Domingo Gaudete, de la alegría contenida que se nos sale por poros y ojos a los bautizados en Cristo. Una alegría que provoca a los sentidos y a los sentimientos; pero que viene de muy hondo, de la trascendencia que se esconde, y se escapa. Una alegría que se la ve crecer desde las raíces del alma y busca la perfección en su propio clímax. Isaías 35 la describe de modo exuberante: "Decid a los cobardes de corazón: 'Sed fuertes, no temáis.' Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará." Llega el tiempo, ya está aquí, en que lo bueno resarcirá, despegará los ojos clausurados, abrirá los oídos bloqueados, hará caminar a los inválidos y cantar a los mudos. Llega el tiempo de la luz y la palabra, de la romería y la música, de la plegaria y la fiesta, del gozo encerrado y las danzas, de la comunicación y la pasión por peregrinar, de la alegría por hacerlo juntos, y en comunión, por el cuidado de la tierra, por la liberación de los pobres, por el renacer, la salud y la belleza de un humanismo responsable, bondadoso e incondicional, que nace en la cruz amiga y amante de Cristo Jesús. "Gaudete. Alegraos, regocijaos."
Sabed, como dice el Salmo 145, que: "El Señor ama a los justos. Guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda. Y trastorna el camino de los malvados." El amor de Dios se manifiesta en su Hijo, y lo hace mediante un pueblo fiel, que se mantiene unido, en comunión, y peleando por la vida y por el cuidado del planeta, por la paz y la relación confiada entre hombres diferentes, por el alimento y la salud para los hambrientos, por la formación y fortaleza corporal y espiritual de niños y adolescentes, por una vivienda digna y bella en su sencillez para los desfavorecidos, por un trabajo con el que recrear el mundo, y una vida armónica en nuestras familias. Amor de Dios que hemos de favorecer e impulsar en la comunión sentida, trabajada y compartida. Para eso vive la Iglesia; para eso vive cada creyente y cada comunidad cristiana.
Pero: ¿Dónde escondes la verdadera alegría de la espera? ¿Por qué se les esconde y oscurece a tantos de tus hermanos?
1. Santiago 5: "Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor." Para que la espera te sea alegre y no se te oscurezca la esperanza:
- Mantente firme, y a un palmo del Cristo que viene. Hazlo con esa firmeza del ánimo que te hará reconocer la luz en medio de la más oscura noche. “Qué bien sé la fuente que mana y corre, aunque es de noche”.
- Acepta cuanto acontezca en tu historia, y en la historia del mundo, sin quejas egoístas, con plena conciencia de lo que sucede; pero no dejes de abrir sendas y caminos al Señor, y a su propuesta de paz y reconciliación.
- Aprende a practicar el ejercicio de una paciencia profética, que puede acabar siendo ‘no-violencia’, como hizo el Cristo que viene. Hazlo en su Nombre. Hazlo en medio del dolor y del sufrimiento de millones de seres humanos. Hazlo uniéndote al clamor por la justicia y el respeto a los Derechos Humanos para los desfavorecidos.
2. Mateo 11: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él." ¿Cómo se encuentra la grandeza de tu alma y de tu vida? ¿Estás entregado a cuantos esperan en el lado oscuro, en el fracaso, o en la utopía?
- Mira, escucha y contempla en medio del desierto. El mundo espiritual, fraterno y humano del siglo XXI se ha convertido en un desierto sin manantiales de agua y sin brotes de luz y de esperanza. Los caminos que transitamos, muchos de ellos están desérticos, aunque estén obstruidos por multitudes. Y es hora de mirar y contemplar; de no juzgar, ni cuestionar; de no jugar a mentalismos y palabras empequeñecidas por los egos, gallitos de pelea. Mira. Despierta los ojos. La mirada de amor te cambiará la vida, el corazón. Lo cambiará todo.
- Cultiva la grandeza de tu alma. Alégrate. Deja ya de mirarte el cuerpo y su aparente poder musculoso. Deja de mirar la fachada engañosa de los cuerpos físicos. No pongas el corazón en los artefactos embusteros o violentos que utiliza el poder. Cultívate por dentro. Deja que te crezca un alma grande, y que se una al alma grande del mundo que se desarrolla lenta e invisiblemente. En esa alma, el alma de Cristo, que viene y llama a tu puerta, está el futuro más cierto del hombre y de su historia.
- Reconócete como un Bautista, como un pequeño entre los pequeños. No temas serlo. Todos los imperios caen. Sólo Dios es grande y vive para siempre. Jesús llega a confirmártelo; viene para que tú vivas alegre, reconciliado con Dios y con tus hermanos; para que vivas una vida nueva, fraterna y pacificada. ¡Ven Señor!