Sofonías 3: "Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena." Las palabras de Sofonías tienen poco eco en esa masa inmensa y sufriente, marcada por la desesperanza social, que se pierde y aúlla entre heridas añejas, insanables, y entre otras nuevas que van en aumento. Hay una gran masa social que sufre el hambre, la enfermedad, la penuria, la violencia, la opresión por parte de una ínfima minoría de poderosos sin escrúpulos, el deterioro del medio ambiente, la falta de agua potable y su insalubridad, el paro endémico, la plaga de las drogas, el individualismo, el desprecio y, para colmo, la ausencia de Dios.
No ignoremos las vidas de millones de hijos de Dios, a las que unimos otras muchas, que con situaciones más o menos holgadas, ven oscurecer su esperanza y la del futuro de sus hijos. ¿Cómo pueden escuchar la profecía, -"el Señor ha cancelado tu condena"-, sin que les hiera, aún más, sus maltrechas vidas, y concluyan que todo es una tomadura de pelo? Situémonos, si no es la nuestra, en su piel. Hagamos que el Adviento no sea un canto del cisne. Que sus palabras y gestos aniden en nuestras entrañas y las fecunden de esperanza. Escucha sus palabras con un alma grande: Regocíjate, grita de júbilo, alégrate y gózate de todo corazón.
Los creyentes somos unos testigos incómodos, pero necesarios. Incómodos porque planteamos un reto de luz y de esperanza en medio de la noche, de la opresión, de la cerrazón o de la miseria. Y eso resulta molesto o incluso insultante para algunos. Pareciera que por hablar de esperanza, fuéramos gente a la que nos va bien la vida. Y no es así. La vida rasca, es dura y febril. Pero, en el centro de esa dureza se nos ofrece la luz, y no podemos hacer otra cosa que dejarla ver en medio de la noche. Es una responsabilidad, y presupone la reciprocidad. Y, cuando todos andamos cegados de rascarnos los ojos y las lágrimas, al creyente, misteriosamente, se le enciende un candil, se le abre una espita de luz y de esperanza en la más oscura de las moradas.
En medio de la orfandad, el creyente sabe que tiene Padre. Y anuncia a gritos la belleza y la grandeza de la existencia. Y no pierde de vista quién es y hacia dónde camina; Isaías 12: "Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: 'Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.'" ¡Qué grande es Dios! Imposible no gritarlo. ¡Grítalo! Pero, no olvides que la mayoría gritará las últimas canciones de sus grupos preferidos para no perder la cabeza, y para dejar de pensar.
Tú hermano, eres creyente. Eres un candil en medio de la oscura locura actual. Eres poca cosa. No tienes poder. Cada día menos. Apenas tienes reconocimiento social. Y sin embargo, Filipenses, 4 te insiste: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." ¡Vaya texto! Está lleno de esa luz que no se encuentra en ninguna otra parte. Sólo la Palabra irradia de esa manera. Nada te preocupe. Actúa con mesura. Mantente alegre. Él está cerca, y tú estás custodiado en Él y en su paz.
Cristo Jesús. Él es la Palabra que le falta a este increíble y enrevesado rompecabezas o laberinto que sólo tiene una puerta estrecha de salida, entre millones de puertas falsas. Lucas 3: "El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: -Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga." Viene el que puede más que tú. Más que ese grupito selecto de poderosos del mundo. Más que aquel que te oprime o te difama. Más que ese que es una china gorda en tu zapato. Él bautiza en fuego y reúne el buen trigo en un granero desconocido que será la base de la verdadera alimentación del mundo. Él es. No busques más. Céntrate en el esperado de los tiempos. Es fuego sanador, salvador, regenerador. Dador de vida. Dios de Dios. Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero.
Tú, como el precursor, como Juan el Bautista, también en expectación con el resto de Israel, no mereces ni desatar las correas de su sandalia. Pero, como Juan, has sido elegido para ir delante de Él. Ponte en marcha. Los tiempos están difíciles y revueltos. Pero eso, convierte tu misión en apasionante y excitante. Todo está por hacer. Porque cada día y cada Adviento son nuevos. Y esta es tu nueva oportunidad de acoger y servir al Señor lleno de alegría.
Antonio García Rubio.