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viernes, 29 de marzo de 2019

IV DOMINGO DE CUARESMA



Muchos bautizados andamos a la greña con nosotros mismos, ante el drama que supone anhelar ser criaturas nuevas, libres del pecado, y que se saben hijos e hijas amados de Dios, seres humanos renacidos. Pero, a pesar del enfado con nosotros mismos, no damos el salto de ser hombres confiados y serenos, que no viven para sí, sino para servir y dar gloria a Dios con su entrega a los pecadores, a los pobres y a los humildes. 2 Corintios 5: "Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación." Ser hombres o mujeres nuevos. Volver a nacer. Nacer de nuevo del agua y del Espíritu. Ser bautizados en Cristo. Ese es el gran objetivo de la Pascua, para él nos preparamos en la Cuaresma. Nos despojamos del oprobio, la animadversión, la adversidad o la opresión. La Pascua será el culmen de noches, espesuras, aprietos y desesperanzas. Josué 5: "Hoy os he despojado del oprobio de Egipto. Los israelitas celebraron la pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó."
La bendición es la respuesta correcta ante tanta maldición. Bendecir da alas a los humildes; alarga el día de los mayores, hace soñar en positivo a los jóvenes, alegra el corazón de las mujeres, entona el compromiso de muchos adultos, mantiene vivo el juego de los niños, alegra el rostro de los afligidos, da fortaleza a los líderes, orienta a los adolescentes, cura a los ególatras; y convierte a los pecadores. Salmo 33: "Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren." A los humildes, los más favorecidos, la bendición les transforma la vida; les hace criaturas libres que se saben amadas. 'Bendecid, sí; no maldigáis.' Esto, que es un cambio de vida para la gente, puede ser una revolución para ti. Bendice en todo momento y circunstancia y verás muchos más cambios de los que te imaginas y se te abrirán muchas puertas bloqueadas. Bendice. El hombre nuevo lo hace.
El camino del Hijo Pródigo es el más radical. A los modernos no nos gusta andarlo. Andamos imbuidos en nuestro ego exaltado y poderoso; convertidos en diosecillos, soberanos absolutos de otras vidas. No vemos que el camino para salir del laberinto de la existencia sea la humildad. Para el Hijo Pródigo, la vuelta a casa es una humillación, un bochorno; pero descubre que su retorno es menos humillante que su condición. Y, aunque forzada, es muy valiente su decisión. Nos hace pensar en nosotros y nuestra condición, en los bloqueos en que nos encontramos. Lucas 15: "Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Ese hijo, perdido e incapaz de salir por sí mismo de su hundimiento, recibe la gracia; y desde el escalón más bajo y humillante de la vida, al perderlo todo y sin salida ni seguridad, en la miseria más absoluta, le aparece la luz, le llega la más tenue visión de la vida y del amor que existía en su casa. Y, "se puso en camino a donde estaba su padre."
En la vida te puede pasar de todo, y lo más importante. Estate atento cuando el fracaso te ahogue o te venza. Ahí está la salida. Ponte en pie y en camino. Al verte de vuelta a Casa, le descubrirás esperándote, con los brazos abiertos, y las piernas dispuestas para correr en tu búsqueda: "Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo." Dios es increíble. Es el más maravilloso de los padres. Nos lo desvela Jesús. Y su revelación supera todo lo imaginable. Este Padre mantuvo a Jesús con su mirada amorosa desde Getsemaní hasta el Gólgota. Él le dio la fuerza humana precisa para llegar al final, a la consumación de su misión en la Cruz. El hijo pródigo reconoce su pobreza, se error y su hundimiento con humildad: "Su hijo le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.'" Y ahí vemos a Dios dándonos la salida y la solución a todos sus hijos. Contempla en el ambiente de Cuaresma y de conversión, la necesidad de tu vuelta a la Casa del Padre. Mira. Observa. Céntrate en este Padre que te espera con brazos abiertos. Te conmoverá. Te inducirá a volver. Déjate seducir por Él. Llora en su regazo. Él tiene el poder de cambiarlo todo, aunque estés hundido. Confíate a Él.
"El padre dijo a sus criados: 'Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete.'" Este es Dios. Esta es su respuesta. Imposible entender tanto amor, comprensión y perdón, desde nuestra tacañería. Sobran las palabras. Contempla. Ora. Llora. Entérate.  La Mesa está servida. El traje blanco de los bautizados, de los hijos amados está confeccionado y esperándote. Eres criatura nueva. No dudes. Déjate amar. Y baila de alegría eterna hasta que llegue la Pascua. Y luego más. Esa es la gran bendición.
Antonio García Rubio.

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