FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
"Tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa." Este versículo del Salmo 127, expresa algo de lo que evoca la fiesta de la Sagrada, humilde, orante y serena Familia. Lo hacemos con el regusto de la Navidad en los labios y el corazón. A la memoria le saben gozosas aquellas navidades infantiles, en las que se reunía la gran familia, y con los ojos y el cuerpo de niño se vibraba, bailaba y cantaba villancicos sin parar. Aquella unidad de vidas, naturalmente entrelazadas, sigue guiando la adultez de algunos de nosotros, y lo hacen como un poderoso imán que nos atrae irremisiblemente hacia el anhelo de unidad y de comunión. Aprendimos el gozo de la comunión de un modo natural, en una familia. Esta sigue siendo hoy un don para muchos niños y jóvenes. La familia es un buen regalo que merece la pena cuidar.
Pero a veces la familia también es fuente de conflictos variados y diversos para padres, hijos y abuelos. Es necesario tener en cuenta el dolor de las diferencias no asumidas y de las divisiones provocadas. No hemos de pecar de parciales o injustos. Airear lo bueno, a veces provoca su contrario. Sobre todo cuando el desequilibrio cultural y económico se impone sobre el sosiego necesario, para que en las familias todos crezcan con paz y naturalidad.
"Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia." Esta recomendación de Eclesiástico 3, es aprovechable para muchas de las situaciones familiares actuales. Para el enfrentamiento entre los esposos, el de los hijos con los padres o el que provoca el necesario cuidado de los abuelos. Lo peor que le puede suceder a una familia es que entre en estado de incomunicación. No es bueno provocar que unos y otros se cierren en sí mismos y construyan muros difíciles de destruir. Aunque se chochee, se enferme o haya 'subidones' de adrenalina; aunque no se sepa comunicar o lleguen a darse incomprensiones e incluso amagos de violencia, es sabio mantener la calma y sacar lo mejor de nosotros mismos; dialogar, aprender a abrir espacios de comunicación y a llenar la vida de pequeños detalles de encuentro y de perdón.
Pablo nos abre la mente con palabras para orar y reflexionar juntos en las familias: "Vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada." Pocos consejos se dan hoy como este de Colosenses 3. Marca camino y método para hacer ágiles, naturales, auténticas y humildes las familias: reconocer pobrezas y rarezas propias, y ofrecer y pedir perdón con sinceridad. Esa es la gran medicina familiar.
Lucas 2: "'Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.' Él les contestó: '¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?'" Jesús centra el debate. Los cristianos estamos llamados a vivir para las cosas del Padre. Esa es la respuesta. Las cosas que se ventilan en la casa del Padre, son las que plantea en casa cada familia, las que buscan el bien de cada uno de sus miembros. La angustia desaparece si hacemos lo que, bueno y justo, favorece la vida equilibrada de los hijos de Dios.
Pero las familias son violentadas por la codicia insaciable de los que las bombardean con el consumismo, y con la privación de recursos esenciales para vida: la eclosión de las drogas, el alcohol, la pornografía; una influencia cultural del vacío ético, de fe y estético; los salarios miserables y un paro generalizado para los jóvenes; la falta de condiciones para adquirir una vivienda digna y un abuso enfermizo de las tecnologías; la exaltación constante de la violencia y el pésimo ejemplo del enfrentamiento visceral de los políticos; la baja calidad ética de algunos hombres religiosos; el fomento de hábitos negativos de consumo, y la lectura diaria de que sólo triunfan los codiciosos...
Demasiadas fuerzas aliadas, y todas hijas del dios dinero, para no sucumbir. Pero, milagrosamente, y con mucho derroche de ingenio, de cordura y de amor, sigue funcionando la familia, sigue educando y siendo el punto de referencia; sigue siendo el lugar del refugio y del asilo; y sigue favoreciendo un crecimiento armónico y sincero a las nuevas generaciones. Demos hoy gracias a Dios por el don de la familia. Y ayudemos a que siga creando hombres y mujeres libres, fuertes por dentro, solidarios, capaces, afectivamente maduros, hábiles y abiertos al don de Dios, a las cosas de Dios, a hacer el bien... Mucha tarea y mucha pasión en medio de un mar revuelto y lleno de tiburones. La familia es poca cosa, pequeña, diminuta, pero con un don y una fuerza únicos. Confiemos. Y pongámonos cada familia bajo la protección de la Sagrada Familia.
Antonio García Rubio
No hay comentarios:
Publicar un comentario