Hechos 1: "Lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo… : 'Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.'" Hoy, Ascensión del Señor, es un día triste, para ahondar en la experiencia de tristeza y nostalgia que provoca la ausencia de los seres queridos. ¿Qué haces ahí, plantado, absorto en tu nostalgia o tristeza, mirando las series de la tele? Del mismo modo que crece, como narra El Principito, la aceleración del ritmo cardiaco y el gozo contenido, según se acerca la hora de la inminente llegada del amigo esperado, así también decrece el aliento vital, y se pone como una nube, ante la desaparición de los que amamos, y quedamos con una fijación de dependencia afectiva, sin horizontes.
A veces sufrimos despedidas múltiples. Hijos o compañeros que se trasladan a vivir a la otra parte del mundo. Personas amadas que abandonan el hogar de modo definitivo. Familiares y amigos que se mueren... Y, en esos momentos, si los lazos son fuertes y entrañables, la tristeza se puede tornar oscura, como si faltase el sol. ¿Quién no ha experimentado un impacto así? Y ¿Cómo salir de ese estado de shock? No es fácil. Pero, planteemos la posibilidad de llenar esas ausencias. Cuando te quedas como perdido, con añoranza, inane, deseoso de encerrarte en soledades y hábitos negativos, puedes escuchar: 'Cada ausencia en mi vida, puedo llenarla con una nueva relación, un nuevo amigo o hermano, una nueva comunidad.'
Efesios 1: "Que el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama… y cuál la extraordinaria grandeza de su poder." Este texto contiene una revelación para los ensimismados y los que dormitan en la añoranza. Ofrece una llamada, un horizonte esperanzador, sabiduría para discernir y el poder del amor incondicional de Dios para levantarse y volver a vivir de modo talentoso, armónico, fraterno, luminoso y comprometido con los heridos por la vida. Pon activo tu bautismo, tu vocación. Si eres laico, y te has visto marginado en decisiones, ahora eres llamado a la sinodalidad, a vivir una fe activa, corresponsable, decidida, constante, evangelizadora y a mantenerte haciendo el bien.
La llegada del Espíritu, al celebrar el domingo próximo Pentecostés, será providencial para reiniciarnos en el fuego del amor que trabaja su Reino. Hoy, celebramos la marcha definitiva del Señor, su Ascensión, y en esta tristeza se nos anuncia la llegada de un nuevo amigo: el Paráclito. “Conviene que yo me vaya”, dijo Jesús. Salmo 46: "Dios asciende… tocad para Dios, tocad." Alegraos, Dios se va en Cristo y viene en su Espíritu.
Mateo 28: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Será la comunidad la que enseñe y desvele el Evangelio a los situados en el centro de la crisis migratoria y de refugiados; a los inmersos en las secuelas de una crisis económica y social, que ha arruinado, marginado o excluido a millones de familias, y que mantiene a miles de jóvenes en los márgenes del progreso y sin futuro en el mercado laboral; a cuantos sufren la amenaza del terrorismo, el cambio climático o el poder atómico; y a los obnubilados por un futuro mundial incierto, inseguro y complejo, sin líderes que cohesionen y sin esperanza.
En este ambiente desolador eres llamado a la tarea propia de los que se crecen, se elevan, y se lanzan a la aventura de creer que es posible lo imposible. No temas. “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." Es la hora de los bautizados que se ofrecen para que el amor no se pierda en el mundo, sino que crezca, como crece entre los humildes de limpio corazón. Hay muchos hermanos y hermanas dispuestos como tú. Sal de la añoranza, de la tristeza o del ensimismamiento. Ábrete al Espíritu transformador que llega. Únete a tus hermanos. Y descubre en el Espíritu a tantos nuevos amigos como te esperan.
Antonio García Rubio.