SERVIR AL SEÑOR.
Tomarás decisiones lentas de ejecutar. Precisan tiempo, luz, silencio, desapego y discernimiento. "En tiempo de desolación, no hacer mudanza", dice San Ignacio. Cuando buscas en tu noche, desolado, turbado, perdido o descentrado, no te entras en el misterio, en la estrecha holgura del Ser. Sólo podrás si el Espíritu está implicado en el meollo de tu fe, y Él te despierta a su confianza. El salmo 4: "Tú que en el aprieto me diste anchura". Cada historia requiere sus preparativos. Lo hacen los deportistas, científicos, informáticos, mamposteros, agricultores o marinos. La fe te prepara y cuida para el encuentro con el Señor, sus consecuencias y el cambio de vida que aporta. No podrás vivirlo y experimentarlo aunque, en determinados casos, alardees falsamente de ello. Josué 24, te da pistas: "Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor". La decisión de servir al Señor te supondrá: 1. Una vida entregada al Evangelio, al Reino, a los pequeños y pecadores, a los buscadores y desamparados; 2. Una experiencia de vida y fe contrastada con tus hermanos, en comunidad; 3. Y una búsqueda, bien contrastada y discernida, afectiva, espiritual, psicológica, social y eclesial. No te permitas distraerte, contrariarte, centrarte en ti, mirarte al ombligo. Anda concentrado, en oración continua, feliz por tu humanidad, familia, vida social y comunitaria. Y por poder orar y servir.
CONTEMPLA LA TRADICIÓN ESPIRITUAL DE LA IGLESIA.
En esta época oscura para tu comportamiento y tus búsquedas contempla la Tradición de la Iglesia; no tradiciones impuestas, elitistas, alejadas del Evangelio, coloristas, o que respiran ideología, rencor, infantilismo, apetencia de formas externas de poder, carentes de ternura, sabiduría o misericordia. Salmo 33: "Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor". Contempla la Tradición de fe y confianza ilimitada en el poder bondadoso de un Dios que, en medio del caos, te cuida y protege a sus hijos con lazos de amor incondicional. Una Tradición que te convierte en discípulo y profeta, te enseña a dar la vida y a mostrar las entrañas del amor manifestado en la cruz de Jesús a los pecadores, ateos, buscadores, críticos, enfermos o indefensos. Haz como Él: escucha, sánate sanando, libera y libérate, reconoce en ti y en tus hermanos el abatimiento, la angustia o la quiebra de humanidad de cristianos, buscadores, hundidos o perdidos en calles, barrios pobres, en fronteras y mares, y más allá de los océanos.
UN CAMBIO IMPORTANTE SE PERCIBE POR LOS HUECOS DE LA SOCIEDAD.
Pablo te sitúa ante el drama de la mujer. Efesios 5: "Amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante". Pone a la mujer en estado de igualdad con el hombre, y de radical respeto a su dignidad; y sitúa la relación del hombre y la mujer a la mayor altura, la de relación de Cristo con su Iglesia. Es una Comunión en la que los bautizados son iguales a Él, portadores de su imagen y derechos de hijos y hermanos. El Nuevo Testamento abre un tiempo nuevo de libertad, igualdad, fraternidad y comunión con Él y entre todos y todas. Tarda en llegar, pues nos mantenemos en el caos; pero, sin que sepamos cómo, va cambiando la faz de la tierra. La misma mujer nos lo manifiesta con su trabajo denodado por una verdadera igualdad.
¿A QUIÉN ACUDIRÉ EN ESTA HORA INCIERTA?
Cristo, unido a mujeres y hombres, te llama a una vocación y a una misión que no se mezcla sin más con los criterios y comportamientos sociales o culturales. Tu vocación cristiana se fortalece al servir, ser de los últimos, dialogar de igual a iguales, ponerte en la piel de las mujeres, los pobres, los agnósticos o de cuantos rechazan la Iglesia. Es la suya una llamada a la fidelidad, la conversión y la entrega. "Cada uno con la medida del vaso que lleva", (San Juan de la Cruz). Pero, ayer y hoy algunos no podemos con esta misión. Juan 6: "Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna". La Iglesia sabe que está llamada a caminar junto a los hombres y mujeres de este tiempo confuso, enmarañado, frágil e injusto; a detenerse, mirar, escuchar, contemplar, experimentar, rezar, proponer, valorar a los otros, con los que Jesús se sienta a su mesa, se sacrifica, actúa, interactúa, cae, se levanta... ¿A quién acudiré en esta hora incierta, Señor? Sólo a ti, a tu amistad, a tu Palabra, tus sacramentos, tu Iglesia, la comunidad de hermanos; acudiré al aprendizaje de tu amor, a dejarme llevar por la fuerza de tu Espíritu, al diálogo fraterno con todos, a la acción samaritana, la acogida y a la valoración de los diversos y diferentes; a mantenerme en salida. Porque sólo Tú tienes palabras que me orientan, sanan y liberan, y me ponen de nuevo a caminar. Porque tus palabras son "vida eterna".
Antonio García Rubio.