Pregúntate: ¿Cómo puedes caminar a la luz del Señor? Tras la pregunta está la propuesta de Isaías. Y se abre el camino del Adviento 2019. Inícialo con el resonar de esa pregunta. Isaías invita a soñar. No es la primera vez que lo hace. Los humildes siempre han soñado con perlas de luz y amor en medio de sus noches oscuras. También Dios es un soñador de universos de vida y de hombres amantes. Los poderosos no sueñan. Dejan a su ego que ambicione más y más, hasta que comprueban que son insaciables. Y entonces dejan de preocuparse y de sensibilizar con el resto de las criaturas. La ambición sin medida ni control es el mayor vicio conocido. El más dañino y maléfico para la humanidad y para los pobres. Sería buena una campaña social para curar y rehabilitar a estos terribles enfermos, una minoría que a todos enferma y, sobre todo, a los más pequeños.
Tú, hermano, inicias el Adviento. ¡Sueña! Hazlo con los santos de la puerta de al lado. Sueña que te unes a ellos y a los humildes para hacer posible un mundo nuevo, traspasado por la luz del bien común, la luz de la justicia para todos, la luz de la paz que tiende puentes y crea hogares de misericordia y fraternidad. Sueña con lo imposible, con la luz que hace posible el bien. Sueña con un huerto donde todos trabajen con esmero, y que dé frutos frescos y deliciosos para todos. Sueña con un jardín en el que cultives, con tus amigos pobres y humillados, una rosaleda mayor que la del Retiro de Madrid; rosaleda que perfume también los barrios humildes. Isaías 2: "De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor." Sueña con fabricar avíos que sirvan para dar luz y energías renovables; para procurar a los niños juegos comunes con los que crecer en medio de barrios y mundos más habitables, humanos y justos.
Como es Adviento, camina a la luz del Señor. Hazlo de modo sencillo desde el inicio de cada jornada. Plantéate como posibles, durante el Adviento, tres modos de hacerlo:
1.- Observa el saludo franciscano: "Paz y bien". Con él te puedes situar de un modo diferente y fraterno ante las personas con las que te encuentras. Viene dado por el Salmo 121: "Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: 'La paz contigo." Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien." "Paz y bien". Un saludo que puedes intentar practicar desde este primer domingo de Adviento. Di a cuántos te encuentres y saludes: "Paz y bien". Y, en lugar del: 'Hola, ¿qué tal?", impersonal, común, rutinario, y que nada aporta, usa: "Paz y bien". Desea a tus interlocutores la paz y el bien que llevas en tu corazón y ellos necesitan. Y así les ofrecerás la luz del Señor. Les ayudarás a caminar a su luz. De este modo, también tú te harás el bien, caldearás de amor tu corazón y tu mente, abandonarás las falsas noticias, los hábitos destructivos, los malos pensamientos. Y caminarás con la luz del Señor. Regala su luz. Inicia este Adviento con su luz en tus labios y en tu corazón. Comunícala: "Paz y bien".
2.- Date cuenta del momento privilegiado que vives. ¡Despierta! Romanos 13: "Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz." De nuevo la luz. Este podrá ser tu Adviento de la luz. Para eso es bueno un segundo modo, una sencilla práctica, que nace de las palabras de Pablo: El Examen de Conciencia. San Ignacio la considera esencial para los miembros de la Compañía. Y a ninguno liberaba de ella. Cada noche, vuelve sobre ti mismo, y hazlo con pasión por el conocimiento y por la verdad; e iluminado por la misericordia de Dios. Antes de dormirte, deja que, como una espontánea película, pasen por tu mente las imágenes del día. Míralas. Contémplalas. No juzgues nada ni a nadie; ni te juzgues a ti. Pero, mira, ve, y contempla de nuevo. Sé consciente de quién eres y de lo que vives. Mantente despierto. Pide perdón. Da gracias. Llénate de la paz, la luz y la misericordia de Dios. Recibe su perdón y su amor, y ve a descansar. Y eso cada noche.
3.- Ponte en búsqueda de la luz. El Señor también está en camino hacia ti, en tu busca. Aprende a vivir en la nueva conciencia de quien se sabe amado, cuidado y bendecido. Es fundamental. Durante el día cuida de tener algunos minutos para alimentar esa conciencia. Mira a tus hermanos. ¿Será Jesús quien camina con ellos? Mateo 24: "Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre." Jesús te sorprenderá en cualquier momento. Prepara tú el corazón para recibirle. La Encarnación de la Palabra de Dios nos sorprendió. Él se hizo uno de tantos, uno como nosotros. Mira tú a tus hermanos y descubre al Señor tras sus ojos. Estate alerta, despierto:
- Quizá Jesús esté en tu hogar, entre los tuyos, y no hayas caído en la cuenta. Husmea.
- Quizá le encuentres hoy en el Metro, en el bus, o caminando por tu misma acera. Rastrea.
- Quizá viva en esa persona de la calle que te abre su mano y despierta tu mirada. Averigua.
- Quizá esté en el camarero, en el butanero o en el barrendero del barrio. Curiosea.
- Quizá está en la cajera del supermercado, o en la doctora de tu Centro de Salud. Indaga
- Quizá esté en los amigos de tu asociación, de tu grupo, de tu voluntariado. Pregúntate.
Viene de nuevo el Señor. Comienza la aventura emocionante del Adviento. Aprovecha todos los resquicios de luz, todos detalles luminosos que te brindan la Iglesia, la parroquia, tu comunidad, tus vecinos, tu barrio, el tejido asociativo, el mundillo de la cultura o de las artes… O los que viven en tu indiscreto silencio.
Antonio García Rubio.
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