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viernes, 1 de junio de 2018

CUERPO Y SANGRE DE CRISTO



Éxodo 24: "Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedecere­mos." Y este es el mandato: alimentarnos del amor rebosante del Cuerpo y la Sangre, y hacernos uno con Él. El alimento que nos desborda, Cristo, nos coloca ante la experiencia de una conciencia nueva, iluminada y conectada con la Trinidad misma. Una conciencia libre y abierta a la santidad que le requiere al hombre el hecho de estar asentado en la Trinidad; conciencia cimentada en la tierra, en la roca, que es el Padre; habitada, iluminada y templada por su santo Espíritu; nutrida, alimentada y guiada por el Hijo, pan y camino de una vida renacida y sobrepasada en amor. Una conciencia liberada de ataduras, de obras añejas, injustas, corruptas y mortales, y, al fin, una conciencia amasada en la eucaristía, transparente, alegre, fraterna, y abierta a la humanidad sufriente. Eterna.
Lo explica Hebreos 9: "La san­gre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo."
Cristo es el pan vivo que necesitan la mujer y el hombre, que hoy ponen sus manos rudas y pecadoras en el arado del Reino de Dios; un arado que rasga la tierra y el corazón pobre y humilde de parte a parte, para acoger en su seno el grano que habrá de morir y germinar, para que nazca la espiga, el alimento. Como Cristo mismo que se entrega, y muere y espera en el silencio del abismo del corazón partido, del sepulcro que quiere abrirse de par en par a lo nuevo. Ciclo eterno de un amor remecido, desbordante; incomprensible para muchos, pero real como la vida misma para cuantos creemos y amamos el Reino de Dios.
Cristo sabe que está naciendo una nueva Alianza, en la mesa del Monte Sión, en la centralidad de su pueblo. Pero da la vuelta a la Alianza que será Él mismo. Y en Él se nos da el fermento y el alimento, el pan y el vino. Resulta ser un golpe seco en medio de la pesadez mortal de la historia. La muerte se transforma en comida, en fiesta, en renovación y revolución. Salmo 115: "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre." No convirtamos en mero ritual de trámite obligado semejante amor desbordante, que continúa inundando la historia. No convirtamos en pesada costumbre la eucaristía. No la manipulemos ni idolatremos. Es sacramento para valientes dispuestos a arriesgarlo todo a cambio de un amor que les pide amor y desbordar en amor mutuo.
Se encontraron en el Metro. Una mirada inocente, al levantar ambos, a la par, los ojos de sus móviles, les hizo apasionarse al uno y la otra. Y ahí siguen juntos. Sólo Ismael conocía a Cristo de refilón. Eliana no era bautizada. No tardando mucho, Él, humilde e iluminado a su modo, le hizo llegar a ella su verdadera y secreta pasión. Desde niño había acompañado a una abuela, a la que amaba con toda el alma, cada domingo, a la misa. Y sin que nunca supiera cómo se le concedió el don de gustar de la locura de Cristo: su Cuerpo y su Sangre. No entendía a los que andaban en misa ausentes, obligados o aburridos. No les entendía. Y ahora tampoco Eliana.
Un sacerdote les invitó un día a participar en un catecumenado en la parroquia de su barrio. Asombrada por la fe, ella se bautizó, y pasó, junto a Ismael, a vivir la eucaristía como alimento apasionado y desbordante de amor comprometido con el pueblo y eterno, amor que vertían entre los pobres a los que entregaban sus vidas. Vivían enganchados a un Amor que les liberaba de los ídolos. La misa dominical era pasión desatada, amor disparatado del Maestro y ahora, también, de ellos, sus pequeños discípulos. La eucaristía era la culminación comunitaria de su semana sufriente y trabajosa, que vivían, como tantos jóvenes desesperados, con trabajos precarios y sueldos injustos y ridículos. 
Marcos 14: "Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendi­ción, lo partió y se lo dio, diciendo: 'Tomad, esto es mi cuerpo.' Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: 'Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.'" Escucha, come, bebe, vive en comunión, entrégate, desborda, adora, silencia, ama.
Antonio García Rubio.

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