Números 11: "Moisés le respondió: ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!'" Un fenómeno propio de la sociedad actual es su diversidad y pluralidad. Ojalá todos fuéramos profetas con el espíritu del Señor, fuéramos un pueblo de hombres libres y una comunidad humana de diferentes, pero justa y fraterna. Ya no somos una sociedad uniforme, sino compuesta por diferentes, pero donde el poder y la tradición siguen vejando y corrompiendo a los débiles y pequeños.
LOS DIFERENTES. Eso nos cuestiona: En realidad, ¿somos todos hijos de Dios? ¿Lo son los diferentes? ¿Cuentan estos con la misma dignidad y amor ante el Padre? ¿Podemos considerar al diferente como miembro y hermano de nuestra carne o nuestra tribu? A nivel teórico y teológico no hay duda: todos somos hijos de Dios. Pero, ¿Qué sucede cuando la lejanía del diferente se convierte en proximidad con nosotros y en nuestros barrios? ¿Qué pasa cuando los vecinos son polacos, la tienda de la esquina de chinos, los inquilinos de arriba ecuatorianos, los que regentan el bar nicaragüenses, la barrendera senegalesa, el frutero musulmán, y los niños de la plaza gitanos?
¿Qué nos pasa al encontrar personas con pelajes, olores, facciones y costumbres diferentes a los nuestros? ¿Qué se siente en el ascensor al tropezamos con el pastor evangélico, la familia de color del tercero B, los jóvenes latinos alternativos que fuman marihuana, el ateo y anticlerical que muestra desagrado, el parado boliviano 'tomadito' y con cuatro perros, la abuela que se queja a voces, el beato que asquea por las expresiones soeces, los adolescentes multirraciales que chillan, carcajean y destrozan, el ideólogo furioso, la chica del Este víctima de trata y zombi del quinto C, o el zapatero que muestra cara de pocos amigos?
Jesús dice en Marcos 9: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro." Con la mayoría nos cruzamos, decimos buenos días, y cada uno se encierra en su casa con sus series, sin dejarse tocar por esos que viven tras unas u otras apariencias diferentes: personas, rostros de dolor, depresión e impotencia. ¿Qué dicen el corazón y la mente ante tan plurales y diferentes personas? ¿Qué nos dice la fe en Jesús ante tan gran diversidad y pluralidad?
LOS ARROGANTES. Salmo 18: "Preserva a tu siervo de la arrogancia." Cuídate de la arrogancia anónima e hipócrita, que juzga y desprecia. Es el gran pecado. Arrogancia de casta que permite violencias e incluso la muerte de inocentes, como la ese niño americano de 9 años que se quitó la vida al sentirse excluido por presentarse sexualmente como ‘diferente’ en su colegio. Una víctima más de la inmisericorde homofobia de los arrogantes.
En Santiago 5: "El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza." Un duro juicio de Dios ante los arrogantes poderosos que se creen dueños de las vidas pobres. Cuántas víctimas inocentes abusadas por indignos pederastas protegidos por el poder arrogante de una parte de la Iglesia. Los hijos de la Iglesia no podemos dejar de pedir perdón todos por tan grande y espantoso pecado. Cebados para el día de la matanza. "El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar."
LOS CREYENTES. Pero que ningún creyente de corazón, de los que trabajáis cada día con honestidad en el seguimiento de Cristo, se venga abajo. Este es el gran momento de la verdad, el de la gran conversión. Es el momento de pagar la deuda y de volver a empezar. Volver a nacer en Cristo. Alégrate de haber recibido la llamada de Jesús y haberle obedecido con una obediencia radical. Deja los pensamientos, miedos, prevenciones y cálculos, y dile de nuevo al Señor: "Aquí estoy para hacer de mi vida un servicio amoroso y luminoso a tus hijos amados, abusados, desprotegidos, dispersos y diferentes; a los heridos por la vida, por la arrogancia amparada de los inmisericordes y sus de sistemas inhumanos de poder. Aquí estoy para ser uno contigo y para experimentar la gozosa valentía de saberme y sentirme hermano que ama a los diversos, a los lacerantemente diferentes por su extrema pobreza o por la opresión inhumana que soportan o han soportado.
LOS APRENDICES. Dios está obsesivamente pendiente de todos sus hijos y ama sus diferencias, pues ha constituido a todos únicos y diferentes. Entre todos estamos llamados a formar una sola comunidad, un solo cuerpo de hombres y mujeres diferentes, que acaben ensamblándose en justicia, en comprensión, en armonía, en unidad y en comunión. Sábete llamado a formar con todos, sin excepción alguna, un sólo cuerpo, el de Cristo, que es punto de unión y de fraternidad universal. Sé un aprendiz humilde. Y con el amor del que fue Crucificado por diferente, aprende a amar tus ricas diferencias y pobrezas, y, por supuesto, las de tus hermanos.
Antonio García Rubio.