No somos suficientemente conscientes de la fecunda acción que realiza el Espíritu Santo durante la vida de los bautizados en Él. Dios es fiel. No lo olvidemos. Nosotros podemos o no guardar memoria de nuestro bautismo, actualizarlo o no cada día, incluso, negarlo o no, pero Dios no se olvida de ningún bautizado en su Nombre. Esa certeza espiritual, evangélica y eclesial, es motivo de inmensa alegría, activa nuestra fe solidaria, sosiega, y da paz al corazón. Dios es fiel con todos, y está constituido y alimentado de raíces eternas y consistentes. Raíces de puro amor. De un Amor que vive y es en sí mismo, y que se expande sin cesar por el Universo. Sólo es Amor. De él se nutre, y como Pablo nos hace comprender, "no pasa nunca", es eterno. Y ese es, pues, el increíble compromiso del Padre con la humanidad. Una responsabilidad sellada con la entrega incondicional, y la sangre derramada, de su Hijo Jesús. Demos gracias por este Pentecostés permanente que es la vida de todo bautizado, envuelto para siempre con pañales de amor presente y eterno.
Haz posible que corra el don del Espíritu por tu mundo, y que llegue a tu gente. Es la tarea que, como discípulo, te encomienda Jesús. Te llama a seguirle en la comunidad nutriente de la Iglesia unida a Cristo. Esa misión la realizas con tu compromiso testimonial y con el poder de una Palabra que recala en tus entrañas. Líbrate de engañarte o engañar a los demás. No manipules ni hagas ideología interesada y mental. Eres un discípulo amado. Deja que corra el Espíritu con libertad para el pueblo. Embárcate en esa aventura, y lo demás "se le dará por añadidura". Dios se hace presente y cautiva tu corazón y el de tus hermanos. Esmérate en hacer bien la tarea. No mientas, ni te sobrepases en protagonismo. Dedica el tiempo necesario tiempo a reconocer y discernir la presencia del Espíritu en los acontecimientos de la historia, en los signos de los tiempos. Mantén la atención y concentración en la acción del Espíritu, en su gracia. Que corra con libertad de persona en persona o de grupo en grupo. No la pongas trabas. Sobre todo, pon corazón, y si puedes, pon pequeños medios de amor.
La historia del Espíritu se inicia cada vez que una comunidad o un creyente se sitúan en el silencio, con apertura y escucha. Es ahí, en ese estado, de repente, sin que sepas cómo ni porqué, cuando se produce una distorsión, sucede algo raro que rompe la monotonía o la normalidad; y se hace presente un ruido, un fuego, una ventolera, una distorsión fuera de lo común, algo aparentemente incomprensible. Siempre que suceda algo importante o trascendente en la vida, acontece mediante una distorsión. Todo crecimiento sucede, cuando algo difiere y rompe el esquema prefabricado por la monotonía o los miedos humanos. Hechos 2: "De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería".
Secuencia: "Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento". En ese vacío de tu aparente ausencia, de pronto, a veces en medio de las noches más duras y desesperanzadas, todo empieza a bullir de nuevo. Y se hace posible un avance cualitativo en tu naturaleza humana. Salmo 103: "Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra". En Pentecostés el aliento de Dios, el viento, el respirar de la naturaleza, el fuego, pareciera que lo está descontrolando y fundiendo todo, pero no es verdad. Como el invierno, que parece desnudar y matar a la naturaleza, y sin embargo, desde su desnudez y cenizas se abre camino a una nueva, bella, colorida, fructífera y renovada vida novedosa. Cuando todo parece sometido al dominio de la muerte, la sorprendente primavera hace que todo renazca y vuelva espectacularmente a la vida, para convertirse en verdadera vida. Y es así, como el Padre lo ha desvelado en el misterio de la muerte y resurrección del Hijo. En ellas, Dios repuebla de esperanza la faz de la tierra. Y tú, con tu fe, tus locuras de amor, tu entrega generosa y tus ingeniosidades espirituales, orantes, solidarias, artísticas o fraternas, repueblas de futuro y novedad la faz de la tierra.
Y todo has de hacerlo desde la diversidad. La comunión es un ejercicio diario. En él, sin perder la fe, has de vibrar con la vivencia de la diversidad que es don de Dios. 1 Corintios, 12: "Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común". En nuestras diversidades, soplos, fuegos, despertares, propuestas de Evangelio, se manifiesta el Espíritu para bien de todos. Aprende a leer algo tan elemental. Si lo niegas, te vuelves un impostor, y no participas del Espíritu Santo y Universal.
Juan 20: "Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". Pentecostés te abre a un misterio de amor lleno de novedad y de sorpresas; de perdón e innovación; de paz y no-violencia; de pecado y de gracia. El todo y la nada. Aproxímate a las locuras del perdón y la mística, del profetismo y la Palabra, de la Eucaristía, y los carismas que sirven a los pobres.
Antonio García Rubio.
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