FELIZ PASCUA DE RESURECCIÓN PARA TODOS.
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Hallelujah! - G. F. Händel - Musica Sacra Lockenhaus
Resurrección: Ana acaba de ver nacer a su hijo; su llanto le sonó a sinfonía de Vida Nueva. Alegría. Aurelio tiene un contrato tras dos años sin trabajo. Su rostro iluminado es un poema de felicidad. Aleluya. La familia de Gema soñaba con tener su casa y al fin tiene un contrato de alquiler. Se inicia su nueva vida. Alegría. Jorge, autista, ha comenzado a despertar con nuevas técnicas. La cara de sus padres, pura gloria. Aleluya. Ricardo ha despertado de un coma profundo de meses. Ha vuelto y la familia baila de gozo. Alegría. Daniela, niña gitana, se siente acogida, integrada y participativa en su nueva familia. Parecía imposible, pero es. Aleluya.
Y llegamos a la mañana del domingo, del día del Señor. La Iglesia desborda de gozo con la insólita noticia que rompe esquemas. Si el paso de Jesús por la cruz nos dejó desmoronados y sin aliento, la noticia de su resurrección nos deja atónitos, nos noquea el ego, lo desbloquea, y ya, apartados los pensamientos del hombre viejo, nos pone en camino del gran objetivo: volver a nacer. La resurrección nos coloca al borde de un despeñadero sin precedentes, en el umbral del nacimiento de un hombre nuevo, de un modo diferente de concebir y vivir la vida humana en comunión con Cristo y los hermanos. Y desde este contexto revolucionario s valoramos lo que va a suceder a continuación y nos narra el Evangelio: la locura de Pedro, que se tira desnudo al agua, se baña y empieza de nuevo: vuelve a empezar desde el perdón y el amor renovado, "Pedro, ¿me amas?"; la visión de Juan al que se le despiertan unos ojos nuevos, necesarios para el renacido modo de ser y de vivir que surge del encuentro con el Resucitado: "Es el Señor", dice; el desgarro de Magdalena, que desea asirse y agarrarse, y descubre un nuevo modo de relación de amor y de presencia: "No me toques, sé mi testigo: anda y dile a mis hermanos"; el descontrol del tozudo Tomás, -ver para creer-, que pide respuestas probadas y adquiere una certeza novedosa, sin preguntas, y con una entrega incondicional: "Señor mío y Dios mío".
Getsemaní nos descolocó y nos hundió con Jesús en el otro abismo, en el de las eternas tentaciones del hombre: el poder, el dinero, la fama. Con ellas, Jesús empezó su vida pública; y ellas vuelven a despertarse con fuerza en esa noche. "Qué pase de mí este cáliz", dice Jesús, tentado de abandono. Pero, en ese contexto, en Getsemaní, misteriosamente, Jesús pronuncia la que será una frase central del Evangelio, la que nos cambiará y descolocará, la que pondrá patas arriba el esfuerzo y el desvelo de los pensamientos y las ambiciones del hombre para llegar a la cima de la felicidad: "PADRE, QUE NO SE HAGA MI VOLUNTAD SINO LA TUYA". A partir de esa determinación, la historia cambia y toma el rumbo de Dios. "Vuestros pensamientos no son mis pensamientos, vuestros planes no son mis planes". La decisión de Jesús, dentro del eterno silencio de Dios, será ya irrevocable y permitirá abrir en verdad las PUERTAS CERRADAS DEL PARAÍSO. El hombre pecador, por la muerte aceptada por Jesús, se ve emplazado en la puerta del Paraíso: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso". Todo se ha cumplido. Ha comenzado lo NUEVO.
El cristiano nacido en la Pascua, ha entrado en la Vida nueva por el bautismo, y la muerte del hombre viejo asumida y aceptada con libertad. Si en verdad quieres ser cristiano comienza cada día desde Getsemaní. Ahí, tentado, acepta incondicionalmente la voluntad de Dios; renuncia a los criterios engañosos del poder, el dinero y la fama; y bebe el cáliz del Señor. Ese es el inicio, la puerta para entrar en la Vida y salir victorioso, resucitado. Alégrate y gózate en el Señor. Es Él el que te ha abierto la puerta; y ha transformado tu puerta oscura y estrecha en puerta de luz, de renovada e iluminada amistad, con la voluntad, los sentimientos y los pensamientos de Cristo. Lo nuevo ha comenzado. Ya sabes el camino. Sólo tú, con la ayuda incomparable del Espíritu de Jesús, podrás decidir uno de los dos caminos a recorrer: o el de tu voluntad y tus pensamientos, o el de la voluntad de tu Padre. Elige la vida y vivirás. Pero sólo lo sabrás y conocerás si te atreves a confiar en Él.
Noche santa. Día santo. Noche silenciosa, secreta y llena de luz. Noche para los que cultivan unos ojos nuevos. Día para los que se lanzan al agua de la renovación y refrescan su alma con una paz sin límites. Día santo en el que renace el Amor como fundamento y cohesión. Alegría. Luz de la vida. Novedad y estreno de nuevos pensamientos y sentimientos. Hemos sido convocados a entrar, a participar. Él ha abierto para todos los hombres la puerta que permanecía cerrada. Sólo los que se excluyen no la conocen. Pero, se les abrirá.
El gran enemigo, la muerte, ha sido vencido en Getsemaní. Y rematado en el Gólgota. ¿Dónde está la muerte? No está. No es. Era un espejismo. En realidad sólo hay Vida abundante. La muerte no es más que la última puerta, la que se estrecha del todo, como te sucedió al principio, al salir del útero materno, y aterrizar sin conciencia en esta VIDA ansiada, en esta felicidad tantas veces buscada sin éxito; y que, al final, se te desvela gracias al muy rudo y avasallador camino de la muerte de Jesús. Y ahí Él, asombrosamente, vence y te devuelve a la Vida. ¡OH, LA VIDA! ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! ¡TU VIDA! ¡GRACIAS!
Y Magdalena salió a los caminos a gritar la Buena Noticia: ¡HA RESUCITADO EL SEÑOR! “La muerte. ¿Dónde está la muerte? ¿Dónde está mi muerte? ¿Dónde su victoria? Resucitó, Aleluya. Resucitó. Alegría. Resucitó.” Resucitó de veras mi amor y mi esperanza. Cantad. Alegraos. Sed agradecidos. Confiad. Aleluya.
Antonio García Rubio. Es párroco del Pilar en Madrid
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