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viernes, 16 de febrero de 2018

I DOMINGO CUARESMA 2018


Salmo 24: "Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Acuérdate de mí." Padre, necesitamos tu presencia y tu consuelo. Ambos se nos darán si hacemos que en tu Iglesia renazcan comunidades cristianas vivas. En ellas en las que podremos recuperar nuestro ser bautismal, e "impetrar de Dios una conciencia pura” (1 Pedro 3). Una nueva conciencia de hijos amados. En Cuaresma, el Espíritu y la Iglesia nos ponen, como a tu Hijo, ante el abismo del desierto. “El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían." (Marcos 1)
Hagamos un requiebro a este evangelio. Planteemos las tentaciones de modo diferente. Somos muy tentados por el dinero, la fama o el poder, y caemos fácilmente en sus garras y trampas. Demos la vuelta al planteamiento repetitivo de otras cuaresmas. Y atrevámonos a entrar en el desierto cuaresmal, dejándonos seducir por unas tentaciones diferentes a las clásicas, a las que ya no sabemos vencer. Os propongo cinco:
1. La tentación del violonchelo. Déjate seducir por la escucha de una música, como la que brota de un violonchelo. En él la música puede iniciarse seca y ronca, como nace la música de los gritos de enfermos incurables, de las sometidas a trata, de las familias desestructuradas, de los salarios escasos y ofensivos, o de las personas dependientes. Deja que ese llanto ronco y seco de los sufrientes, pura música de violonchelos humanos y doloridos, lo escuche tu corazón y te seduzca, llenándote de compasión con lo imperfecto, y de deseo de desgastarte amando. Haz de esta Cuaresma un tiempo de sensibilidad, de trabajo solidario y entrañable con los indefensos. Si ejerces la compasión, escucharás ese otro violonchelo, dulce y vibrante, nacido de las manos y del corazón amoroso, eterno y universal de Dios. Déjate caer en la tentación de los chelos humanos.
2. La tentación de la hoguera. Deja que tu vida sea tentada y seducida por la luz que proyectan las obras del amor y del servicio en la humanidad. Hay muchas. Y apúntate tú a ser también un generador de luz. Deja que, como le pasa a la luna con el sol, se refleje y trasparente en ti la llama de amor viva que proviene del mismo Dios. Procúrala mediante el trasiego de un indecible derroche de amor activo y solidario. Amor con amor se paga. Amor de otro, que otro amor enciende. Cae en la tentación de hacer que el mundo de los hombres arda en una apasionante pira de amor vivo. Sé un fueguito contagioso de amor iluminado y solidario que se une a otros fueguitos, para convertirse todos en relucientes hogueras. En esta cuaresma cae en la tentación de iluminar la existencia con las buenas obras que te brotan del amor de Dios.
  3. La tentación del mercado. Cae así mismo en la tentación de salir de tu ego. Déjate atrapar por tus hermanos. Y hazlo en la plaza del mercado de esta sociedad plural y diversa, en la que compramos y vendemos como desaforados. Sal de ti. Busca hermanos. Se esconden tras la máscara ‘carnavalera’. Esperan tu capacidad de comunicación, para transmitir una Palabra viva y convincente apoyada en tu compromiso. No se la niegues. No te mires, mira a tu gente. Encontrarás gente con una felicidad postiza, y otra llena de honda tristeza. Pero tú, por encima de toda contradicción, mercadea con ellos a la manera de Jesús. Crea vida común entre tanto individualismo. Propón, y trabaja con otros hermanos, ambientes comunitarios y fraternos. Haz de esta, la cuaresma de la comunicación. Cae en la tentación de hacer amigos y hermanos, de crear familia creyente y ambiente comunitario.
4. La tentación de la perla. La perla se va formando en la oscuridad y en el silencio. Probablemente en lo más hondo del misterio que somos. Entra en él. El hombre nuevo, el que nacerá en la Pascua, ha de fraguarse por dentro. Cae así en la tentación del silencio que sabe aceptar sus heridas, su detritus, para transformarlo y convertirlo, con la fortaleza del Espíritu, en nácar, en perla preciosa. El proceso de formación de una perla es un ejemplo y una buena parábola sobre la transformación espiritual necesaria que abrirá un verdadero y auténtico camino cuaresmal. En esta cuaresma, déjate seducir por la tentación de gestar la perla de la vida nueva, la de Dios, en ti y en tu comunidad. Pon todo el interés y la concentración en ello.
5. La tentación del puente. ¿Qué hacer como cristianos en un mundo cultural, político, económico, social y religioso tan diverso, y con tantos prejuicios y enfrentamientos? La gran tentación en la que has de caer en esta cuaresma es la de construir puentes. Aléjate de la violencia y la piqueta destructoras, tanto de palabra como de obra. Déjate seducir por el deseo primigenio de edificar y plantar, de construir y facilitar el encuentro entre los enfrentados o los arrastrados por violencias y agresividades reactivas y destructoras. Tiende puentes. Abre caminos. Déjate impulsar por ese deseo irrefrenable de unir y crear lazos entre contrarios o enemigos. Es un don, un carisma, inscrito en el genoma de tu fe cristiana. Vive una Cuaresma seducido por el anhelo de Comunión. Y cae sin miedo en esta tentación. No te resistas.
No lo olvides: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: conviértete y cree en el Evangelio."
Antonio García Rubio. Vicario parroquial de San Blas, Madrid.

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