Pablo nos dice: "sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien." Esta afirmación nos provoca una visión positiva de la vida. Interpretar la existencia, sabiendo que todo nos servirá para el bien, nos dará holgura para interpretar la vida.
Esta mañana he sacado de las redes tres mensajes a tener en cuenta:
- A los siete años, Hodo heredó una obligación sagrada para su comunidad: cuidar de las cabras de la familia. Un año después ella sigue saliendo cada día en Habas Weyn, al oeste de Somalilandia, para ocuparse de las pocas que han sobrevivido a la grave sequía que atenaza a su comunidad desde el año pasado. Sus obligaciones han dejado de ser un modo de vida y se han convertido en una cuestión de supervivencia. Las consecuencias del cambio climático las sufren especialmente los más pobres.
Aunque Hodo no haya pisado nunca un aula, le gustaría ir al colegio, pero en estos momentos, las posibilidades de que lo haga son aún menores. Su familia se ha quedado en la indigencia y se traslada a menudo debido la devastadora sequía de Somalia. Los recursos escasean cada vez más, así que los niños como Hodo, los más vulnerables entre los desplazados, asumen pesadas responsabilidades para garantizar la supervivencia de su familia, de su ganado, y de ellos mismos.
- “Escuchemos el grito de tantos niños esclavizados. Que nadie sea indiferente a su dolor”, dice el Papa Francisco.
- Rescatadas del infierno. Maltratadas y violadas, mujeres de color, llegan en pateras que naufragan, provenientes de Libia, cantan, sólo cantan, oran cantando y se sienten seguras en la barcaza que les trae a la tierra prometida. Su voz es fuerza para seguir aquí luchando por sus vidas.
Una buena pregunta tras escuchar esos mensajes: ¿Qué pedimos en la oración?
Hay muchos modos de pedir. Tantos como creyentes. La oración de petición ayuda al encuentro con Dios y con los hermanos, despierta el cambio de vida, el conocimiento de la realidad y el ejercicio de la fraternidad. Anima a vivir "con un solo corazón".
Me gusta utilizar la expresión: "ORAR CON", en lugar de 'orar por'. ‘Orar por’ puede dar pie a que el que ora se sienta por encima del otro. Y en la oración todos somos iguales, hermanos e indigentes. Oramos en comunión, en fraternidad. La oración es de todos, con todos y entre todos. Es el modo más auténtico de tomar conciencia del sufrimiento de nuestros hermanos. Y así, podemos orar con Hodo, la niña de Somalia, víctima de la sequía provocada por el cambio climático; con el Papa Francisco que nos pide escuchar el grito de los niños esclavizados; con las mujeres violadas, maltratadas y rescatadas de la muerte por voluntarios generosos.
A veces nos sale de nuestro ego, que no del Espíritu que ora en nosotros, una oración con un punto egoísta, ritualizado y primitivo, que busca protección o seguridad para uno mismo o para los suyos. Y se produce una especie de trueque: "Te doy para que me des". Y damos lo que tenemos, dineros y bienes, a cambio de lo que pedimos. Pero la oración cristiana no es un trueque. Es un ejercicio de amor y de solidaridad. Se aprende en la escuela del silencio, se practica en la intimidad del corazón, y, ante todo, en la comunidad de los hermanos. Dos o tres reunidos en nombre de Jesús son parte del pueblo orante. No estamos solos. Y, así, orar es abrir el alma a Dios y a los hermanos. Es hablar con el Padre, en presencia de los hermanos, y en sintonía con ellos, de sus duelos, sus sufrimientos y necesidades, que abruman y acosan. Orar es ir con el convencimiento del cambio a conseguir, y sabiendo que es el Espíritu el que pide en nosotros lo que conviene. Y es salir de la oración con la voluntad de colaborar en la solución de las dificultades y de facilitar los caminos de salida que Él nos ofrece.
La oración de Salomón, que pide discernimiento para escuchar, te enseña a orar con humildad y sin pretensiones. Dios da más de lo que puedes imaginar. Siempre te sorprenderá. Por lo tanto, elimina el egoísmo de tu oración de petición. Pon en primer término las necesidades de tus hermanos. No olvides que el protagonismo no es tuyo sino del Espíritu que ora en ti. La oración de petición es un ejercicio constante de confianza en el Padre. Y recuerda que al contar al Padre las angustias y dolores de la humanidad te ayudas a crecer en sensibilidad y a ser mejor persona, más solidario y más auténtico.
Antonio García Rubio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario