Día a día, como quien es parte de una oscura y herrumbrosa cadena, sentimos de modo hiriente el estupor de unas vidas, que confiadas en los hombres, y manipuladas por ellos una y otra vez, se sienten defraudadas y decepcionadas, también una y otra vez. El profeta Jeremías 17 confirma nuestras cansinas sospechas y constataciones: "Así dice el Señor: Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita." Esta es una de las raíces de nuestros males: la confianza mal puesta, y peor manejada por oscuros intereses o perversiones, de tantos guías, líderes humanos, culturales, religiosos, empresariales, sindicalistas, comerciantes, políticos, económicos; de tanto gurú moderno, e incluso de vecinos, compañeros y amigos, al final, estafadores y corruptos... Maldito, dice el profeta, el que confía en las fuerzas del poder de este mundo corrompido o en sus propias fuerzas egoístas o ególatras, o el que confía en ideologías, en oscuros e infantiles sentimientos, en la inteligencia despiadada o en la fuerza violenta y brutal.
Entonces, ¿no puedes confiar en nada ni en nadie? Busca el modo de aprender a discernir el bien del mal. No confíes sin discernir la veracidad, honestidad, sentido ético y coherencia de las personas, y sin discernir igualmente lo que nace y busca tu propio corazón. Antes de confiar, discierne, mira despacio la bondad o la maldad que predomina tanto en ti como en la gente. Porque puedes engañar o puedes ser engañado. ¿Qué te aporta la Palabra? Como bautizado te anima a poner tu confianza en Aquél que nunca falla: "Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto." Y el Salmo 1 te vuelve con las mismas: "Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón, y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin."
Este mensaje de la confianza en Dios parece idílico y poético. Pero, ¿cómo confiar en Dios, te preguntas, si los hombres de Dios aparecen también tocados de desconfianza? ¿Cómo confiar, en una época de desconfianza infinita, que te conduce al individualismo feroz, y que sólo te permite confiar en el dios dinero? Los dueños y señores de la tierra, con sus inmensas fortunas y medios, y la manipulación de su propaganda, te inducen a una perversa desconfianza, y te desgajan de tus hermanos. Pero, pelea con dignidad y la ayuda del Espíritu y no sucumbas a la desconfianza que te arrastra, junto los tuyos, por el camino del mal.
Cuando las primeras comunidades empezaron a expandirse por el Mediterráneo, en alguna comenzó a crecer la duda desconfiada sobre la resurrección de Jesucristo, que es el fundamento de la Iglesia. Y, al dudar de ella, dudaron y desconfiaron también sobre la fe en la resurrección de los hombres. De ahí el texto de 1 Corintios 15: "Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido; y somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos." Sólo la fe inquebrantable en la resurrección de Cristo trae consigo la recuperación definitiva de la confianza del creyente en el ser humano. No es una ni confianza ciega, 'a tontas y a locas', ni egoísta ni interesada. Es, por el contrario, una confianza con sentido y discernimiento. Creer y confiar en Cristo, como Señor y Maestro, que vive resucitado, es creer y confiar con sentido pleno en las posibilidades de un hombre nuevo, bautizado y tocado de resurrección por Cristo en lo más hondo de su persona.
Con el Resucitado ha comenzado lo nuevo. Es ahí donde has de colocarte para renacer en un nuevo estado y en un modo de ser, fundamentado en la confianza. En Cristo estás llamado a ser la mujer o el hombre más confiado del mundo. Y confiado de esa manera que te permite abandonar los miedos y mantenerte fiel y feliz en tu pobreza, tu ser pecador, tu imperfección, tu exclusión, tu infamia, tu ser odiado o maldecido o proscrito. No temas. Dichoso tú. Da gracias. Lucas 6: "Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre."
El cristiano es de Cristo, y se sabe habitado por Él. Está siempre contento, confiado, porque discierne y aprende a saber que en su propio ser se encuentra Cristo, la fuente de la verdadera confianza y alegría. Alégrate, hombre, mujer. Baila de gozo. Afianzado y anclado en Él, puedes confiar y andar confiado el camino de la vida: puedes entregarte; trabajar por el Evangelio; comprometerte con la justicia; abrir caminos y tender puentes de paz; proteger a los débiles; saberte hermano entre hermanos; cuidar la Tierra y los seres vivos; a abrir el corazón al silencio amoroso de Dios, al aire que respiras, al sol que te calienta y a los rostros que te hablan de cuantos te cruzas o te acompañan.
"Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo."
Antonio García Rubio.
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