PARTICIPA EN LA HERENCIA DE LOS SANTOS. Dios ha dejado en ti "la riqueza de gloria que da en herencia a los santos" y ha "vuelto a nacer en ti". Eres uno más del pueblo de pobres que son humillados y de pastores que se abajan. Las siguientes palabras no se entienden fuera del entorno de los discípulos de Jesús. Efesios 1: "El Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos". Al abajarte entre los empobrecidos, Dios te regala un sorprendente encuentro con Cristo, te ofrece su Espíritu de sabiduría y revelación, con el que conocerás mejor a Jesús, al hombre, al pobre, y también el camino de la liberación y la sanación. Experimenta ese antes y ese después, en el encuentro con Cristo pobre, y las pobrezas. En esa experiencia se te da fe y hondura social, fraterna, humana, espiritual. En Cristo Dios te llama a participar en la herencia de los santos, en un estado de conversión y en un nuevo modo de ser y vivir. Supera con Él los modales mal aprendidos, o esa sola religiosidad externa e institucionalizada. No querrás ya formar parte del registro de una religión oficial, como si se tratara de un club de socios. No gustarás de revestirte de honorabilidad externa, como con caché; tampoco te atarás a una cláusula de fría moral, para asegurarte la salvación eterna en primera clase; ni te quedarás en gestos, ritos externos, piedades individualistas o milagreras que te den un bienestar añadido. Anhela vivir la Encarnación, la donación de Jesús y su propuesta de vida. Y así, purifica tu fe en Navidad.
SÉ EL SER HUMANO QUE CRISTO CREA EN TI. A la persona que vive su fe en Cristo, se le da experiencia naciente de la luz, sabiduría, entrega, sosiego, acogida de un nuevo poder independiente del ego, y renovada vida en común, en comunión. Se le da en un pueblo de gloria, un resto iluminado, una porción elegida para una misión profética, fraterna, evangelizadora, singular, y que, a su vez, se diluye como sal y como luz, sin protagonismo alguno, en medio de un pueblo pobre, humilde, santo, y glorioso. Eclesiástico 24: ""En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad". Esa ciudad amada donde Jesús viene a descansar, donde arraiga su poder para el bien, la justicia y la paz, es tu alma, tu corazón, tu templo interior, tu espíritu bien dispuesto, tu altar para el sacrificio, para la entrega que se sitúa en tus entrañas, en la íntima intimidad de tu ser, 'en espíritu y verdad', como le dice Jesús a la Samaritana. En ti, en tus hermanos de fe, en tu comunidad fraterna y de vida, en tu grupo de Evangelio, Él habita y descansa mediante su Espíritu, que te enseña todo. Dietrich Bonhoeffer escribió: "Ser cristiano no significa ser religioso de una cierta manera, convertirse en una clase determinada de persona por un método determinado (un pecador, un penitente, un santo), sino que significa ser persona; no un "tipo de persona", sino el ser humano que Cristo crea en nosotros".
RECUPERA EL PROTAGONISMO DE JESÚS. No resulta sencillo encontrar las palabras adecuadas para vivir y transmitir el Evangelio en la cultura actual. Penetra en el meollo de la Buena Noticia, y déjate conducir, con libertad y entrega radical y rompedora, por el Espíritu del recién nacido, que ha reposado en ti su poderosa y esclarecedora presencia. Ha concluido el tiempo de la Ley, del 'ordeno y mando'. Es hora de sencillez, corazón, humildad, sinodalidad, escucha sincera; hora de romper prejuicios y prestar atención al hombre que busca y al Dios que le busca, te busca. Juan 1:"La ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer". Es la hora de Cristo en ti, de tu vuelta a su Evangelio; y la hora de dejar de hablar de ti, de tus dogmatismos, espiritualismos, o imposiciones morales; es la hora de quitar protagonismo a la institución, a los hombres de la misma; es la hora del humilde diálogo, centrado en la oración personal y comunitaria; es la hora de situarse, como Cristo, en la encrucijada de los pobres, que pagan, con su vida impotente, miserable, abandonada, y de imposible sostenibilidad para sus familias y personas, los platos rotos por la prepotencia de los poderosos; es la hora de animarte a evitar la distracción, los vicios del ego, y de crear unidad para vibrar y trabajar por liberar a los desprotegidos de la codicia y del protagonismo que les humilla, y hacerlo con una sola voz, la de Jesús, nuestra cabeza. Él ha de recuperar el protagonismo, y el liderazgo. Hablamos de Jesús, sólo de Él, nacido de María, el único que puede manifestar la verdad que convierte el corazón, y el secreto escondido en el ser y el corazón del Padre. Vuelve a Jesús. Deja de causar heridas, malos tratos, de imponer formas externas. Es la hora de los pobres, los místicos, los profetas, los discípulos, los hijos amados que aman a los despreciados, y se vuelcan con ellos. Apúntate a Jesús. Haz propuestas sinodales para que el pueblo, los humildes y los testigos crezcan en la fe en Él, en el amor comprometido, en la pasión por los desprotegidos, y por un amor mutuo y auténtico.
Antonio García Rubio.