Buen clima, mejores playas y un coste de vida comparativamente bajo. Tres anzuelos a los que Portugal pone un cebo de categoría selecta: el régimen fiscal aplicable a los Residentes No Habituales (RNH). Explicado sin tecnicismos, uno de los regímenes impositivos más benévolos de Europa para las personas extranjeras que se establecen en el interior de sus fronteras. La ganancia es doble: la República vecina atrae el consumo exterior, mientras los nuevos residentes se ahorran impuestos tanto en su país de origen como en el de destino.
Este resquicio legal nació en 2009 (aunque no entró en vigor hasta tres años después), cuando la crisis económica ahogaba al país ibérico y las autoridades echaban sus redes en busca de paliativos socioeconómicos por todos los rincones. Casi una década después, cuando Portugal ha dado la vuelta a su situación y presenta el mayor crecimiento del siglo (un 2,7 por ciento), aquella solución se mantiene vigente. Más de 10.000 foráneos de 95 nacionalidades diferentes han mudado su residencia a Portugal en los últimos años, según las informaciones que publican a cuentagotas los medios lusos, habida cuenta de que no existen datos oficiales actualizados de una medida cuyo alcance exacto se mantiene en la penumbra.
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