Qué grandeza y belleza de encuentro, de reflexión, oración, decisión y trabajo resultan del tándem combinado: 'Espíritu Santo y nosotros', cuando 'nosotros' lo vivimos desde la escucha, de modo auténtico, transparente y sin engaño. Hechos 15: "Hemos decidido, ‘el Espíritu Santo y nosotros’, no imponeros más cargas que las indispensables." El judaísmo ya había cargado la fe de pesadas normas. Jesús, escapando de normas sin alma y sin misericordia, dejó en el Evangelio un sólo mandato: el amor. Cayeron las cargas como la gran Babilonia o los imperios. Bastante carga es para el pueblo de Dios la opresión que soporta o la oscurecida y ausente esperanza. No hay que imponer más cargas que las indispensables. Los discípulos de Jesús, con la guía del Espíritu, saben de una libertad que se asienta en el amor. El Padre nos ha creado para ser felices, el Hijo nos ha reconciliado y el Espíritu nos ha devuelto la libertad. Somos los hijos de la mujer libre que decide y dice ‘Sí’ con amor y sólo por amor.
Tú y yo necesitamos sabernos amados, valorados y bendecidos. El camino a recorrer, de una libertad creativa y liberadora, necesita la luz y ser iluminado. Necesita el conocimiento del amor que vislumbra, en lo más recóndito de la soledad y el sufrimiento, el rostro del Misterio oculto de Dios y el hombre. Cristo se entrega y resucita para ello. El hombre encuentra en él su rostro. Salmo 66: "El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos." Si tú y yo contemplamos su rostro en el de nuestros hermanos, los humillados y los enfermos, encontraremos un camino que nos abre la puerta al hombre bendecido, iluminado, libre y resucitado que estamos llamados a ser. Contempla su rostro, y así será. Esta Tierra bendecida nos necesita libres ante los permanentes y angustiosos ataques de la codicia y fanfarronería inhumanas.
Muchos que anhelan ser libres y se ven sometidos a dependencias, se hacen preguntas sobre Dios. Bastantes, en tiempos turbulentos, se declaran ateos. Sin juzgar su derecho al ateísmo, lo que se ve es mucho sufrimiento y oscuridad por no ver ni sentir lo que afirmamos como ‘la fe’. Los creyentes tenemos responsabilidad ante el malestar que provocan las palabras sublimes y altisonantes que pronunciamos sobre Dios. A veces no se corresponden con la verdad y autenticidad de nuestras vidas; resaltan las medias verdades de nuestras vidas religiosas; y ponen en cuestión las afirmaciones que hacemos sobre Dios. Y así resultamos poco creíbles para los débiles en la fe, que ven aumentar su crisis, y el crecimiento de la oscuridad con relación a la verdad de Dios. Tengamos en cuenta que la verdad de nuestra vida y nuestra fe es esencial para el equilibrio y el aumento de la fe de muchos hermanos.
Apocalipsis 21: "Templo no vi ninguno, porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero." Un texto iluminador. Nuestra débil fe ha creado excesivas e infantiles manifestaciones, quedándonos con lo fácil y dejando de buscar en la trascendencia de Dios, la que se manifiesta en la libertad de nuestra conciencia. Es el Cordero, Cristo Jesús, en nuestro templo interior, la lámpara encendida que nos habita y la llama de amor vivo que no se apaga.
El Evangelio está lleno de propuestas de paz para ti y tu comunidad comprometida. Jesús, el Resucitado, os hace participes de ella. ¡Qué bueno! Juan 14: "La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: 'Me voy y vuelvo a vuestro lado.'" Él siempre vuelve al centro de la vida comunitaria, donde renacemos libres, en paz y sin miedos ni cobardías. Con su saber estar a nuestro lado, de modo discreto, yendo detrás o delante de la comunidad, a tu izquierda o derecha, agachándose o escondiéndose en la más íntima intimidad, nos fortalece, nos hace florecer, y su libertad y su amor se multiplican como la naturaleza en primavera. No cabe duda de que la paz de Cristo, que se instala en el alma de la comunidad creyente, realiza verdaderos milagros en su Iglesia y en nuestros barrios.
Tú, hermano, puedes hacer milagros humildes desde tu corazón y desde tu comunidad, y puedes hacerlos en el Nombre de Jesús.
Y mira bien a tu comunidad y a tu corazón:
1. Si contienden o guerrean, pacifica. Sé para ellos un peregrino, un dador de paz.
2. Si están ceñidos o bloqueados, libera. Ofrece perdón, arranca sus cadenas oxidadas.
3. Si se encuentran sometidos, desata. Aúpa, da respiro, alimenta de Pan a los amilanados.
4. Si no sueñan, fecunda la imaginación. Escucha, ilumina, fascina y deleita al que delira.
5. Si crecen mustios y tristes, sonríe. Riega con la gracia, ingenio, buen humor y la Palabra.6. Si se atascan en túnel solitario, ama. Con fe desatranca puertas y ventanas enmohecidas.
Antonio García Rubio.
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