El relato del Libro de los Reyes te revolverá el corazón, y te incomodará, cuando reconozcas el uso, e incluso abuso, manipulador que haces de la fe. Lee despacio. 1 Reyes 3: "Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente". Lo más noble que puedes hacer como persona noble y de fe, es situarte, y protegerte, con mansa confianza, en la palma de la mano de Dios; es pedir por los hermanos, que acompañan tu paso cotidiano; es orar por una humanidad decadente, en la que eres uno más, y olvidarte de ti a la hora de hacer tus peticiones. Pide lo que te falta para cuidar y amar bien a los otros. Entrega tu vida a su servicio. Implora lo que necesitas para ofrecer a los pobres que te rodean la seguridad de tu servicio, y la fidelidad de amistad de tu corazón noble. Pero nunca pidas nada egoísta, o movido por interés, por miedo, por comodidad, por el 'te doy para que me des'. Reza para que desaparezcan de tu oración sincera, si la amas con transparencia: protagonismos, vanidades, o ambiciones. No pidas protección estando en competencia con otros, ni demandes seguridad por encima de la seguridad de los demás.
El verdadero consuelo lo encontrarás en el regalo consciente y generoso de la vida, al practicarlo día a día con pequeñas alegrías y un reposado esfuerzo. "Quien regala, bien vende", dice el interés del mundo de los negocios y del comercio. Párate ahí un poco. Quizá el dicho tenga aplicación en el mundo espiritual y en el trabajo social. Mantén tu interés por olvidarte de ti. Haz un esforzado y generoso camino de entrega a tu barrio, tu pueblo, a los enfermos y pobres. Regálate de corazón, y experimentarás un nuevo y singular empuje del Espíritu. A la par tendrás conciencia de la compasión amorosa del Padre y la gratitud sonriente de los humildes. ¿Se puede pedir un pago mayor? Salmo 118: "Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo; cuando me alcance tu compasión, viviré, y mis delicias serán tu voluntad". No hay proporción entre lo que tú ofreces y las delicias que Dios te ofrece al entregarte, vocacionalmente, y como seguimiento, al servicio a tus hermanos rotos y abandonados, al santo y anónimo pueblo de Dios.
El punto de encuentro al final de tu vida, como bautizado, es la imagen viva de Cristo. Anhela ser como Él, y lo verás renacer y florecer en ti. Hazlo. Sé valiente. Formúlalo, créelo, trabájalo, sin buscar beneficio, ni protagonismo. Guíate por la acción secreta del Espíritu. Está en juego el amor y bien del Cuerpo que somos. Todo es conforme a su voluntad. Romanos 8: "Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo".
Para que sea posible, toma contacto con la perla que crece en lo hondo de tus entrañas. Entra más y más dentro. Y ahí, compra y vende espiritualmente. No temas. Dios sabe. Ama a los buscadores y a los que se equivocan. Selecciona una y otra vez las perlas que buscas en el silencio del corazón. Encontrarás perlas aparentes, perlas engañosas, perlas falsas y traficadas, perlas con presencia de buenas que te defraudarán. Pero, tú, sigue adelante. No cejes en tu empeño de encontrar la PERLA. Te oscurecerás, te entristecerás, te sentirás traicionado o engañado, o errarás. Pero nunca te des por vencido. Sigue buscando. Dedica más y más tiempo a la oración silenciosa, y a un servicio desinteresado entre los pequeños. Sirve hasta desgastarte. Adéntrate en todos los ojos. Quédate absorto ante las más rígidas pobrezas de tu ser o del de tus hermanos. Ni te avergüences ni te escandalices. En su momento, aparecerá la perla que buscas. Utiliza la respiración, la relajación, el mantra, la concentración, el silencio, la donación, y el sacrificio de tu vida. Confía. En el momento oportuno, aparecerá deslumbrante la perla que se va gestando en lo más íntimo de ti mismo desde tu bautismo. ¡Cómprala! Sin dudarlo. Es él, eres tú, es el Pueblo, es su Reino. Él, tú, tus hermanos. El cuerpo, la comunidad, la fraternidad. La pura transparencia. ¡Lo nuevo! Mateo 13: "El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra".
Antonio García Rubio