El cristiano vive para predicar el Nombre de Jesús. El bautizado aprende y enseña que su vida, por el bautismo, ha quedado íntimamente unida a la de Cristo Jesús. San Pablo llega a decir de sí mismo: "Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí". A tal grado eleva Pablo su unidad con Él, que llega un momento en que adquiere la identidad de Cristo. Ya no soy yo. Ya no existe mi yo. A partir del encuentro con Cristo, Pablo da a entender que él es otro Cristo. Hechos 9: "Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor". Quizá te pueda pasar a ti que no hayas llegado a percibir la importancia del Nombre del Señor en tu vida y en la vida del mundo. Es algo que a muchos cristianos se les olvida. Y sin embargo, Él dice: "Lo que pidáis en mi Nombre se os concederá". Lo que quiere decir que el Nombre de Jesús sana, cuida, protege, purifica, libera, levanta, acaricia, salva... Quédate ahí, quieto, contemplando este secreto de amor, el poder del amor y misericordia que envuelve al Nombre de Jesús. "Al Nombre de Jesús toda rodillas se doble en el cielo, en la tierra, en los abismos. Y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios, Padre". En el bautismo fuiste tatuado con su Nombre en tu corazón. Ten su Nombre dispuesto siempre en tu conciencia para amar incondicionalmente, y hacer el bien.
Salmo 21: "Hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor". El tiempo pascual invita a vivir la Historia de la Salvación como un momento, un presente eterno, en la escucha de la Palabra, que llega a comprender que lo bueno, santo, noble, bello es eterno, sin tiempo; y a revivir los hechos de la vida en que Cristo, el Espíritu, el Padre, la Trinidad se ha hecho presente en la vida propia y la vida de los hermanos, amigos, comunidad, vecinos, pobres, humillados, enfermos, familia, parroquia, hermanos de otras confesiones, hombres y mujeres de buena voluntad, santos anónimos de la puerta de al lado. Y hablarás de las maravillas que hace el Señor en este tiempo enrarecido y sufriente de pandemia. Lo que sabes y comprendes que hace el Señor.
1 Juan 15: "Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él". La centralidad que trae paz, serenidad, concordia y comunión a la vida fraterna y comunitaria, y a la vida social y política, rasgada y deteriorada en tiempos convulsos, es que aprendas a permanecer, como orante continuo y humilde, en la escucha y la práctica del mandamiento del Señor: que os améis, seáis amigos, os respetéis como hermanos, os cuidéis unos a otros, y os tratéis con justicia; que desterréis maledicencias, desamor, odio, insensibilidad, injusticia, malos tratos, abusos, insolidaridad; que permanezcáis en Dios, en silencio y austeridad, en verdad y sinceridad de corazón; y que creáis en el poder del Nombre de Jesús, hagáis el bien, y practiquéis el amor, como Él lo hizo, y unidos a Él. Esta es la centralidad y la llave para vivir la vida como nueva y resucitada.
Juan 15 ofrece la imagen precisa y adecuada para comprender: "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada... Pediréis lo que deseáis, y se realizará". Del mismo modo que el domingo pasado Jesús se presentó como Buen Pastor, hoy se presenta como Vid. El secreto, no lo olvides ni por dejadez ni por engreimiento es permanecer unidos a Él. Sin Él fracasamos. Bien lo sabe el que le sigue, somos discípulo y le ama como Él ama, incondicionalmente. Con Él todo es posible. Pedid y se os dará. "El que permanece en mí, y yo en él, ése da fruto abundante".
Antonio García Rubio.
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