A veces conviene levantar la vista por encima de lo que ven nuestros ojos: del tajo en el que clavamos el pico, del ordenador en el que preparamos los informes, del volante al que nos aferramos durante horas, de la cocina donde consumimos mucho amor, del enfermo al que cuidamos, del herido en el alma al que escuchamos, del huerto que preparamos para la siembra, o de la negatividad que aprisiona nuestra mente. Isaías 60, vuelve a la carga sobre nuestros olvidos, sobre nuestra pérdida de perspectiva, sobre la dejadez que nos lleva a marginar lo esencial y nos pierde en lo accesorio que conduce a la nada: "Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará". En los tiempos difíciles, cruzados o rayados; cuando nos sentimos ninguneados, manipulados, oprimidos o vejados, usa esta fórmula: activa la imaginación, la creatividad, el anhelo de belleza, el fervor por lo sublime, la iluminación que despeja, y la pasión que hace revivir lo bueno y lo santo, lo justo y lo común que hacen crecer a la gente hacia el bien, la verdad profunda que lleva a la hondura, la vida fraterna que da sensatez, la comunión que pacifica, la amistad que serena, y la familia amorosa que potencia nuevas personalidades activas y solidarias.
Ese modo de vivir proyectando lo bueno es lo que hacían los profetas. Miraban de modo elevado, a lo alto, a lo largo, a lo ancho, a lo profundo. Y ese modo de mirar optimista, sacaba a los hundidos y decadentes de la opresión y depresión. Dirigían la mirada al futuro prometedor, renovado, diferente, que se convertía en apuesta y empuje para levantarse de la opresión, la decepción o el fracaso. Así, en el ahora desesperanzado que vivimos en la pandemia, con posturas desestabilizadoras, arrogantes, decepcionantes, tú, amigo, hermano bautizado, estás proféticamente llamado y convocado por el Señor a levantar la vista, a provocar un cambio ético, a elevar la moral del pueblo ninguneado, a recrear la historia con concordia y ternura, a soñar y alentar a tus hermanos con esperanza, a recuperar el aliento, a no desfallecer, a sacar fuerzas de flaqueza, a seguir luchando contra todo mal. No te des por vencido. Persevera. Levanta la voz. Expande el corazón. Aumenta la fe. Entra en oración. Entrégate con más pasión, defiende a los corderos de los lobos, da la vida como Cristo.
La Navidad, mantiene aún su eco este domingo, y recuerda que Dios escucha al pueblo desamparado que le grita sin voz en la noche. Un Dios al que contemplamos en la humildad de su infancia nazarena, preparando su misión en lento y sabroso ocultamiento. Salmo 71: "Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres". Dios escucha a los millones de seres humanos que claman día y noche desde su pobreza y abandono. Un Dios, Padre de ternura infinita, que colabora con todas las personas de buena voluntad, dispuestas a orientar la vida económica y social del pueblo por caminos nuevos, hacia una economía con rostro humano y comunitario. Pablo, en Efesios 3, nos dice: "Ha sido revelado ahora por el Espíritu: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio". Es todo el pueblo de Dios, junto a los apartados y excluidos, el beneficiario de las promesas. Jesús nos orienta a vivir una vida nueva, digna de los hijos de Dios, sin injusticias ni opresiones ni diferencias, con una fe capaz de mover montañas, como San José que, bien probado, como nosotros, se pone al frente de una familia santa rodeada de proyectos salvajes, que quieren abortar el plan de amor de Dios sobre la historia. Como sucede en la actualidad.
He encontrado una cita que nos sirve de guía esta semana, y nos devuelve el gozo de alentar la verdad humilde y sobrecogida de la familia de Jesús. Virginia Sturm, profesora asociada de Neurología y Psiquiatría en la Universidad de California habla del sobrecogimiento: “El sobrecogimiento es una emoción que da respuesta a las cosas inmensas que no podemos entender inmediatamente”. ¿Y por qué es bueno cultivarlo? “Despierta lo que hemos llamado tu ‘yo pequeño’, que significa verse como algo diminuto ante el vasto mundo que nos rodea. De esta forma, te sientes más conectado. Toda esa importancia que nos damos a nosotros mismos decrece, de modo que nos convertimos en la parte de un todo. Dejamos de mirarnos el ombligo y fijamos la atención en los demás, algo que promueve la humildad, la generosidad y la bondad”. Sobrecógete tú también con Mateo 2: "Se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron".
El sobrecogimiento de los magos, que lo es también hoy de una nueva humanidad emergente, buscadora, austera, fraterna, consciente y llena de fe, te sobrecoja a ti también y te ayude a cambiar el corazón ante la contemplación de la inmensidad de la verdad del amor revelada en el Niño Dios.
Feliz año 2021.
Antonio García Rubio.
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