LA NECEDAD DE LA CRUZ
Para la cultura del mundo la predicación sobre la cruz no es la alegría de la huerta. Pablo marca bien la contradicción: 1 Corintios 1: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios". Aquí está el centro de la experiencia de los llamados, los que viven y celebran cada domingo en sus vidas e iglesias. Los años de bonanza, crecimiento desmesurado y bienestar tecnológico, han ido arrinconando y haciendo vergonzante el hecho de predicar al Crucificado. La predicación sobre la Cruz va contra de los criterios del marketing y del comercio. Muchos acomodados se preguntan: ¿Para qué necesitamos un Crucificado, un perdedor, en una economía de mercado y en un humanismo excluyente? La fiebre del dinero, del progreso imparable nos ha hecho aspirar a un mayor poseer y acumular. Y, sin querer, la propaganda nos ha hecho ver el absurdo de creer en Dios, cuando el poder de la tecnología se ocupa de las necesidades del hombre mejor que el dios tapagujeros que nos habíamos creado popularmente. El desarrollo de medios y técnicas, la impronta de la educación, la medicina, la economía, el mercado, la eclosión de los viajes y del placer desatado, la exaltación de la juventud y del poder..., han ido relegando, como una reliquia del pasado, al omnipresente Crucificado de un pasado no muy lejano. A estos hombres ya no les resulta ni atractivo, ni interesante, ni necesario. La cruz es un escándalo o una necedad.
¡SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS!
Estás, hermano llamado en una segunda Cuaresma vivida en pandemia. Tiempo de concentración, e intento de comprensión. Todo tiene su porqué en el desarrollo del pensamiento y de la evolución de la humanidad. Mira la realidad humana y religiosa en la que te encuentras. Eso basta ahora. La crisis sigue profundizándose en ti y en la mayoría. Las preguntas están más latentes, el dolor hiere la vida personal, las relaciones, las familias, la soledad, el trabajo, la ancianidad, la juventud, las ofertas de futuro... Y esto, te está haciendo crecer tu sed. La sed de felicidad, del bienestar perdido, de sabiduría, la sed de abrazos, de alegría, de consuelo, la sed de esperanza... Y en este clima de preguntas sobre el presente y el futuro de la humanidad se te regala el texto del ciclo A del Evangelio, el relato de la Samaritana: Juan 4: "La samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." Eres tú el que hoy, en el centro de la crisis humana y de la pandemia, representas el papel de la Samaritana. Tú tienes el cubo con el que sacar el agua del pozo, y Jesús, que es el Agua Viva, te pide de beber. Si conocieras el don de Dios, si lo conocieras de veras, terminaría tu disputa entre tener el cubo y detentar de ese poder, y responder amorosamente al Dios sediento de ti, del hombre, que te pide de beber. Jesús te ayuda a entender con palabras y gestos conmovedores el camino para poder llegar a la mente y al corazón de los nuevos samaritanos, de ti y de los hombres y mujeres de la crisis de la pandemia. ¡Si conociéramos el don de Dios!
JOVENES QUE PIDEN SER BAUTIZADOS
Últimamente, por pura gracia, llegan a la Unidad Pastoral donde me encuentro, en el barrio de San Blas, en Madrid, hermanos jóvenes que descubren en el derrumbe y en el secreto de sus vidas el don de Dios. Les llega de un modo radical, auténtico, y un tanto salvaje, en el centro oscuro de sus vidas perdidas o arruinadas, alejadas de la Fuente, y sin referencias a ellas. Les llega directamente de la mano del Espíritu, que actúa donde quiere y como quiere, que busca el corazón de los hijos de Dios, los llamados, para levantarlos, dignificarlos, inundarlos de Agua Viva, ungirlos, bautizarlos, confirmarlos, alimentarlos, amarlos. Y en ellos comprendemos que sigue siendo Él, Jesús, el Amado, y su Espíritu, el que, en lo secreto, llama y da a conocer el don de Dios, el amor incondicional de Dios por el hombre y la mujer. Y así sabemos que Dios va por delante, toma la iniciativa, y continúa sorprendiéndonos.
LA PALABRA MEJOR PRONUNCIADA
Éxodo 20: La Ley se dio por medio de Moisés: "En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí." El Dios que saca de esclavitudes, fangos, oscurantismo, y que muestra el camino de la libertad. Primero a través de la Ley, y ahora por medio de la Gracia. "Los mandamientos del Señor son más preciosos que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila", el Salmo 18 abre el entendimiento a reconocer que la sabiduría viene de la Ley, más preciosa que el oro, más dulce que la miel. Pero, tras la Ley, aún quedaba la gran sorpresa: Jesús, el Crucificado. Él revela y manifiesta lo mejor: el amor mismo de Dios llevado al extremo de ser un amor incondicional por el hombre, por los pobres, por ti. Y, por eso, has de hablar con paz y humildad de la Cruz. Ella es para ti, llamado por el Amado, la expresión suprema y radical del amor total, entregado en su Cuerpo crucificado. De ese Cuerpo del que, ahora, participas tú. Cuerpo Resucitado. Juan 2: "Hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía". Confía en la Cruz y el Crucifocado. Es la mejor palabra que se ha pronunciado en la historia de la humanidad. La alegría confiada y recuperada.
Antonio García Rubio.