El Salmo 22 arrulla la identidad profunda de los discípulos amados, que se aloja en la íntima intimidad (agustiniana) de su ser, y les acompaña a lo largo de su peregrinar: "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término". Este versículo atrapa y sumerge en la oración, pero difícilmente se podrá comprender en todo su alcance. Es necesario meditarlo desde un humilde y ancho conocimiento de Cristo síntesis y plenitud del Universo. Y repasar, en el quieto silencio, alejado de los ruidos, las vocablos que usa: bondad, misericordia, compañía, permanencia, fidelidad, hogar, casa, habitar, eternidad, Señor. Cantaba con pasión Chavela Vargas, y otros: "Toda una vida me estaría contigo, No me importa en qué forma, ni cómo, ni dónde, pero junto a ti". Es una expresión bella y radical del anhelo de permanecer junto al Amado, por parte del que ama. Y sirve aquí lúcidamente para expresar lo que siente y experimenta, 'en el fuego que arde en su alma', el receptor de un amor, una bondad y una compañía que se desean para siempre, para toda la eternidad. El Uno y la otra fundidos de modo permanente; y ambos compartiendo, en fidelidad constante, el hogar y la feliz alegría que regala la casa habitada, el Universo entero y colmado de luz y amor.
El Amor ha resultado ser un 'okupa' de la bajeza, de la sufrida intimidad más íntima, y se ha instalado en un infierno, abrazado por el mismo, hasta consumirlo, esfumarlo y hacerlo desaparecer. Él se abaja hasta nuestra nada. Él rastrea el Universo, Ezequiel 34: "Así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, las haré sestear, buscaré las perdidas, recogeré las descarriadas; vendaré las heridas; curaré las enfermas". Maravillosa tarea del amor entregado del Rey del Universo: busca, recoge, venda, cura. La penumbra del atardecer huidizo trae al recuerdo la oscuridad y la noche borrascosa, y da pie, existencial y contemplativo, a los buscadores, profetas y místicos. El desierto oscurecido en noches tormentosas que refiere Secundino Castro: "No dudo en afirmar que la noche de Santa Teresa de Jesús no es menos oscura que la de San Juan de la Cruz ni menos traumática que la de Santa Teresa de Lisieux". Y es el desierto de la noche doliente del profeta mártir, asesinado mientras celebraba al Cristo universal que cuida de los pobres, San Óscar Romero; o de la noche expansiva y extensa, de radical caridad, entrega y pobreza, de Santa Teresa de Calcuta.
Humanamente resulta dolorosa y decadente la experiencia de los crucificados que son parábola de universalidad, de entrega universal para que la vida sea plena, como sucede con Cristo, rey del Universo. Curiosa manera del ser rey universal, muriendo con el hastío destructor y violento del mundo. Y si es dolorosa la experiencia de los crucificados, también lo es la de los excluidos, los condenados a muerte lenta por la enfermedad destructora, los subsumidos por la soledad que enreja y embriaga de miedos, los que se saben abandonados, deprimidos y envilecidos por el hambre que mata, por la indiferencia colectiva que retrotrae a la humanidad a la inhumanidad. Generalmente tarda tiempo en llegar el sometimiento del que habla 1 Corintios 15: "Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos". No es un sometimiento ideológico o político, ni de dictaduras o poderes económicos abrasivos y destructores de los humildes, los sin techo o sin rostro. Se habla aquí del sometimiento al que se abren mutuamente los enamorados, de la interrelación viva de los amigos con los amigos, de los iluminados con la luz, de los tocados de amor con el Amor. El sometimiento de los que se entregan, los que sirven, los mártires, los que alaban, bendicen, o se sacrifican; el sometimiento de los padres a sus hijos, de los que luchan por el bien, de los pacíficos que pacifican, de los rebeldes que traen justicia, de los solidarios que hacen soñar un futuro fraterno para la humanidad, como pide la Fratelli Tutti. Un sometimiento hasta que el Amor se instaure y habite en todos los corazones; hasta que Dios lo sea todo en todos; hasta que Cristo, verdadera y santamente, reine en el Universo.
Mateo 25: "Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." El juicio definitivo lo impartirá el Amor, el Trinitario, el que es y da a beber desde la fuente Universal, el que invita a conocer que sólo en amar a los humildes hermanos está su oficio y beneficio. Si no amamos, el mal se lo hacemos a Él, y a sus humildes hermanos y al Universo entero. Con Cristo el corazón se nos ensancha hasta hacerse Universal. Bienaventurado quien participa en la gran y universal aventura del Evangelio de Jesús, el Rey crucificado.
Antonio García Rubio.
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