Nos tenemos que situar en los finales de los años 60 y principios de los 70, yo estudiaba ingeniería electrónica en la Universidad Pontificia de Comillas ICAI en la calle Alberto Aguilera de Madrid, tuve la gran fortuna de tener como rector de estudios al P. Goicoechea (yo he tenido la gran suerte de estar rodeado de buenos curas), vasco y familiar de los Coicoechea del Talgo e ingeniero agrónomo pues no se si sabréis que a los jesuitas tienen otra carrera además de la de sacerdote. Estuve 5 años en la ingeniería y 3 años como delegado de curso por decisión suya, tenia las clases de 7 a 10 de la noche, trabajo y estudio a la vez, tenia unos compañeros chapo, no se metían para nada, si era creyente o no, en el caso mio, si soy creyente, casi me atrevo a decir que ya nací con la fe en mi ser. Antes de una Semana Santa me pidió Goico que había un retiro de una semana en Arturo Soria, nos daban de comer, cenar y desayunar unas monjas seglares, fue una convivencia fabulosa entre chicos y chicas y nuestras guitarras. El jesuita que nos dirigía era de la corriente super moderna y posconciliar que ya existía en los jesuitas en la que surjiria la hoy llamada teología de la liberación. Mi religión tradicional se transformo y el Dios del palo se me quedo en el Dios del amor que es Jesús, el apego al dinero se esfumo en mi y me libere de muchas cosas, ahí empezó mi bautismo en el centro izquierda que hoy sigo profesando. Luego he ido viendo por desgracia que toda la reforma en profundidad que nuestro Juan XXIII hizo con su Concilio Vaticano II ha habido sectores de mi Iglesia que se han encargado de descafeinar. JL
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