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viernes, 7 de septiembre de 2018

DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO



Duele cada herida infligida a los indefensos. Incontables. Crecen cada semana. Ésta, una muy dolorosa: 300.000 despidos el 31 de agosto. Increíble. Entre tanta tragedia, la destrucción y la carencia de trabajo y sustento son destructoras y trasversales, ya que afectan a millones de familias y jóvenes frustrados. Imposible no sentir, con estos 300.000 ciudadanos y sus familias, el dolor y la desesperanza. Mal empleo y cientos de miles de despidos. ¿De qué va este mundo nuestro?
Isaías 35: "'Viene en persona, resarcirá y os salvará'. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial."
Así parece difícil transmitir y vivir esperanza. Sin embargo, Isaías, y con él Jesús, en circunstancias sociales peores que las nuestras, no dejaron de soñar con esperanza un mundo de justicia, equidad e igualdad. Y plantaron cara a la situación. Este texto es un fardo de esperanza para los identificados con Cristo por sus heridas o su bautismo. También hoy es momento para hacer brotar torrentes, estanques y manantiales de agua en el desierto, la estepa o el páramo reseco en que se han convertido nuestras sociedades, culturas y religiones.
Este septiembre, en el que los que no han perdido su trabajo se ponen de nuevo a actuar y sacar lo mejor de sí en sus ocupaciones y compromisos, es bueno para que entre todos, con el empeño, el apoyo y la colaboración de todos, en comunión de todos con todos, hagamos brotar la justicia, la solidaridad, la fraternidad y la fe. Que broten con nuestro empeño, compromiso y el apoyo de Dios torrentes de esperanza, concordia, trabajo y paz para los hijos de Dios.
Es Él el que tiene el poder para hacer posible en la mente y el corazón de poderosos y trabajadores un tiempo nuevo en el que brote el pan, el trabajo, la igualdad, la vivienda, la salud, la dignidad. Se necesita que nos demos las manos unos a otros, que sanemos mentes y conciencias, que nos apretemos con un corazón renovado y facilitemos la aparición de un nuevo modo de ser, restaurado, restañado,  sanado: un nuevo nacimiento.
Salmo 145: "Hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan."
El mundo actual está lleno de favoritismos, de mafias, de lobbies, de corralitos, de feos y opresivos nudos de intereses, de grupos de selectos, de sociedades anónimas o secretas, poderosas y ambiciosas de más y más poder. La fe en Jesús nos pide a todos, creyentes y hombres y mujeres de buena voluntad, también a nuestros líderes, una ruptura con todos estos secretismos, sectarismos, grupos de poder y favoritismos.
Santiago 2: "No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo... Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?"
La verdadera elección y propuesta de vida nueva nos la ofrece la Carta de Santiago. La elección de Dios busca fe de los pequeños y ofrece la herencia planteada más arriba. Por este camino nuevo merece la pena ofrecer y regalar nuestras humildes vidas.
¿Estamos sordos como el sordo del Evangelio? Para que se nos conmueva el corazón, nos decidamos a dejarnos cambiar, nos unamos a las manos de los hermanos y provoquemos la esperanza y la unión de todos con todos, es necesario superar la sordera. Escuchar. No estamos solos. Cristo, presente en nuestras comunidades vivas, nos sanará, nos despertará, nos abrirá los oídos y nos pondrá en funcionamiento la parálisis o desviación de nuestros discursos, palabras ociosas o estériles, palabras políticas o ideológicas, palabras heridas o angustiadas.
Marcos 7: "Mirando al cielo, suspiró y le dijo: 'Effetá', esto es: 'Ábrete.' Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad."
Despierta. Respira. Camina. Busca. Espabila el oído. Encuentra. Escucha. Pide. Déjate sanar. Asómbrate. Pelea. Suelta las trabas. Crea lazos de comunión. Haz ruido. Que no te ahoguen. Ponte a colaborar con cuantos se esmeran para que renazca la esperanza, y siga viva en tu corazón y el mío. Compartamos lo que somos y tenemos mientras llega la justicia, el trabajo y el pan para todos. Pues todo es posible para el que cree, se empeña y confía.
No desesperes. Él acompaña. Para, y déjate tocar. Notarás su aliento, su mano, su presencia.
Antonio García Rubio.

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