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viernes, 21 de septiembre de 2018

DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO



Sabiduría 2: "Si es el justo hijo de Dios lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia." Ese fue Jesucristo. Y lo puede ser cualquiera de nosotros. Lo experimentamos en momentos determinados.
1. LA SERENA CONFIANZA.
Si la noche o el pánico se instala en tu mente, como consecuencia de la opresión del sistema económico injusto, de los fracasos, las enfermedades o las divisiones y enfrentamientos en el trabajo; si lo vives por la relación con mentes enfermas, infantiles o acosadas, que provocan o aumentan el malestar en tu ambiente; si las pruebas de la vida, que son muchas y de frentes diversos, te provocan sumisión, el camino ha de ser el cambio de los sentimientos negativos y opresivos, que te acaparan y enredan, por una serena confianza, como Jesús, que te tornará activo y combativo contra el mal. Y te abrirá a una conciencia nueva. Dios siempre está ahí, se ocupa de ti. Abre tu conciencia a la comprensión de lo bueno que renace tras cada crisis. Nada de lo que sucede es inútil. Todo es para nuestro bien.

2. ÉL SOSTIENE.
Salmo 53: "Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida." La expresión es afortunada. Muestra la sabiduría que esconde el hecho de descubrir que es Dios el que sostiene tu pobre y maravillosa vida. Te provoca serenidad, consuelo y sosiego en el combate que libras en tu conciencia y que libramos juntos como sociedad o como Iglesia. Repite una y otra vez, sin cansarte: ‘Tú sostienes mi vida’. Él te sostiene alegre y decidido en la pelea diaria contra las fuerzas del mal.

4. APRENDER A ORAR. OFRECERSE.
Santiago 3: "No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pe­dís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones." Es bueno que aprendamos a orar. Para ello, es preciso abandonar todo egoísmo en la oración. Siempre que oras, lo haces con todo el pueblo de Dios. Nunca oras tú solo. Eres parte de un cuerpo que ora contigo, y que ora con el Espíritu, que lo hace en nuestros corazones. No pidas para ti. Pide para tus hermanos, y se te dará mucho más de lo que imaginas. Dios conoce tus necesidades, sin que tengas que pedírselo. Ofrécete a Dios para lo que Él necesite de ti, y serás amorosamente cuidado. Impresiona la oración, en el Diario de Etty Hillesum, en el que nos cuenta como, antes de ser gaseada en un Campo de Concentración, oraba ofreciéndose a Dios: "Te ayudaré, mientras tenga fuerza, para que tu luz no se apague en este campo de horror."

5. SER EL ÚLTIMO.
Marcos 9: "Ellos habían discutido quién era el más importante". Si ves las series de televisión, oyes las disputas entre políticos, observas las consecuencias del clericalismo, o te entretienes con programas basura, te darás cuenta de la jaula de egos en la que vives. Participas de su guerra; a ver quién puede más, quién es más protagonista o vence en más peleas de gallos. Así, los encuentros humanos son una explosión de pasiones, vanidades y, ahora, de currículos.

"Acechemos al justo, que nos resulta incómodo". La apuesta por la que mataron a Jesús, por la que se desprecia a los hombres de Dios, o se desprestigia hoy al Papa sigue siendo la misma: “Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: 'Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.'". Algo tan simple, y tan aparentemente imposible. Pero ahí está la respuesta y el camino para la humanidad y la Iglesia. La Palabra nos la da, nos lo abre.
NOTA FINAL.
No te quedes en ti, ni siquiera en una oración intimista. Huye cómo de la pólvora del individualismo ambiental o personal. Ábrete a tus hermanos. Habla con ellos. Crea relación y  comunidad. Plantea tus heridas, tus fracasos y tus propuestas de salida a la crisis con ellos. Y con ellos, y con el Espíritu que impulsa a dos o más reunidos en su nombre, busca el camino de salida desde el Evangelio. La unión hace la fuerza. Individualmente estarás derrotado. La solución parte de la unión y la comunión con tus hermanos. Colabora con tu parroquia creando comunidades de bautizados en el seguimiento de Jesús. Ahí renacerá el Reino hacia el que camina la Iglesia peregrina.

Antonio García Rubio.

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