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viernes, 23 de junio de 2017

DOMINGO XII TIEMPO ORDINARIO


Acabadas la Pascua de Resurrección y las grandes Solemnidades del Señor, volvemos al regusto de la vida cotidiana, al de la protección y la providencia del Señor en las vidas humildes, en las de tantos empobrecidos  con los que compartimos Palabra y vida.
Cómo definir y qué palabras usar para acercarnos, desde el simple punto de vista humano, a la experiencia indecible e inefable de lo que hoy propone la Palabra de Dios y que nos sugiere el profeta Jeremías 20: "El Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo." El lenguaje militar no es el más adecuado para hablar de Dios, pero seduce la palabra del profeta sufriente, veraz, auténtico y bien calzado en la fortaleza de su fragilidad. "Mira que sólo soy un muchacho", le decía a Dios en el inicio de su vocación.
El Señor está con Jeremías como lo está con los bautizados, como un fornido defensor. Nadie ni nada podrá con los bautizados en su Nombre. Están blindados de luz y amor a pesar de su absoluta pobreza y fragilidad. Y así se sentirán, ya les ataquen por un flanco o por el otro; ya sea con brutalidad y martirio, o con engaño y rebuscada seducción, -"a ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él."- . Esta es la más pura, bella y alucinante experiencia que nace de la fe y la confianza en el Señor. Él está junto a sus discípulos en toda circunstancia. Nunca falla. Todos los males tropiezan en Él, pues es un magnífico protector. Y es el hacedor de todo bien. Nunca usa la violencia contra los violentos, y, sin embargo, los bautizados se saben seguros a su lado. "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma." Esta expresión de Mateo cobra ahora todo su valor. Y el miedo, como agua que cae sobre la piel, se escurre y desaparece. Los bautizados nacen de agua y  Espíritu.
Todo bulle, canta y se alegra. El Universo y la naturaleza exaltan de gozo. Laudato sí. Salmo 68: "Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas." El Señor las hace revivir. El corazón palpita con fuerza inusitada en los creyentes. Su sola presencia les revitaliza, les da seguridad infinita. Con Él se saben escuchados, acogidos, abrazados, amados; y en estos pequeños discípulos brota espontánea la alabanza. Los pobres, los humildes saben que con Él el mundo se transforma en fortaleza y en fiesta. Alegraos. "No tengáis miedo a los hombres". Así lo expresó el profeta P.  Casaldáliga: "No tener nada, no poder nada, no pedir nada. El Evangelio sólo como faca afilada". El santo Evangelio, sólo él, la única defensa.
La protección de Dios provoca en los discípulos una borrachera. El les hace sentir y saber, hasta la entrega de la vida, que nada podrá apartarles de su providencia y protección. Y eso les enloquece, trastorna y enamora. Nada les apartará ni separará del amor de Dios. Descubrir al Padre es desvelar un tesoro inquebrantable en el ser. Una perla preciosa.
Aprendan los cristianos con Pablo, en Romanos, por si queda algún reticente al que le cueste creer, o no se sienta perdonado en su flaqueza: "No hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud." Jesús anda sobrado de amor y perdón. Libra de toda culpa. La gracia de su amor es desbordante con el humilde. ¡Increíble amor y protección la del Padre Dios! Sólo gratitud. ¡Qué experiencia tan enérgica e increíble pero cierta la del amor providente y protector de Dios! Felices los desprotegidos, pues despertarán rodeados de cuidados.
Queda salir a las azoteas y tejados, a las redes sociales y los barrios pobres para pregonar alegres: "Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea." La vida es diferente si se adentra en el alma la experiencia de su protección.
Me magnetiza reunirme los sábados para festejar y realizar acciones liberadoras con un grupo de inmigrantes y españoles, de 12 nacionalidades. Entre ellos y con ellos siempre salgo fortalecido en la fe providente, misericordiosa y real que me comunican sobre el cuidado esmerado de Dios sobre sus vidas y humildes haciendas, sus familias y comunidades. Me asombra su invocación permanente del  Nombre del Dios Providente. Y aprendo con ellos y de ellos lo qué es esencial en una experiencia humana tocada por un Dios Hombre que asume su fragilidad. En sus vidas distingo el grano de la paja. Dios sale al paso de los frágiles caminos humanos, defiende y cuida al pobre y a cada uno de sus hijos. Alabado sea Él en los que dejan palpitar su aliento y esperanza.
Feliz verano para todos, hermanos.
Antonio García Rubio. Es párroco de Nuestra Señora del Pilar en Madrid.

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