
Cuando Émilie du Châtelet se enteró de que estaba embarazada supo que tenía los días contados.Era 1749 y la marquesa tenía 42 años. En aquel entonces, la expectativa de vida en Francia no llegaba a los 30 años y parir era siempre riesgoso.Pero lejos de resignarse ante lo que consideró su sentencia de muerte, la noticia del embarazo la llevó a dedicarse incansablemente ala obra considerada su mayor legado científico.Trabajaba durante 18 horas, con apenas dos descansos de una hora cada uno, y dormía unas 4 horas.Había cortado toda la vida social que correspondía a una aristócrata de la época y solo interrumpía su escritura para ver a su joven amante y padre de la que sería su cuarta y última hija.
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