IDENTIDAD QUE FORTALECE
Ni teorices ni discursees sobre Dios. Mejor: calla. No es tiempo de palabras y verborrea. Lo es de silencio, de búsqueda secreta o susurro contenido. Dios es vida, dolor, heridas que rezuman, sensaciones nocturnas, interrogantes deshilachados. Esta es una generación que se debate entre un quiero y no puedo, de mentes saturadas o atascadas. La vida que es Dios se encuentra desparramada y desenfocada entre lo social, lo espiritual y lo cultural. Ahí está. Los sabios de Israel, formularon la fe legada. Deuteronomio 4: "Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro". Los sabios cierran el círculo de reconocimiento y afirmación sobre Dios. Así fortalecen la identidad del pueblo. Esa fortaleza llegó a la Iglesia y la acogió. Al adentrarse el inquietante siglo XXI en el bosque humano del tercer milenio, lo que era seguro se deshinchó o desinfló. Y así, las críticas de la razón, el problema lacerante del mal, muy visible en los Medios de Comunicación, los pecados no reconocidos y ocultos de dirigentes de la sociedad y la misma Iglesia, la fragilidad de los cristianos para afrontar este tiempo áspero, y mil causas más, han anegado la búsqueda y el conocimiento de Dios.
LO NUEVO ESTÁ LIGADO A LA VIDA
¿Qué pasa con Dios? ¿Por qué creen los que creen? ¿Por qué otros se alejan de Él, y ni se plantean su ser, su existir, su presencia? ¿Por qué tanto ateo? Y, ¿por qué, sin embargo, renacen jóvenes que, dentro o fuera de la Iglesia, se saben tocados, llamados, acogidos, abrazados o elevados, entre los escombros, barros y exclusiones hirientes de la vida, por la presencia y el amor del mismo Dios? Encontrarás jóvenes que, en medio de profundas y traumáticas crisis humanas de su ser y su sentido, de su futuro y su vida, experimentan el don de una presencia que les fortalece en su debilidad, les da anchura en su estrechez, les colma de alegría en su depresiva desdicha. Como en el Salmo 32, se convierten en testigos únicos, laicos, llamados en lo secreto de sus noches por un Espíritu que les devuelve o renueva la vida, y les ofrece una vida diferente: "Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti". Algo nuevo ligado a la vida, lejos de oficialidades, dogmas y rituales está sucediendo. Mantente atento, expectante.
SI HABLAS DE DIOS: VIVE
Romanos 8: "Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ‘¡Abba!’ (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios". Pablo y los primeros discípulos predican la Buena Nueva, asentando la nueva fe en la vida concreta y cotidiana de los que les escuchan, que comienzan a seguir al Resucitado. Reciben el Espíritu de hijos y se dejan llevar por él. Comienzan a vivir en común; cambian hábitos de vida; se cuidan mutuamente; cuidan a los débiles sin ayuda; oran la vida en casas, familias, con vecinos. ¡La vida! Es la vida que queda tocada, cuida y se deja cuidar, ama y se deja amar. ¡La vida! Si vas a hablar de Dios, vive, no teorices. Es fundamental. Él vive y crea vida para que otros vivan. ¡La vida! Vuelve a la vida concreta, donde lucen e iluminan, y se gozan, las pocas palabras, la Palabra, los silencios orantes, los servicios en el drama diario de la humanidad.
BUSCA A DIOS EN LA VIDA DE LOS HOMBRES
Mateo 28: "Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado". Empieza lo nuevo. Levántate dispuesto a empezarlo, a vivir y cuidar la vida. Sólo eso. Nada más, y nada menos. Enamórate de la vida dada, como Dios está enamorado de tu vida, nacida en Él. En ella está aunque de modo secreto: en el parado de años, en el niño maltratado o confundido, en el okupa sin visos de mejora, en el anciano cerrado en soledad, en el voluntario que se entrega con alegría, en el joven sin sueños de futuro, en la pareja sin recursos para alquilar piso y hogar, en el inmigrante sin amparo ni ingresos, en el homosexual intimidado por su condición, en el diferente violentado, en el friki de mente inusual, en el excluido, el drogodependiente, el alcohólico encerrados en sí, en el que vive la calle, en el solidario, o el que sufre por vivir en decadencia. Ahí se encuentra, ahí encontrarás, seguro, al Dios de la Vida, a la Trinidad Santa, en la mente y las entrañas de sus hijos amados. Si quieres encontrar al Dios Trinitario, Dios del amor, búscale entre ellos.
Antonio García Rubio.
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