¿DE QUÉ TE ALIMENTAS?
¿Te alimentas con sabiduría, para vivir con salud? ¿Respiras aire puro, para mantener tu equilibrio vital? ¿Te ejercitas y mueves, para envolver de armonía tu pensamiento y acción cotidianos? ¿Ordenas tus pensamientos y sentimientos, para que tu inteligencia y tu voluntad no caigan en parálisis, adocenamientos o en un vivir decadente? ¿Conduces el crecimiento de tu humanidad, con la aportación de la gracia y del amor, hacia una vivencia auténtica de libertad, fraternidad y comunión? ¿Buscarás el alimento esencial, el ‘pan nuestro de cada día’? Jesús, que conoce el necesario sustento, te invita a asentar la vida con serenidad en la conciencia, el trabajo, la confianza y la felicidad, ‘así en la tierra como en el cielo’, lugares donde ha de cumplirse la voluntad de Dios: el bien de todo lo creado.
PRIMUM VIVERE, DEINDE PHILOSOPHARE
Este preámbulo te abre a la pregunta sobre la conciencia de bondad, belleza, verdad y grandeza que has sido llamado a acoger y habitar en tu ser. Así intenta alimentar el pueblo su ser en el mundo. Los israelitas iniciaron una nueva vida en libertad, y experimentaron la rudeza de esa misma libertad, que les trae, además de promesas, carencias y dificultades en lo esencial, y que afectaron a la armonía del crecimiento de sus vidas. Ante esa merma dolorosa, el pueblo protestó a Moisés y planteó un gran dilema de la humanidad: o cuidar el ser o cuidar la salud. En ese momento, el pueblo ansiaba el falso equilibrio de la esclavitud, donde tenías asegurado el pan; aunque el otro equilibrio, el de la libertad, estuviera pisoteado y por los suelos. Éxodo 16: "La comunidad de los israelitas protestó diciendo: '¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad". La primera necesidad aparente es matar el hambre, para que el hambre no mate al pueblo. Primero comida, luego la libertad. ‘Primum vivere deinde philosophare’ (léase con coma: Primum vivere, deinde philosophare, cita latina que significa "primero vivir, después filosofar"). Pero la naturaleza del hombre, también impone, a veces, la búsqueda de la libertad por encima del hambre física. Y ahí está la gran aventura del hombre libre, a la que parece que Dios empuja a su pueblo, que a su vez, se encuentra con serias resistencias en el interior de la comunidad. Así siempre.
RESISTIR EN LAS PRUEBAS
La potencia y la robustez se realizan en la debilidad. Ese precepto paulino, ‘mi fuerza se realiza en la debilidad’, inspirado por Dios para los momentos tormentosos de su vocación y su misión, inspiró previamente al pueblo de Israel. Este precepto sostuvo a Israel en la gran prueba del desierto. Dios les llamó a la libertad, y les dio el alimento preciso para andar el camino. Salmo 77: "Dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo, hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste. Y el hombre comió pan de ángeles". Precisa y preciosa la formulación del salmo. La acción secreta de Dios en la historia apoya siempre la causa de la libertad, de la dignidad y de la plenitud del hombre nuevo, nacido para algo más que comer, para adquirir un ser comunitario, fraterno y libre. ‘Dios aprieta, pero no ahoga’; provoca al hombre, y le ofrece la ayuda secreta de su gracia, para que resista en las pruebas; facilita el alimento necesario y solidario para salir del atolladero de la libertad donde se embarra. Dios da alas a su pueblo, y le hace caminar por las alturas. Te hace caminar, también a ti, en el momento en el que crees perder la batalla por tu dignidad, tu crecimiento o tu libertad. Con su aliento te sientes reconfortado, alentado, sacado del pozo insondable. Posiblemente llegues a experimentar la fortaleza del Espíritu de Jesús, que te saca del abismo, alimenta tu esperanza y hace renacer en ti, y en tus hermanos, la fuerza necesaria para sobrevivir como hombres libres.
ALIMENTADOS CON EL PAN DE LA VIDA
Dios te rearma por dentro, te alimenta sin que sepas bien cómo, y te lleva a "abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas". Efesios 4. Pablo conoce bien la acción de Cristo Jesús para sacar de ti y de cada discípulo un hombre nuevo. Y conoce también el modo de hacer florecer un pueblo de mujeres y hombres nuevos, que abandonando su vieja, corrompida, caduca y esclavizada vida anterior, se renuevan en la mente, el cuerpo, el corazón y el espíritu; y recrean una nueva condición humana, de hombres libres, recreados por el bautismo a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas. Él te alimenta y te llena de Pan vivo, de ternura y Evangelio. Tu nueva humanidad, renacida en Cristo Jesús, está llamada a librar en esta generación, junto a tus hermanos creyentes, un nuevo proceso de liberación, que precisará de ti trabajo y entrega: Juan, 6: "Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre". Aquí estás tú, hermano, hermana, de lleno, en esta etapa de la historia. Y aquí, en la Eucaristía, alimentas tu nueva condición con el Pan de la Vida.
Antonio García Rubio.
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