Felipe vivía el embarazo de su mujer con ilusión, pero con cierta distancia. Andaba abstraído en sus negocios, volvía tarde a casa y salía muy temprano. Un carácter potente, arrasador, autoritario, y pasión por el Rock and Roll. Su hijo sería como él, y se aplicaría en conseguirlo.
Marta le amaba con locura. Era única para ablandar su dominio. Y con él amaba al hijo que crecía en sus entrañas. Cuando Felipe se iba al trabajo, la música clásica envolvía el hogar. Y con amor de madre hablaba a su hijo sobre el sentido de la música y su belleza. Felipe alardeaba ante sus compañeros del hijo roquero que esperaban. A su mujer le decía, en la intimidad, que lucharía para que su hijo viviera el mundo del Rock. Le llevaría a los mejores conciertos por el mundo entero para imbuirle de su afición. Marta callaba y sonreía. 'Está bien', le decía, mientras él se empavonaba y crecía.
Nació Alberto. Y la madre siguió con él, secretamente, cada día, con el mismo modo de ser y de vivir, sumidos los dos en la escucha atenta de la música. Le bañaba, amamantaba, cuidaba, y contemplaba en un ambiente alegre y musical, recreado y explicado diariamente por ella. El niño gozaba a placer con el ambiente y con su madre. Y ambos callaban su secreta afición.
Pronto comenzó Felipe a llevarse a Alberto a sus conciertos. Y este se mostraba extraño ante tal aturdimiento, pero, bien educado por Marta, sonreía a su padre y le seguía con fidelidad. Marta les abrigaba, les ponía los bocatas, y les despedía gozosa. Alberto iba sereno con su padre, que le aleccionaba con autoridad, imposición y fuerza en el Rock, y le presentaba a gentes variopintas que le provocaban y aturdían. "Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas." La madre cuidaba con esmero del respeto y del amor hacia el padre. Y el padre forzaba a su hijo hacia el Rock, y le culpabilizaba si no le veía enganchado como él. Salmo 127: "¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás el fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien." Muchas veces hemos sido educados de esa manera en la familia, en la religión.
Pero, por encima de ese desequilibrio de la autoridad que se impone, se nos presenta hoy, día de la Sagrada Familia, la carta a los Colosenses 3: "Por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada." Marta educó a su hijo de una manera indirecta, y no impositiva. Supo crear, eso sí, un ambiente alegre, distendido, lleno de música de calidad, acogedor, abrazador, sanador; un ambiente de oración, de escucha, de fe. De 'música callada y soledad sonora’ que enamora, de san Juan de la Cruz. Y el niño Alberto crecía en casa como pez en el agua. Junto a su madre le nacían alas de libertad y soñaba con ser director de una orquesta. Y no dejó de acompañar a su padre y alegrarle la vida.
"La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente." No le faltó a Alberto un hogar, una fe confiada, una educación musical, un acompañamiento materno, una corrección amorosa, una motivación para crecer en la diversidad increíble de los mundos que descubría al calor del hogar, la escuela, la pandilla. Aprendió a gustarlo todo y a quedarse con lo mejor. Y cuando cumplió la edad de elegir su futuro, y dar salida a su vocación, mientras el padre le esperaba roquero, él, dejando a su padre descolocado, decidió matricularse en el Conservatorio de la Música, para comenzar estudios de dirección de orquesta. La madre, discreta y tenaz, humilde y callada, hizo posible el milagro del crecimiento armónico de su hijo. Lucas 2: "Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: -'Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.'"
Reza, hermano, en este día por las familias. Son realmente el lugar adecuado para que crezca y se desarrolle nuestro ser y vocación. Abandona ideologías machaconas sobre la familia, y convierte tu familia en un ambiente cálido donde brille la vida con serenidad e intensidad en fe y en respeto a sus peculiaridades y diversidades. La Iglesia abandona posturas rígidas e impositivas, y dedica sus fuerzas a generar ambientes positivos, cordiales, familiares, entrañables, audaces, dialogantes, sanadores, contemplativos, donde crezca el amor a la verdad y los dones y carismas que Dios concede a cada hijo, comunidad, familia. Haz lo mismo.
La fe en Jesús no es aburrida, se contagia de tú a tú, amorosa y gozosamente. No es ley impositiva, sino amor en movimiento. Y se prenda uno de ella en un ambiente alegre y musical, festivo y esperanzado, artístico y fecundo, auténtico y natural, comprometido y entregado. Cuida tu familia, parroquia, comunidad. Cuida la Iglesia y a sus hijos. Cuida del mundo y de los hombres. Y sonríe. Va a comenzar un año nuevo. Que lo tengas feliz junto a María, Madre de Dios y a su Hijo, Nuestro Señor.
Antonio García Rubio. Vicario Parroquial de San Blas, Madrid.