"Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos". Estas palabras cuestionan modos de vida fundamentados en la pureza del orden. Y, en la vida religiosa, ese orden puede acabar convirtiéndose en algo retorcido, y alejado de la Buena Noticia del Evangelio. Cuidemos con esmero de no manipular a Dios con confusos intereses ideológicos, económicos, políticos o sociales. Estas palabras de san Pablo, en Romanos 11, desmitifican y liberan, pues ligan la rebeldía con la misericordia. Como proclama el Pregón Pascual: "Feliz culpa que nos trajo tal Redentor". Ligar la rebeldía y la misericordia es prioritario en la proclamación de la fe cristiana. La catequesis de niños y adolescentes abusaba de la doctrina del premio y castigo. Se dice demasiado someramente, muchas veces sin saber qué se dice, que Dios ‘premia a los buenos, a los que mantienen el orden, y castiga a los malos, a los rebeldes’. Esa penosa formación produce un tipo de cristiano que crece intentando granjearse el beneplácito y la aprobación de sus líderes, y, con el paso del tiempo, acaba percatándose de que la realidad del mal y del bien supera una aceptación bobalicona e infantil, y puede provocar el rechazo incondicional del orden impuesto. En cambio, la fe que se fundamenta en la relación amorosa, de tú a tú, con Dios, nos facilita el hecho de sabernos hijos amados suyos, nacidos libres y con derecho a rebelarnos incluso contra Él mismo.
Tanto la rebeldía del hombre, como la misericordia de Dios para con él, se dan a la par en el pueblo de Israel, en los primeros cristianos, y en el mismo san Pablo. Romanos 11: "Los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Vosotros erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia". Nos maravilla Dios. Su escrupuloso respeto por el hombre, por molesto que pueda resultar la rebelión en libertad del hombre. Nos fascina la limpia hermosura de su discreta y silenciosa misericordia para con nosotros, cuando nos ve por un instante, abocados, por el uso de nuestra libertad, al abismo del mal infinito. Y ahí, cuando nos encuentra heridos, acosados, o al borde del más tenebroso precipicio, nos ofrece sin condiciones la misericordia y el amor. Este amor les resulta desconcertante y fuera de control a los ordenados y biempensantes; y, por el contrario, les pone alegres y dichosos a los silenciosos y contemplativos, que no alcanzan a comprenderlo, pero sí a vivirlo. Isaías 56: "A los extranjeros (a los paganos, alejados, ateos, o perdidos, que diríamos nosotros) que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, los alegraré en mi casa de oración, aceptaré sus sacrificios; porque mi casa es casa de oración".
Cuando descubriste que eras un rebelde y un pecador, y sin embargo un hijo amado del Abba Dios, que se te mostraba capaz de esperar tu vuelta subido en lo alto de un otero, entonces, empezaste a cantar con una fuerza desmesurada, sin poder dejar de hacerlo, el Salmo 66: "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben". Ahí descubriste que Dios es increíble, que hace como quiere, cuanto quiere, donde quiere, y sin dejar de esperar ni de confiar en el hombre. Dios te espera siempre que no dejes de buscarle, y lo hace con intensidad de amor, sin importarle los caminos rebeldes o equivocados que transites.
Mateo 15, te pone los pelos de punta. Jesús parece decidido a seguir el comportamiento que esperan los obedientes hijos de Israel, los que creen que Dios es una especie de propiedad suya, propiedad de los ‘buenecitos’ de siempre, aunque sean capaces de corromper a otros o de corromperse a sí mismos en la más arbitraria oscuridad, y sin dar nunca la cara. Y, así, Jesús le dice a la cananea: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos". O como diría la viñeta humorística de las dos viejas con pañuelo negro que salen de la Iglesia, diciéndose: "Convéncete, Micaela, que al cielo, cielo, cielo, tal y como está la vida, con tanto sinvergüenza, acabaremos yendo sólo las de toda la vida". "Y la mujer repuso: “tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos". Qué buena es la escucha, la participación, la opinión, la lucha por los derechos humanos, y el no conformarse con lo de siempre. Qué bueno preguntarse. A veces, parece que el muro de cualquier tradición, egoístamente construido y entendido, no caerá nunca, pero no es verdad. "Jesús le respondió: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija".
Estás en tiempo de iniciar un cambio profundo. El espíritu Santo nos lleva. La naturaleza, manipulada, se rebela contra el hombre, y le pone en jaque mate. Un tiempo así, supone un cambio radical en la visión de la historia. Es similar al modo como lo vio y actualizó Jesús, que eliminó el protagonismo excluyente del pueblo elegido, y abrió las puertas de la gracia y de la misericordia a todos, a los buscadores, a los pobres y a los rebeldes. Es suficiente con que el hombre busque el camino, la verdad y la vida en medio de su más burda y oscura noche. ‘Busca primero el Reino de Dios y su justicia’, no busques la justicia de los hombres que proclama la salvación de “los buenecitos”. ‘Arma lío’, como dice el Papa; busca lo bondadoso, lo noble, lo bello, lo auténtico y lo verdadero... ‘Tus palabras sean: sí, sí, y no, no’. Y en el silencio de tus heridas y equivocaciones; de tu tozudez, depresión, ansiedad o angustia; de tus lágrimas impotentes, tus búsquedas sinceras, frustradas o torcidas; de la verdad de tu corazón, de tus intentos por derribar el muro de lo que no es, y de tus cansancios y pasiones desatadas; en medio de esa vida tuya rebelde, vuelve tus ojos al otro Rebelde, al que se ganó la cruz por atreverse a llamar a Dios de Tú, a decir de Él que era su Padre, y a escuchar de Él que era su Hijo muy Amado. Que tu rebeldía, gracias a la acción del Espíritu, te conduzca al encuentro con Jesús, y al baño de su misericordia. Siempre te estará esperando, por rebelde o pecador que seas. Convierte tu rebeldía en acción de Dios, en acción humanitaria, en entrega sacrificial de tu vida.
Antonio García Rubio.