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viernes, 6 de abril de 2018

II DOMINGO DE PASCUA. 2018.


Hechos 2: "Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los após­toles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones." En los relatos pascuales vemos unas comunidades originales e incipientes que procuraban una vida comunitaria en la que se entrelazaban vidas éticamente entregas, serviciales, fraternas, solidarias y de una gran hondura espiritual. Esa hondura espiritual les hacía fuertes en su combate contra el dolor y el mal. Fueron capaces de realizar grandes prodigios y de iniciar la gran aventura de la evangelización del mundo  conocido; no se arredraban por nada; no se intimidaban ante nadie a pesar de ser perseguidos. Salmo 117: "Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó". Tenían la firme conciencia de que Dios estaba con ellos, y de que, unidos, siempre gozarían de su presencia.
1 Pedro 1: "No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe". Tras los primeros cristianos, han ido llegando nuevas generaciones de creyentes que, al no poder verle físicamente, han necesitado crear representaciones artísticas sobre Él, para poderle expresar su inmenso amor y gratitud. Esas representaciones nos han ayudado a mantener viva la interrelación espiritual y litúrgica con Aquél al que amamos sin verlo. Siempre han existido imágenes de austera belleza, realizadas con mesura, equilibrio, naturalidad y sencillez, pretendiendo expresar lo que el mismo Cristo vivió y realizó en su vida terrena y en su resurrección. Imágenes que nos ayudan a experimentar la presencia del Dios invisible, con rasgos de misericordia para un pueblo abrumado por mentiras, podredumbres, artificios y corrupciones.
Este Domingo de la Divina Misericordia nos muestra el rostro pobre, cotidiano, sufriente, ensangrentado, exhausto y paciente de Cristo, que pasó entre nosotros como un hombre cualquiera, como un cordero llevado al matadero. Su imagen ha de mostrarnos la más humilde misericordia de Dios para con el pecador y con el abandonado, pues nos invita a arriesgar, como Él, la vida por puro amor a los hermanos. La mejor imagen de la misericordia has de ser tú mismo. No te quedes en imágenes melifluas o edulcoradas de Cristo. Tú eres uno de los llamados a mostrar su verdadero rostro. Tú eres su mejor rostro. Por ello, has de rezar e interrogarte en tu tiempo de oración sobre el rostro de Cristo que tú y tu comunidad presentáis a vuestros actuales compañeros  caminantes, tantas veces descreídos, que para que puedan volver a creer y a confiar en el Señor.
Busca el encuentro con Jesús Resucitado y Misericordioso a través de una amistad sólida y bien fundamentada; y trabaja mucho y bien el amor a tu prójimo. Eres su compañero y su discípulo. Actúa en su Nombre y hazlo con su fortaleza y valentía, siempre en defensa de la fe y de la vida, de los maltratados, de los niños y los jóvenes, de los esclavizados, y por un planeta habitable para las generaciones futuras. Para ellos es la misericordia del Padre, manifestada en Jesús. Juan 20: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo... Para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre." En su Nombre se te da la misericordia de una vida nueva. Con ella haz llegar a los necesitados de sanación y de perdón, los dones de la paz y del amor de Dios, la garantía de sus derechos y la dignidad de una vida verdaderamente humana.
Cuida que tu imagen y las imágenes de Cristo misericordioso trasmitan autenticidad y verdad, naturalidad y humildad. He visto corretear a las lagartijas, arrejuntarse a las ovejas, cargar a las hormigas, juguetear a las mariposas, polinizar a las abejas, pasearse de la mano a los ancianos, besarse a los jóvenes, hablar a las mujeres en la universidad y a los hombres en las tabernas, trabajar a los agricultores o a las enfermeras..., y en todas partes he visto imágenes de una sana  humanidad, llenas de naturalidad y de increíble belleza y simbolismo. No olvides que a mucha gente no les resulta natural ni creíble la fe que transmiten algunos de nuestros símbolos religiosos, pues los ven artificiales, vacíos o pueriles. La misericordia es la más excelsa divinidad insertada en la más tierna y ruda humanidad.
Tú, hermano, sé natural y sencillo a la hora de expresar tu fe en el Resucitado. Llegan por Internet abundantes representaciones de la pasión y resurrección del Señor con excesiva beatería, trivialidad y superficialidad. Jesús nunca hizo cosas estrambóticas, no favoreció el pietismo alejado del amor, ni realizó gesto extraordinario alguno al margen de la comprensión humana. No quiso confundir a nadie. Tú no hagas ni representes cosas estrafalarias para expresar tus sentimientos o para intentar trasmitir el sano y misterioso amor del Padre Misericordioso. Si sientes vocación por evangelizar y anhelas que otros puedan creer con sinceridad de corazón, sé natural y sencillo en tus manifestaciones, como lo es el pueblo llano, como lo fue el mismo Jesús. Y, sobre todo, deja que hablen tus obras y gestos de amor, y tus humildes y auténticas palabras.
Antonio García Rubio.

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