Los grandes momentos de la humanidad, ante la impotencia y el drama compartidos por la violencia y la cazurrería humanas, especialmente en las guerras y los enfrentamientos encarnizados, tienen su clímax más expresivo en la firma de pactos que traerán la colaboración, la convivencia, la confianza y el reencuentro mutuos. En nuestro país, los representantes de todos los partidos políticos refrendaron dos grandes pactos que pusieron fin al enfrentamiento y el sufrimiento de muchos españoles durante décadas: La Carta Magna Constitucional y los Pactos de la Moncloa. Ambos fueron el arco iris del nacimiento de una nueva era en la historia de España. En la Iglesia también, tras siglos de postergación y encerramiento, los Padres Conciliares votaron mayoritariamente los Documentos finales del Concilio Vaticano II. Y en la Palabra de hoy tienes el gran pacto entre Dios y los hombres tras el diluvio. Génesis 9: "Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron: aves, ganado y fieras. Ésta es la señal: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra".
Ahora, que inicias la Cuaresma, te propongo que te prepares durante cuarenta días para la firma de tres pactos singulares y necesarios para tu vida de bautizado en Cristo Jesús.
PRIMERO: Un pacto para asumir y vivir la ternura de Dios como fundamento para las relaciones comunitarias: Salmo 24: " Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor". Si te abandonas en los brazos del Padre y te recuestas en su pecho, aprenderás a vivir con ternura y misericordia. El corazón frío o endurecido se te ablandará, y te renacerá un gozo nuevo, al saberte parte de un pueblo de hombres y mujeres en proceso de conversión. Deja a un lado el poder de la mente, que siempre te servirá si es positivo, y entra en la otra faceta del poder: la de la ternura, la misericordia entrañable, y la dulzura de un amor sensible que guía tus pasos por el camino de la vida en común, lejos del individualismo. La ternura que vuelve a situarte en el centro del proyecto esencial de la vida fraterna de los discípulos de Jesús, en torno del lago de Galilea. Vuelve con el Resucitado a la comunidad de Galilea. "¿Me amas más que estos?"
SEGUNDO: Un pacto para recuperar en la Iglesia el bautismo, el Sacramento que te abre a la Sinodalidad, y te iguala y hermana en las deliberaciones, las decisiones y las responsabilidades, en un momento crítico para la historia de la humanidad y para la misma Iglesia. Y hazlo en la perspectiva y la providencia de la Comunión Trinitaria. 1 Pedro 3: "Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que consiste en impetrar (solicitar una gracia con encarecimiento y ahínco) de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo". Pide con determinación una conciencia pura, limpia, transparente, de hombre nuevo; pide el renacer del hombre que eres y que te ofrece el Resucitado en el bautismo. Lo más apasionante del estado de “gracia que vale más que la vida”, es que eres un bautizado, un hombre, una mujer con una nueva conciencia de la vida. Está el ser humano tan paralizado y atascado, que resulta absolutamente necesaria esta nueva conciencia que te ofrece el Señor al ser bautizado. Empieza de nuevo, recupera tu ser bautismal, ponlo en práctica, sé un cristiano responsable, fórmate, entrégate, participa en la vida de tu comunidad, fortalécela con tu entrega responsable. Decide con determinación. Aporta tu conciencia limpia y esclarecedora. La humanidad necesita de la luz de Cristo.
TERCERO: Un pacto para el silencio creativo y converso, en el desierto de la pandemia, que facilite el perdón, el abandono de la prepotencia y el gozo de la humildad servidora. Marcos 1: "El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían". Todos somos empujados por el Espíritu al desierto de nuestras ciudades confinadas, al desierto de nuestro corazón despoblado de rostros y empañado de mascarillas en tiempos inciertos y apesadumbrados. Pero aprende a ponerle buena cara al mal tiempo. "Tú perfúmate la cabeza y lávate la cara", es decir, ponte la sonrisa del día de fiesta, vístete con ella hasta que la trasmitan tus ojos, que ahora son el espejo de tu alma. Mantén un silencio creativo, artístico, lector, poético, pintor, escuchador, circense, humorista, comunicador, restaurador. Un silencio que transforme el mal que recibas en un bien a raudales. Un bien que retorne a tus hermanos en forma creativa o en servicio amoroso, que sensibilice, que se abaje, que se entregue, que cuide, sane y desdramatice, que solucione las pequeñas cosas de cada día, que libere y respete.
Estás en la Cuaresma. Conviértete y cree en el Evangelio. Empieza de nuevo. Aumenta la fe de tus hermanos por contagio. Practica con todas las medidas el ‘tú a tú’ con el Señor y con tus hermanos. Buena Cuaresma, amigo. ¡A rezar, a soñar, y a transformarlo todo con el Espíritu y con la Comunidad!
Antonio García Rubio.