es, transmite la sensación de la bella naturalidad de la presencia de Dios. Contemplas. Admiras. No manipulas. Te dejas estar. Te dejas ser en Él. Percibes. Esperas. Buscas ser natural en todo. No complicas. Y Él, que es y está en todo y en todos, aunque tarde en aparecer, aparecerá, 'como ladrón en la noche.'
Amoroso tiempo de Adviento. Con Juan el Bautista, el desierto de Judea, el Jordán, el retorno converso, a vuelta a la naturaleza, al silencio. Acude junto al Bautista a los lugares dónde aún puedes encontrarte con Jesús. "Acudía la gente de judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el jordán. Juan, vestido de piel de camello, proclamaba: 'Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."
Conviértete de tu fingida estrechez de miras, tu enrevesamiento, tus cegueras, tus corruptelas, y de tu vano y ambiguo artificio. En la naturalidad redescubierta en tu contacto con la naturaleza: en el pinar o el río, en el secarral o el paraje desertico de la sequía; en la sencillez de la mirada limpia de los niños, del contacto con los animales; y ahí, vuelve a sentir la Palabra y la llamada del que "viene detrás de mí y nos bautizará con Espíritu Santo." Ya eres un bautizado. Vive como tal. Prepárate para el encuentro con su consuelo, que te transformará en consuelo para tus hermanos. Paciente. Amorosamente sereno. En este Adviento comparte una espera activa y orante. Él está acerca. Y ya próxima la Navidad.
Antonio García Rubio. Vicario parroquial de San Blas. Madrid.