El Salmo 21 nos sitúa en el centro del domingo: "Hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor." Esto es, narrarán, contarán, verterán en palabras, con pasión y entusiasmo, lo que cada discípulo ve, oye, percibe, constata o experimenta de Jesús y de su discreta y despierta presencia. Hablarán con un lenguaje sugerente, atractivo, imaginativo, nacido del pueblo, del corazón, cautivador, eterno.
Cada comunidad cristiana y cada amado hijo de Dios, han dedicado parte de su tiempo a contar, narrar o proclamar lo que el Señor realiza cada día en la vida. El agua que mana y corre, siempre está viva. El agua que se estanca, aunque se le vierta encima un perfume, se pudre y se corrompe. Lo que se narra, permanece vivo. Lo que se calla o falsea, se pierde o desnutre.
Hechos 9 ofrece pequeñas historias, como micro-cuentos: "La Iglesia gozaba de paz. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo." Narración muy elemental y sencilla, sin pretensiones, rauda y ágil, que ha dado y da mucha y fecunda vida a las comunidades cristianas durante veinte siglos. Es una invitación constante a reproducir un modelo de Iglesia pacífica, fraterna, prolífica, fiel, creciente y animada por el Espíritu.
Veamos otro micro-cuento de Hechos 9: "Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo había predicado públicamente..." Saulo cuenta lo visto y oído; lo comunicado y experimentado como fruto de su visión y escucha portentosas. Y, a partir de esta narración, otros muchos han anhelado ver y oír como Saulo. Al ver y oír como él, también se decide salir a los caminos y periferias existenciales para narrar y contar, para leer y compartir lo acontecido en la vida de las gentes y los pobres.
Por ofrecer un par de besos a una anciana solitaria, un evangelizador se encontró en su casa, compartiendo fe y vida con ella, su esposo postrado en cama, y su humilde familia. Ocho hijos. Uno en la cárcel, ya 15 años. Otro muerto arrollado y destrozado por el Metro. Un yerno abandonado por la hija, que se fue con otro, y viviendo con ellos, 'para no dejarle tirado en la calle, y que no vuelva a la droga, ya que solo nos tiene a nosotros como familia'. Todos son evangélicos. El matrimonio entregado cuarenta años a la oración y a sacar jóvenes de la droga. El evangelizador les encontró testigos del amor de Dios y deseosos de hablar de Él. Serenos. Amorosos. Servidores. Ancianos pobres y entrañables. Puro don y palabra de Dios.
1 Juan 15: "Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras...Su mandamiento es: que creamos en el nombre de Jesucristo, y nos amemos unos a otros." Esta palabra de Juan la vemos viva, para narrarla, en cientos de pequeñas historias de gente humilde que llegan a nuestros corazones. Gente que, como la de la anterior micro-historia, desgasta su vida por amor a Dios y a los desfavorecidos. Todo el día aprendiendo de los desfavorecidos que cada día se dan a sí mismos y dan lo que tienen a los demás. Sus ejemplos nos hacen quitarnos el sombrero y aprender; y nos suscitan lágrimas de anhelo de justicia y sentimientos de confianza en la fuerza del amor de hermanos que viven historias semejantes, mientras sufren drama tras drama en sus pobrezas impuestas. Son las buenas gentes que embellecen y engrandecen la vida humana, ofreciendo lo poco que tienen, que es mucho más de lo imaginable. Amor de verdad y con obras.
Juan 15: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Si permanecéis en mí... pediréis lo que deseáis, y se realizará. Así seréis discípulos míos." Esta última narración del evangelio de hoy, nos invita a investigar en las vías del corazón a la hora de vivir, pensar y actuar. Y a hacerlo con un lenguaje nuevo y siempre sugerente, como el de Jesús; utilizando la narración y el cuento, y recuperando el modo que Él usaba para hablar al pueblo, como tantas veces le vemos hacer al Papa Francisco: utilizando metáforas, comparaciones, historias populares, símbolos, parábolas. Él es la vid, nosotros los sarmientos. Qué bien se entiende así que hemos de vivir unidos a Él y entre nosotros, para poder dar a gustar el néctar y la esencia de la fe, la que sólo se puede vivir y compartir con el corazón. Aprende ese eterno y siempre nuevo modo de vivir y evangelizar. Y continúa narra las maravillas que el Resucitado hace en tu vida, en las de tu familia y tu comunidad.
Antonio García Rubio.