Es bueno pararse a revisar nuestra paciencia. Andamos inquietos y víctimas de la prisa. Les pasa a nuestros líderes, impacientes, desprovistos de humanidad y de proyectos de futuro. Y así, pretendiendo dominar la sociedad, la 'descontrolan'. Sometidos por la ansiedad de las encuestas y los votos, no dan solución a la abismal desigualdad, ni a la sufrida libertad, ni al enfrentamiento irracional e ideológico, ni a la anemia cultural y pensante, por no hablar de la descarnada crisis espiritual. Todo lo cual nos sume en un ambiente social empobrecido y anestesiado. Lucas 13: "Tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Hoy aumentan los que tienen sentimientos similares. "Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás."
La paciencia de Dios es ilimitada con los hombres. Al vernos sumergidos en la tribulación, la esterilidad, la demencia, la gran opresión y la decadencia del ecosistema. Un día y otro, un año y otro, este Padre mantiene su espera activa, sus brazos abiertos, su amor incondicional y su bondad infinita para con todos, y amorosamente para con el pobre, el humilde, el pequeño, el que no cuenta o el que se esmera en el camino del bien. Salmo 102: "El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles."
Atrevámonos, por amor al hombre, a mirar a Dios a los ojos, frente a frente, en valiente pelea amorosa con Él. Descubriremos, por su gracia, la fuente de la que mana el caudal de paciencia necesario para afrontar un cambio coherente: la conversión de la mente y del corazón, y la transformación equilibrada de la sociedad. Y todo eso, sin poner en peligro la vida de los pobres y los sufrientes. Éxodo 3; "Moisés se dijo: Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza... El Señor le dijo: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos... 'Soy el que soy'. Esto dirás a los israelitas: 'Yo-soy' me envía a vosotros."
Qué maniáticos somos cuando nos llenamos de celo y orgullo por nosotros mismos, tanto si manipulamos y maniatamos la fe, como si la despreciamos y violentamos. Cuánta maldad genera el poder de la arrogancia humana; cuánta impaciencia tiene por conseguir estrategias y objetivos que luego, como demuestra la historia, estallan contra nosotros mismos. La liberación humana no será posible si la hacemos contra Dios, ya sea manejándole o despreciándole. No es eso, compañeros de camino, no es eso. El sueño de que amanezca un día y veas que todo ha cambiado, empezando por nuestra manera de ser, de vivir y de mirar, parece increíble, y nadie da una perra gorda por él. Has de conformarte con escuchar a San Pablo en este ambiente cuaresmal, y rezar para que: "no codicies el mal como lo hicieron nuestros padres. No protestes. Y si te crees seguro, ¡cuidado! no caigas."
Presta atención a tus ojos enfermos, que ven las motas en los ojos ajenos. Aprende la humildad de los que construyen día y noche, de los que se dedican pacientemente a cimentar lo nuevo, a rehacer lo derrumbado, a levantar las ruinas y a hermosear la vida fraterna y común. Aprende la santidad de los que se dedican a ello en cuerpo y alma, aunque como consecuencia de su compromiso reciban pescozones y algo más. Pero así estarás creando Reino, y haciendo posible el bien de la humanidad. Estarás preparando el banquete definitivo y la mesa servida con ricos manteles para el pueblo llano y sufriente; ese pueblo que lucha por su dignidad y libertad, por su santidad e igualdad, por su fortaleza y fraternidad.
Formas parte de un pueblo que peregrina hacia la meta definitiva, abierta por el Señor Crucificado y Resucitado. Ese Señor al que amas y por el que ahora celebras esta Cuaresma de conversión y de paciencia. 1 Corintios 10: "Todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo." Emociona la sola presencia de la Roca. Nos la regala la Iglesia en la Eucaristía dominical. En ella se da un manar eterno de alimento y bebida espiritual, de Cristo Jesús.
- Fomenta la cultura paciente de un encuentro festivo con tu comunidad, y con cuantos compartes la peregrinación por esta Tierra necesitada de cuidados y del cambio de sus hábitos negativos y destructores.
- Recrea el banquete eucarístico en el que participas cada domingo, con gestos y palabras, con expresiones y abrazos, con vida renacida y comprometida.
- Enamora de Cristo, con tu amable y entrañable persona, e inserta en Él, a cuantos se te acerquen, y te sepan partícipes de semejante banquete.
Antonio García Rubio.
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