El corazón requiere de una verdadera aventura para poder ser conocido. "Jesús, según el Evangelio de hoy, no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre." ¡Saber lo que hay dentro del hombre! Casi es un misterio tan impenetrable como el de Dios. Sin embargo, para convertirnos en esta cuaresma necesitamos un conocimiento aproximado de ambos corazones, el de Dios y el del hombre. Intentémoslo:
Primero, conocer el corazón de Dios. Y para ello aproximémonos a sus obras. Clive S. Lewis (1898-1963) decía: “Se descubre más acerca de Dios a través de la ley moral que a través del universo en general, del mismo modo que se descubre más acerca de un hombre por medio de escuchar su conversación que mirando la casa que ha construido”. Pero sin pretender replicarle, creo humildemente que a Dios de modo admirable se le conoce por sus obras y sus criaturas. Sólo tienes que salir al parque más cercano a tu casa, o darte un paseo por la naturaleza, como tuve que hacer por trabajo el pasado lunes, atravesando el Puerto de la Morcuera, para constatar que el conocimiento y las emociones que provocan la naturaleza son excelentes, sin descartar la ley moral y otros modos de acceso.
Allí noté en el corazón la vibración conmovedora de la madre tierra. Contemplé la inmaculada y reluciente trasparencia de la nieve, y me admiré con los caballos en libertad, el descanso de las vacas y el sosiego de los jóvenes corzos. Y también experimenté el contento del corazón, y el salto humilde a un gozoso conocer y contemplar al Creador entre sus criaturas. Su belleza me enganchó. Reconozco que en ese marco, al vislumbrar el tierno corazón del Padre, es sencillo enamorarse. La hermosura de la naturaleza es camino apropiado para el conocimiento del Creador. Él ha preparado para sus hijos el bello y sublime Planeta Tierra. Y san Juan de la Cruz lo borda: "¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado, decid si por vosotros ha pasado! Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura." No renuncies a adentrarte esta cuaresma en el corazón de Dios a través de la Creación.
Segundo, conocer el corazón del hombre. Y si para conocer a Dios hemos de mirar sus obras, y su Palabra, para conocer al hombre hemos de mirarle y comunicarnos con él. Sólo la mirada y la comunicación nos adentran en el misterio del otro. Y sólo en la acogida y la escucha se le devuelve la sanación al corazón. El agua estancada se pudre. El agua corriente da vida. La comunicación nos muestra que hay demasiada soledad en el interior de las personas. Vivimos una era de comunicación incomunicada. Y la no-comunicación de lo esencial provoca demasiados daños y heridas sin curar en los corazones. Presentamos una cara maquillada, pero que denota, bajo el maquillaje, el drama, la tristeza y el agobio en que vivimos. Mucha frustración y depresiones no confesadas. Y así, se perpetúa un hombre solitario, individualista y perdido entre sus hermanos. Y el individualismo superfluo nos lleva, a "convertir en un mercado la casa, -la creación- del Padre..." (Juan 2.)
¿Por dónde nos orienta la Palabra hacia un camino digno de salida? 1 Corintios 1: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles." Pablo nos muestra el humilde camino para, de una tacada, conocer a Dios y al hombre: La cruz. "En la cruz está la vida y el consuelo, decía Teresa, y ella sola es el camino para el cielo." Al final, todos, queramos o no, tropezamos con ella.
Éxodo 20: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No te harás ídolos." Mantén el corazón amoroso del Padre Dios, que sangra en la cruz de su Hijo, como la referencia primordial de tu vida, porque mantener la comunicación con el hombre, encerrado en sí mismo, como el motivo de tu intento de comunicación y entusiasmo diario, supone aceptar en lo profundo, que la cruz te saca de la esclavitud y que gracias a ella te mantienes firme, buscador de conocimiento y alegre. El Salmo 18 nos recuerda que: "Los mandamientos (las palabras) del Señor son más preciosos que el oro fino, y más dulces que la miel".
En esta Cuaresma, mira y aprende de la Cruz, contempla la Creación y comunícate con tus hermanos.
Antonio García Rubio. Vicario parroquial de San Blas. Madrid.