Cada domingo, con mente limpia y corazón sereno, como la cierva que busca corrientes de agua viva, entra en la celebración eucarística de tu comunidad. Es importante que vayas preparándote desde tu casa, por el camino. Pregúntate: ¿Para qué voy a la misa dominical, a la eucaristía? Medita estas CUATRO SENCILLAS APROXIMACIONES:
1. Voy a Misa para romper y trascender el tiempo y el espacio. Lo rompes en el momento en el que pones un pie en el templo. Te espera un adelanto del Reino fraterno, el Reino de Dios.
2. Voy a Misa para situarme en una íntima intimidad, silenciosa, y acogedora de cuanto se me va a ofrecer, que no es poco, y que la compartiré con mis hermanos en el Cuerpo de Cristo del que formo parte. Me sabré Cuerpo más allá de mi cuerpo. Ejercitaré, desde el primer momento, la Comunión Trinitaria y Comunitaria.
3. Voy a Misa para mantenerme en una oración centrada en Cristo Jesús. Oración expansiva, que me adentra en los poros de la tierra, y del cielo; que da y recibe amor; que deja rodar el amor fraterno durante la celebración, con la Trinidad, a través de Cristo, con mis hermanos presentes, ausentes o ya en la plenitud de la Vida.
4. Voy a Misa para adentrarme en lo más asequible del ser y vivir de Dios. Lo haré desde la estrechez propia de mi vida, y desde la anchura de la celebración y la participación fraterna en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
MIRA ESTAS OTRAS PISTAS:
A.- Como bautizado, pregunta y responde con el Salmo 115: "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre". El cristiano sólo recibe bien y sólo responde con bien al Señor que se le entrega. Y así, la eucaristía sólo puede redundar vida, salvación, libertad y amor fraterno. La eucaristía no será nunca un ámbito social, político, ideológico, o de defensa de intereses; no es propiedad de grupos, movimientos, instituciones, cofradías. Te da mucho y grande, en el límite de tu comprensión. No la empequeñezcas ni enturbies. Es la puerta de entrada en el Reino aceptado y amado por el Pueblo de Dios: "Venga a nosotros tu Reino", rezamos en la oración de Jesús.
B.- La eucaristía es tu oportunidad para gozar la herencia prometida en la tierra. Hebreos 9: Jesús "es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna". Los llamados como tú, que aceptan la llamada, se bautizan y entran gustosos en el banquete; que conforman un pueblo de mujeres y hombres nuevos; que olvidan rencillas, sanan heridas, ignoran roces, puentean divisiones, desatan enfrentamientos, esfuman temores, y alejan lo que no es; que reconstruyen la comunión de vidas, liberan de la opresión, la imposición, el abuso, la manipulación, la dejación, o la provocación de muertes. Acepta con paz la herencia eterna, hecha posible por la entrega del Cuerpo lacerado y de la Sangre derramada de Cristo. Eso sucede cada domingo en la eucaristía; hace posible que el amor ruede, se ponga en movimiento, haga renacer la historia verdadera, humilde, sencilla, bella y bondadosa de la humanidad. Confía en el don de Jesús que se actualiza cada domingo en el encuentro eucarístico con tus hermanos.
C.- Marcos 14: "Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron". Corpus Christi. Precioso y preciso día para la oración. Ponte en oración desde antes de salir de casa. Ora al entrar en el templo. Medita con la Palabra de Dios. Intercede por la humanidad, por tu Cuerpo, por tu familia y comunidad, por tus hermanos rotos y desprotegidos, por todo ser sufriente. Ofrécete con el pan y el vino. Da gracias al Padre por la vida, por el Hijo, por tus compañeros de trabajo y camino, por tus hijos, por los ancianos y los jóvenes, por los que inventan, trabajan, se entregan y se desgastan por amor, como Jesús. Contempla la transformación del pan y del vino, observa mirando, agradeciendo, amando, regalándole. En ese momento, es Él, el Señor Resucitado, el que acompaña y alimenta a su Iglesia. Contempla en silencio. Mira sin prisa. Despójate de lo vacío, lo cutre, lo insano. Comulga. Desborda de anchura espiritual. Únete a todos, y al Dios del amor; y con Él, ama a raudales, conviértete en comunión, en una mujer, un hombre nuevo, nutrido por Cristo. Ora con el Espíritu hasta desfallecer de amor, de amor incondicional. Reza. Calla. Recibe la bendición. Ponte en camino, sé discípulo, sé ayuda y presencia de Cristo, sé otro Cristo. Sal. Entrégate. Corpus Christi. Día Nacional de Caridad. Con tus hermanos y los hombres de buena voluntad recrea un mundo más justo y fraterno. Colabora con Cáritas y sus voluntarios, con tus hermanos bautizados que se dan para que el mundo sea el Reino que hoy estás viendo de cerca. PAN PARTIDO, ALIMENTO DE FRATERNIDAD.
Antonio García Rubio.
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